Lo que hemos vivido hasta hace nada no era normal. El Barça era el más grande de la Historia para muchos, de los últimos 30 años para alguno, pero el mejor del mundo para todos. El Real Madrid, aunque nunca lo terminó de cristalizar con resultados, también opositaba a segundo mejor equipo del Globo. No solo Messi y Cristiano eran los números 1 y 2, sino que Mourinho y Guardiola también. Iniesta o Benzema estaban en la terna para ser “los primeros de los mortales”; Pepe y Ramos eran (o parecían inexpugnables) y Xavi era el señor del tiempo.

Casi todo ha cambiado desde esas y por tanto el nivel y desarrollo de los partidos entre ambos también. El nivel anterior permitía a los dos equipos hacer cosas que no eran normales, sobre todo el Barça: plantearse partidos en los que la transición defensiva daba igual porque, literalmente, no iba a perder el balón; sacar el esférico desde atrás ignorando los riesgos, defensa de 3… muchos eran las situaciones irreales que se podían llevar a cabo. Pero este nivel ya pasó, como se vio el año pasado. Para competir, para competir de verdad en los partidos de 5 estrellas era necesaria una vuelta de tuerca a la normalidad. Algo que el Tata ha ido enseñando desde que está al mando y que hoy aplicó sin problema. Era necesario romper ciertas prebendas que maniataban al equipo, así como solucionar las dudas tras la última semana que recordaban el aroma de la temporada pasada.

La principal era Neymar. Estaba claro que lo de Milan no se podía repetir, porque reducía la aportación del brasileño a la nada (más allá de su talento). Que Martino apostase por Cesc de falso 9 fue la decisión más lógica aunque también la más incómoda: Messi quedó alejado del gol y Marcelo se encontró liberado. Sin embargo fue un acierto, como no podía ser de otra forma. Al brasileño se le dio lo que pedía y lo que el equipo necesitaba.

Menos normal fue la decisión de Ancelotti para asaltar el Camp Nou. La alineación avisaba que Ramos, Varane y Pepe iban a ser titulares, lo que sumado a Carvajal y Marcelo parecía indicar una línea clara de 5 defensores. La medida más allá del impacto anímico parecía acertada: permitirá al Real Madrid ser anchísimo (desarbolando a Busquets) y llegar en vuelo (Neymar y Messi no tendrían retorno). Sin embargo, la ubicación del capitán merengue fue de mediocampista por lo que Carletto se quedó sin sorpresa táctica y siguió golpeando el estado anímico de los suyos: el Barça empezaría el partido como el equipo grande, y el Real Madrid como el equipo pequeño.

Y así se desenvolvió la primera media hora del partido. Pronto vimos que “la operación: liberar a Neymar” funcionaba perfectamente. El Barça volcaba el juego por la izquierda donde el brasileño fue un continuo foco de ventaja, tan potente que incluso muchas veces sus compañeros no se pudieron aprovechar de todo lo que generaba. Junto con Iniesta pronto inclinaron el campo hacia ese lado, porque además el Real Madrid no podía centrar todas sus vigilancias en esa zona: la presencia de Messi en el lado débil del ataque culé obligaba a los merengues a ser anchos, era imposible formar un muro compacto de pequeños metros volcado sobre la derecha blanca.

Parecía cuestión de tiempo que el brasileño consiguiese decantar la balanza. No es que hubiese ocasiones de gol, pero las posesiones del Barça eran demasiado continuadas como para pensar que no iban a conseguir sacar ventaja de lo que Neymar producía en una zona donde el Real Madrid no tenía ningún dispositivo especial para pararlo. Los culés presentaban una tímida presión (personalizada en Cesc, Xavi, que hacía el esfuerzo más largo y un poco de Iniesta), pero era la poca capacidad blanca para elaborar juego, resumido en varios pelotazos, la que ayudaba a que el cuero fuera casi siempre de los locales, que así podían vivir en la izquierda de manera continuada y sin demasiados esfuerzos defensivos. El gol, jugada de Iniesta, materializado por el ex del Santos y con Carvajal sin ayudas era una metáfora de lo que estaba ocurriendo.

