EL CORAZÓN DEL BARÇA

Gerard Piqué se ha convertido, últimamente, en la diana de algunos guardianes de las esencias que le acusan veladamente de ser uno de los responsables de los problemas que arrastra el Barça desde hace un par de temporadas. Aunque sospecho las causas me importan más las consecuencias: se está oscureciendo el trabajo de un jugador cuyo rendimiento actual está siendo superior a lo que suele reconocerse. Además se infravaloran las opiniones de un futbolista al que merece la pena escuchar. Hace poco se metió en un charco al asegurar que el Barça no habría podido competir con el poderío económico del Real Madrid de no ser por la aportación de la cantera. Se le reprochó, con razón, la mención a Bankia y desempolvar el manido y falso tópico de “cantera vs. cartera”: el Barça también se ha gastado cantidades obscenas de dinero en la última década. Sin embargo, creo que el argumento de Piqué iba un poco más allá y que tras sus palabras subyace una realidad más profunda sobre la que merece la pena reflexionar.

Empecemos con una consideración económica. Desde el año 2003, según Sport–aceptemos el dato pese al mensajero-, el Real Madrid se gastó 1107,7 millones de euros y el Barça 663,7. Sinceramente la diferencia no me dice gran cosa, solo me sugiere que ambos equipos derrochan el capital como si no hubiera un mañana. Si atendemos a algunos críticos, estas cifras debieran matizarse con el montante de las ventas, que igualan bastante el balance económico global. No lo he comprobado pero parece ser que el Madrid vende mejor que el Barça y no me extrañaría que fuera cierto. En cualquier caso, lo que sí es verdad es que en los últimos años el Barça ha mantenido una estructura más constante, basada en la cantera y en algún fichaje relevante. El caso de Ibrahimovic resulta paradigmático: el cuerpo técnico intentó añadir un toque diferente al juego colectivo y no titubeó ante las cantidades escandalosas que requería la operación. La cuestión de la competitividad, por tanto, no tiene que ver con el dinero. O no es un factor determinante.

Y tampoco es que el resto de las canteras europeas carezcan de calidad. De la Fábrica blanca, sin ir más lejos, han salido jugadores de élite que podrían haber encajado en la primera plantilla sin ningún problema. Yo creo que lo que hace peculiar al modelo culé tiene más que ver con la cantidad que con la calidad. Todos los equipos que intentan alcanzar la excelencia en sus canteras consiguen formar un buen puñado de jugadores de primerísimo nivel, pero, ¿qué ocurre cuando llegan las vacas flacas? ¿En qué se refugian los grandes clubes de Europa cuando tienen problemas económicos o deportivos? Solo tres o cuatro pueden gastarse el dinero necesario para sobrevivir a las dificultades y prácticamente ninguno cuenta con una estructura mínima que les permita resistir los altibajos inherentes al deporte colectivo. Aquí sí, la excepción es el Barça, que incluso en su hora más oscura sabe que si aprieta los dientes y rema hasta que pase la tormenta, llegarán tiempos mejores.

Esta capacidad de sobrevivir y regenerarse no la dan los Xavi, Iniesta o Messi. Nadie puede fabricar “a propósito” tres candidatos al balón de oro ni juntar una generación capaz de liderar a la selección hacia todos los títulos posibles. Lo que sí puede hacer una cantera es construir un modelo en el que la segunda y tercera línea de batalla se nutra de jugadores de la casa dispuestos a asumir una posición relegada pese a que podrían obtener más reconocimiento en otros clubes. El Barça compite gracias a que sus cracks están respaldados, a veces en la sombra, por los Sergi Roberto, Romeu o Dos Santos. Este pelotón secundario de La Masía cumplen dos funciones imprescindibles para garantizar la competitividad del equipo: en primer lugar, rellenan la plantilla, cubren sus huecos, ofrecen variantes y permiten ahorrarse, en definitiva, mucho dinero. Allí donde otros equipos se ven obligados a buscar en el mercado al cuarto y al quinto delantero, el Barça ha contado con Nolito, Tello, Isaac Cuenca, Bojan o Jeffren. Esto es un lujo principesco. Jugadores como Leo Messi o Andrés Iniesta pueden extraviarse pero es probable que, bien llevados, terminen desarrollando su potencial. Sin embargo, La Masíalogra que jugadores de condiciones inferiores se eleven al máximo para servir en el primer equipo uno, dos o tres años aún a sabiendas de que su nivel no les permitirá aspirar a una plaza titular. El mérito en la formación psicológica es evidente.

Pero me interesa más la segunda función de la mayoría de los canteranos, los que no alcanzan la consideración de estrellas absolutas: sirven de puente entre generaciones. Da la impresión de que ahora estamos disfrutando de una hornada homogénea pero, en realidad, asistimos a la síntesis de lo mejor de varias generaciones. Tuvieron que pasar muchos años –y fracasar antes muchísimas otras promesas- para que Puyol y Messi pudieran encontrarse en el terreno de juego. Son lo mejor de su franja de edad, el máximo exponente de La Masía, tan sublimes que hacen que nos olvidemos del montón de “cadáveres” que han dejado a sus espaldas. Jugadores que aportaron su granito de arena mientras llegaban los buenos, como Oriel Romeu y Xavi Torres, barridos por Sergio Busquets. Delanteros que, a diferencia de los mencionados en el párrafo anterio, apenas tuvieron ocasiones para brillar, como Víctor Vázquez, Rochina o Gai Assulin. Y ahora que Bartra está en camino de consolidarse deberíamos tener en mente a Fontás o a Botía, incluso a Muniesa.

Estos jugadores son el pegamento del Barça, los soldados rasos que mueren en la orilla para establecer una cabeza de puente mientras la tropa de elite se prepara para el desembarco. Suele decirse que a algunos canteranos “no les llega” para el primer nivel como si eso supusiera un desdoro cuando, en realidad, están interpretando un rol fundamental sin el cuál no existiría el Barça tal y como lo conocemos. Quizá Bagnak o Seung Woo Lee sean los cracks del futuro o puede que Deulofeu y Rafinha regresen triunfalmente y entonces nadie se acordará de la etapa culé de Isaac Cuenca o Tello, pero son ellos quienes están guardándoles la plaza en el primer equipo. ¿Estamos valorando en su justa medida todo lo que estos secundarios aportan al equipo? Desde mi punto son los obreros del Barça, el corazón de su modelo y los únicos que pueden considerarse garantes de un estilo que, más que un modo de jugar, es una forma de competir.