PERIQUITOS AL GUACAMOLE

Hoy recordamos el derby de la Ciudad Condal de la temporada pasada en el que Javier Aguirre ya era el entrenador del R.C.D. Espanyol. ¿Ha cambiado mucho ese equipo respecto al actual? ¿Entre bajas y altas de esta temporada ha subido un escalón el equipo periquito?

El Espanyol de Pochettino fue una historia preciosa. Supuso la aparición de un entrenador muy interesante del que cabe esperar logros importantes en el futuro. Un hombre de club y con aptitudes de manager que conquistó con mano firme un vestuario explosivo e impuso el buen trabajo en un club caótico. La meritoria labor del argentino supo conciliar la competitividad deportiva con una dinámica de trabajo marcada por los grandes condicionantes económicos. Pero todo se acaba. Un balance de traspasos especialmente descorazonador, bajas muy sensibles en los primeros meses de la competición y las reglas que él mismo impuso al vestuario y al juego del equipo llevaron en el inicio de esta temporada su proyecto a un punto que si no era de no retorno sí que lo parecía. El Espanyol pintaba mal, muy mal, y la directiva tiró de la solución habitual para buscar un respiro inmediato: cambio de entrenador. El elegido, Javier Aguirre, un técnico experimentado en el fútbol y en la liga, con fama de salir a flote en situaciones complicadas.

No descubriremos ahora el libreto del vasco, bien conocido: una propuesta de corte clásico y mecánica sencilla, más exigente en la búsqueda de compromiso de sus jugadores que en una interpretación futbolística que nunca resulta muy complicada. Líneas adelantadas y presión agresiva, si le dejan; repliegue si no hay más remedio. La solidaridad en el trabajo defensivo no se negocia. El mexicano exige retorno a sus hombres de banda, líneas juntas y un alto grado de activación en todos sus hombres. Tras recuperación, a correr. La transición mejor cuanto más directa y sostenida por unos pocos efectivos clave entre los que destaca la figura del nueve, al que el entrenador otorga gran responsabilidad como receptor de balones calientes y garante de la incorporación de sus compañeros. A priori no parece una propuesta que se ajuste especialmente bien a una plantilla donde prima la inexperiencia, pero el grupo lo ha recibido con los brazos abiertos. El plan de Aguirre ha arropado a una plantilla que llevaba meses mostrando una fragilidad defensiva caricaturesca y que, si bien no anda sobrada de oficio y resiliencia, sí cuenta con muchos espíritus voluntariosos.

Esta circunstancia se hace especialmente evidente atrás. El Espanyol adolece de una línea defensiva vulnerable, especialmente en los flancos. En la derecha es conocida la fragilidad defensiva de Javi López y en la izquierda la aparición del joven Víctor Rodríguez ha sido positiva pero dista mucho de ofrecer gran seguridad. Ambos leen bien los espacios en ataque pero Aguirre, prudente, les ata, por lo que es probable que Capdevila se asiente como lateral izquierdo titular. El catalán no está para grandes trotes pero atrás su experiencia se agradece. En el eje el nuevo entrenador ha recuperado a Colotto y cuenta con Raúl Rodríguez como alternativa fiable, pero el hombre más destacado es Héctor Moreno, importante por arriba y fundamental en salida. Hay calidad en los centrales, pero no son un fortín. La mayor seguridad que el Espanyol encuentra atrás se la ofrecen sus porteros, pues tanto Cristian Álvarez como Kiko Casilla son fiables bajo palos y el juego del equipo no les pide otra cosa.

La arquitectura básica del Espanyol de Aguirre se acerca más al 4-1-4-1 que al 4-2-3-1, aunque el carácter conservador de uno de los interiores y la incapacidad que ha demostrado el equipo por imponer la línea adelantada genera a la práctica una dinámica de doble pivote en la que el mediocentro ejerce de ancla y su acompañante, a quien se pide en principio un trabajo de presión desde la línea superior, actúa más liberado a la altura que le exije el rival, siempre por detrás del diez. No son buenas noticias para Cristian Gómez y Sergio Tejera, a los que cuesta encontrar un hueco en los planes de Aguirre. Por el contrario, la garra de Víctor Sánchez ha convencido al vasco. Inicialmente usado como mediocentro, el catalán es un jugador desordenado sin balón y ha encontrado mejor acomodo como interior mordedor, posición desde la cual secunda a Verdú con una cuota de apoyos cortos que, sin ser gran cosa, el mediapunta agradece en medio de la aridez general del desarrollo con balón del equipo. Las espaldas se las cubre Forlín, un mediocentro peculiar que merece más atención de la que se le dedica. Algo voluble y con tendencia al error aislado, es fiero y efectivo en la marca y se mueve bien en aquellos callejones del fútbol en los que el reglamento se diluye en favor de aquél futbolista que sepa aprovecharlo. El fútbol que propone Aguirre le viene como anillo al dedo.