A partir de ahí se produjo otro partido, porque Martino no quiso arriesgar ni un ápice (ya no es que lo estuviera haciendo antes). Una posesión larguísima culé, que recordó sensaciones pasadas, dio inicio a un equilibrio del juego entre los dos rivales. El líder de la Liga dio un paso atrás replegando y olvidándose de la presión. El Real Madrid que con Ramos de 5 y Bale de 9 no terminó de encontrar la forma de asentar la jugada, se veía mas cerca del marco de Valdés, pero de lejos del gol. Por su parte el Barça preparaba cabalgadas por delante en busca de la sentencia. Aunque no se dio, así pudo haber sido.

El inicio de la segunda parte si fue una película distinta. Si el primer tiempo fue un fútbol de control culé, primero por medio del balón, segundo por medio de la ocupación de espacios defensiva (ayudado por el ataque blanco), ahora fue distinto. El Real Madrid salió mandón apuntando primero y cristalizando después. Los cambios de un Ancelotti más inspirado en lectura del partido que en planteamiento inicial ayudaron: Illarramendi mejoró ipso facto el juego merengue y Benzemá racionalizó su ataque. Fue la fase blanca, en la que tuvieron dominio real gracias a la posesión. Las jugadas de los merengues se volvieron prolongadas y sostenidas, sin tener el Barça mucha capacidad de recuperar el balón. Así había planteado el partido el Tata y así se estaba dando. Con el balón en manos culés, estos podían permitirse que Carvajal y Marcelo estuvieran liberados, porque pocas veces podrían salir. Ya sin él, y renunciando a la posibilidad de recuperarlo, los laterales blancos empezaron a pesar, sobre todo el brasileño.

El partido exigía una rápida respuesta por parte del entrenador culé, que no se produjo y la realidad es que el Real Madrid rondó el gol desde dentro y desde fuera del área que hubiera sido producto de lo que veíamos. No tardó más Martino y buscó otra decisión normal: Cesc fuera, Messi de falso 9, Alexis a controlar a Marcelo. Tocaba sufrir y ahí el de Tocopillato iba a responder. Fueron minutos planteados al desgaste, en los que el propio Barça atacaba con poquísimos hombres, los tres delanteros y uno de los interiores. Los laterales, sello del de Rosario en el equipo, actuando como defensores, sin apenas incorporarse en estos momentos.

El genial 2-0 terminó por cambiarlo todo. El Real Madrid estaba mas lejos que nunca tras tocarlo con los dedos, y Gerardo pudo terminar de aderezar su plan. Primero Song y luego Pedro terminaron de dar empaque al equipo cerrando el partido de una forma diametralmente distinta a como hasta ahora lo han buscado los técnicos culés. No es catalán, ni de la escuela de Rinus Michel y Johan Cruyff, pero quizá es lo que necesitaba el Barça.

Es pronto para decirlo, pero el giro a la normalidad que aplicó hoy es quizá lo que el equipo necesitaba. Por lo pronto, ya ha conseguido la noche (y quizá el punto de inflexión) que el equipo no tenía desde el 1-3 del Bernabeu. Muchas cosas han cambiado desde esa noche.

P.D. 1: Cabe destacar que en el período de mayor dominio blanco, donde el gol estuvo más cerca, la zaga culé (Mascherano a parte) demostró mucha capacidad de sufrimiento. Necesario mencionar a Alves y sobre todo a Piqué, que hoy han demostrado mucha jerarquía y suficiencia sobre el campo. Y no es la primera vez esta temporada.

P.D. 2: El gol de Jesé es significativo para el Real Madrid. Aquí hay jugador, de los que eligen el fútbol y posiblemente el fútbol les elige a ellos. Valdés, que tuvo una gran noche, yerra en el gol del canterano blanco, pero es posible que si ese tiro lo hubiera hecho otro jugador, el portero catalán lo hubiera atajado.