Estamos en septiembre. La mayoría de los jugadores aún no han cogido la forma; el equipo tiene un nuevo entrenador y, por lo tanto, nuevas ideas y conceptos que aún se deben asimilar. No obstante, el Barça presenta problemas importantes de juego. Muchos. La mayoría ya sabidos, sí; y para ello se deberán buscar soluciones. Ayer el Barça, en 90 minutos, prácticamente los destapó todos.

Empezaremos con el rival. En la magnífica previa que tuvimos en Rondo, Miguel Canales nos explicaba las debilidades del Sevilla de Unai Emery en fase defensiva. La posición de Rakitic en el doble pivote hacía del equipo andaluz un equipo débil sin balón que perdía coherencia y continuidad en la organización. Ante el Barça, no obstante, Emery corrigió la posición del croata y lo envió a la mediapunta; el debutante Cristóforo fue el elegido para acompañar a M’bia en el centro del campo, aportando solidez y calidad a las coberturas.

Con esto, Emery plantó dos líneas muy juntas que defendían muy cerca de su portería. El Barça empezó bastante bien, circulando el balón a buena velocidad y generando sensación de peligro, aunque no se concretara en ocasiones. Sin embargo, los hombres del ‘Tata’ Martino revivieron situaciones parecidas a las sucedidas en la vuelta de la Supercopa ante el Atlético de Madrid. El Sevilla sabía perfectamente qué pase iba a dar el Barça y exigía una cualidad técnica a las acciones realmente impropias a estas alturas de la temporada e imposible de sostener durante los noventa minutos.

Así que, cuando pasaron los primeros veinte minutos, a los ataques azulgranas se le apagaban todas las luces, aunque Neymar intentara convencernos de lo contrario. Con Xavi e Iniesta en el centro del campo, el equipo dominaba posicionalmente al Sevilla y recuperaba arriba, pero no se lograba dotar del ritmo necesario a la circulación de la pelota para generar ocasiones de gol, hasta que finalmente, un error en la basculación sevillista permitió a Dani Alves conectar con un centro de Adriano para abrir el marcador.

En la segunda parte, el guion fue bien distinto. Tal y como sucedió en las jornadas anteriores en Málaga y Valencia, los azulgranas perdieron el control del encuentro debido a varios motivos. Primero, la ambición de Unai Emery, traducida en los cambios que dio entrada a principios de la segunda mitad. El Sevilla empezó a tener más el balón y fue a buscar más arriba al Barcelona, el partido se abrió y los andaluces, a pesar de conceder espacios, lograban llegar con frecuencia.

La entrada de Cesc por Iniesta evidenció que el de Arenys es el centrocampista en mejor forma del conjunto. Su primera intervención se tradujo en el gol de Messi, esperando el momento justo para dársela a Neymar, recibiendo entre líneas y girándose de espaldas a la portería. Parecía que el Barça había cerrado el partido, pero no fue así.

El Sevilla siguió llegando y Rakitic, en una contra espléndida, marcó el 2-1 y puso emoción para los minutos finales. El Barça fue desbordado en los últimos diez minutos. No pudo controlar ninguna situación del juego que pasó en esos momentos, y evidenció que los partidos de ida y vuelta, en su conjunto, no le benefician en absoluto. Mascherano estuvo perfecto y Piqué, pese a las críticas, mantuvo el tipo e hizo lo que pudo cuando sólo tres futbolistas de diez pueden defender en situaciones de contraataque. Es imposible. Están desbordados.

Así pues, el gol llegó en un córner tras un error en el marcaje al hombre azulgrana. Nada nuevo bajo el sol. El Barça tiene un problema de centímetros y los rivales se aprovechan de ello. Sin embargo, Messi no quiso perder los dos primeros puntos y le dio el gol a Alexis justo cuando el límite de tiempo sobrepasaba en siete segundos.

Martino tiene mucho trabajo. Estos primeros meses le permitirán conocer de primera mano los problemas del equipo sobre los que, tarde o temprano, tendrá que poner solución. El juego de posición azulgrana es de sobras conocidos por los rivales y, con un Xavi que ya no es el de 2011, no es capaz de mover al contrario y generar ocasiones a través de una circulación de balón óptima. Y luego, si el rival invita a un intercambio de golpes, el equipo no tiene la capacidad de aglutinar balón, alargar las posesiones y controlar el partido.

Todos los problemas que ha sufrido el Barcelona a lo largo de estos dos últimos años se dieron cita ayer en el Camp Nou. Martino ya los conoce, ahora necesita tiempo para aplicar las pertinentes soluciones. ¿Será capaz de arreglarlos? ¿Podrá hacer evolucionar al equipo durante este curso? Sólo el tiempo lo dirá. Paciencia. De momento, continuamos ganando, que no es poco.