Dicen que cuando mueres, todas las imágenes más relevantes de tu vida, pasan por delante de ti a toda velocidad. Entre esas imágenes algunos verán el nacimiento de sus hijos, su primer beso, un amanecer especial, quizá hasta algún regate de Leo, pero muy probablemente a más de uno se le aparezca la cara feliz de Iniesta, volteando su camiseta con la mano derecha tras marcar un gol decisivo que cambió la historia y, por qué no decirlo, quizá un poco nuestra vida.

Cuando hablamos de Andrés Iniesta lo hacemos de un jugador nada convencional, diferente, como se suele decir, tocado con la varita de los elegidos y por supuesto con una historia especial detrás que ha ido forjando su carácter y también de alguna manera, su fútbol.

En la temporada 2008-2009, cuando el Barça de Pep admiraba al mundo, el ocho blaugrana sufrió una serie consecutiva de lesiones musculares que hacían temer lo peor; ¿le abandonaría la magia y esa serie de problemas físicos se convertirían en crónicos? Andrés aprendió a convivir con ellos, tan al límite que incluso jugó la final de Roma lesionado. “Sal al campo, haz lo que sabes, pero ni por asomo se te ocurra chutar a portería con la derecha”. Esa fue la consigna en el túnel de vestuarios del médico del club. Se había decidido que jugase aún a pesar que no estaba cien por cien recuperado, era un jugador tan determinante que su sola presencia resultaba desequilibrante para el rival, ya vendría el verano para recuperarle.

Pero la temporada siguiente también fue un año complicado en lo físico para el de Fuentealbilla. Y precisamente el verano siguiente sería el verano de Mundial, no lo olvidemos… claro que, ¿cómo olvidarlo? El fisioterapeuta de la selección siempre ha dicho que en aquel verano, fue la persona de confianza de Andrés, pasaba más tiempo con él que con ningún otro, le mimó hasta llegar al clímax futbolístico en una prórroga y un gol grabado a fuego en nuestra memoria.

Andrés ya no era el mismo jugador, esos dos años de lesiones marcarían para siempre su fútbol. Iniesta pasaba, con tan solo 27 años, de ser un jugador cuya mera aceleración en tres metros era más que suficiente para dejar atrás a cualquier rival, a ser un auténtico malabarista del balón. Ya no valía con arrancar para dejar en su estela rivales en el suelo, ahora a eso habría que añadir una habilidad innata que debía potenciar.

De esto hace ya tres temporadas, pero su estilo quedó definido para siempre; Iniesta ya nunca más tendría esa arrancada, para entendernos pasaba de ser un gasolina con turbo a un diesel. Pero qué diesel, con todos los extras y hasta algún truco de más. Esto también ha marcado el inicio de sus temporadas, desde hace unos años Iniesta no “comienza” la temporada hasta bien entrada esta. No ha llegado todavía, pero se le espera. Es, o quizá ya era, tras la llegada de Neymar, el segundo jugador más desequilibrante del equipo. Ese foco de fútbol que le permite a Leo que no sea él solo contra el mundo.

La pasada temporada en Enero el equipo realizó el mejor fútbol que se le recuerda desde el extraordinario Barça de Pep. El triángulo formado por Alba, Cesc e Iniesta, esta vez en el extremo, fue la mejor invención del Barça de Tito. Intercambios de posición, profundidad del lateral, optimización del espacio, aclarados, dinamismo en la jugada… el foco de fútbol desde el que se generaba todo.

Y es que el Iniesta extremo ha sido un invento de este nuevo Andrés. Esfuerzos menores que pretendían sacar productividad del desequilibrio de Iniesta en banda, evitándole realizar muchos kilómetros. ¿Peaje? El ocho no tiene gol, o al menos no tiene el gol que demanda esa posición. Pero lo que también fue evidente la temporada pasada es que el declive del fútbol azulgrana vino cuando Andrés tenía que retrasar en exceso su nueva posición por la dificultad del equipo de sacar el balón jugado.

Quizá es el momento de poner encima de la mesa una pregunta que nos podría hacer reflexionar a todos, ¿Cuál es la posición ideal de Andrés? Porque es el momento de intuir que Andrés ha tenido que «malvivir» en un 4-3-3 nunca pensado para él, y por lo tanto ha tenido que reconvertirse dado el momento a extremo o incluso interior. Cuando Andrés es un mediapunta por naturaleza. No tiene el recorrido de un interior, y por eso su espalda sale gratis. Ni el gol de un extremo Barça, con esa diagonal profunda. Iniesta sigue siendo ese chaval de Fuentealbilla que veíamos en los torneos de verano de Brunete. Ese crío que se divertía al borde del área dejando a su paso un reguero de rivales en el suelo y con un último pase demoledor. Desequilibrio es la característica que le hizo llegar al Barça y la que nunca dejó de definir su juego.

¿Y este año qué? Pues este año le toca jugar en el lado fuerte y junto al que está llamado a ser la estrella futura del equipo o el segundo mayor foco de fútbol del club blaugrana. Debe ser de esa sociedad con Neymar, o incluso de ese triángulo con el lateral de ese lado izquierdo, habitualmente Jordi Alba, del que salga el otro gran foco de fútbol del equipo tras lo que genere el incombustible diez. Pero el problema, una vez más, vendrá en la transición defensiva, dado que, como ya hemos comentado, Andrés no siente que tenga que cerrar su espalda, y Busquets no podrá llegar siempre a todo…

Ya hemos comentado alguna vez por aquí, que Neymar es un jugador eminentemente asociativo y con una importante tendencia hacia el juego en otras zonas del campo que no manchan sus botas de cal. Y es ahí donde el ocho y el lateral deberán entender bien esa liberación y ocupación de espacios. En la medida en que la sociedad Neymar & Iniesta funcione, la integración del primero será mejor y más rápida, pero sobre todo mitigará la importancia de la dificultad en el espacio existente tras las espalda de Andrés, dado que la calidad de la transición defensiva mejorará por obra y gracia de la calidad en el juego de posición ofensivo de esa parte izquierda del campo.

Hoy en día esto es una arista, quizá la última que el Tata tendrá que limar de este diamante en bruto que es el nuevo Barça.