Quizá el cambio de rumbo más evidente en la dirección técnica periquita se observa en las bandas. Pochettino era poco amigo de las posiciones fijas y dotaba a su frente ofensivo de una dinámica muy sutil, nada que ver con la propuesta diáfana de Aguirre: extremos a pierna cambiada, replegados en defensa y verticales tras robo. Wakaso es el dueño de la banda derecha pero no estará presente ante el Barça. El ghanés es un futbolista caótico en la toma de decisiones, explosivo en lo emocional, pero es raro el partido en que el Espanyol no saca partido en algun momento de sus excelentes condiciones físicas y técnicas para profundizar. Sin duda Aguirre preferiría disponer de él. Su sustituto natural es Cristian Alfonso, extremo zurdo de menor calado cuyo trabajo fue muy elogioado por el entrenador tras el partido del Bernabéu. En banda izquierda el entrenador mexicano aprecia la veteranía de Simao, al que muchos ya no esperaban, y el porutugés está respondiendo. Generoso en un despliegue muy exigente para los años que achacan sus piernas y siendo importante en una faceta impropia, el juego aéreo, aunque cabe esperarle más bien en el golpeo a portería. Su alternativa es Rui Fonte, que corre más y juega bien pero pesa muy poco.

Quedan Verdú y Sergio García, los dos futbolistas más importantes del Espanyol. El diez es una figura omnipresente generando ventajas con balón y vuelca al equipo sobre el área rival desde su calidad para batir líneas y su gusto por el pase filtrado y el golpeo a portería. Su calidad técnica y el enorme radio de influencia de su fútbol, tanto en el eje vertical como el horizontal, esconden muchas carencias del colectivo. Pero la credibilidad en el marcador la aporta Sergio García. El delantero barcelonés tiene gol y es un manual andante de profundidad. Brillante en la lectura de espacios, sus movimientos por delante del balón cubren todo el frente ofensivo y tras recepción tiene calidad y potencia para guardarla y desbordar. Ambos se complementan a la perfección, aunque la rudeza con balón del nuevo proyecto descoloca un poco a Verdú, acostumbrado a tener un contacto más sostenido con la pelota. Aguirre le usa como hombre más adelantado en la presión, permitiéndole aventurarse bastante lejos de la línea de mediocampo, lo que lo habilita como ejecutor de la transición ofensiva en posiciones muy adelantadas, y Verdú se está adaptando bien. Ahí se beneficia del espacio y las soluciones que le ofrece Sergio García, al que Aguirre gusta de usar de nueve en detrimento de Stuani, su primera elección para la posición, y de Samuele Longo, excelente delantero al que Pochettino se agarró en sus últimos tiempos pero que no parece entusiasmar al nuevo entrenador.

Ante el Barça la gran duda es la altura a la que plantará sus líneas Aguirre. Por lo general las prefiere arriba y agresivas, pero su Espanyol ya se ha mostrado incapaz de mantener la presión adelantada ante rivales con menor manejo de balón que los azulgranas, por lo que cabe esperar la imposición del repliegue y muchos minutos de defensa posicional. Ante el Real Madrid se dio un escenario similar y el Espanyol descubrió sus flancos cerrando sin balón a los extremos, reforzando así la defensa del carril central. Fue positivo. Se acumulaban más hombres en el centro y la primera línea defensiva que marcaban los extremos mantenía a Forlín y Víctor Sánchez atrás y más ordenados de lo usual. Esta medida todavía sería más recomendable contra un Barça al que los repliegues estrechos incomodan más que la defensa de los carriles exteriores. La baja de Wakaso podría dar lugar incluso a un doble lateral con la entrada de Raúl Rodríguez atrás y adelantando a Javi López en el lado fuerte del Barça.

Pero sea como sea cuesta imaginar que el Espanyol se imponga al Barça a través de un cerrojo sostenido. Los de Aguirre cierran mejor que antes pero están lejos de ser determinantes en este aspecto. Ceden ocasiones y pueden mostrarse especialmente desordenados ante una buena circulación que atraiga marcas y genere recepciones a espaldas de los centrocampistas. Si les encierran en su campo la salida será complicada y a la larga Aguirre tirará del juego directo hacia Stuani, un recurso en el que tiene mucha fe pero que se ha demostrado muy poco efectivo. La clave estará en la activación emocional de los periquitos, un argumento que se demostró muy potente en manos de Pochettino y que su sucesor parece manejar también con suficiencia. Con la agresividad adecuada, esa que siempre encuentra atajos para acudir puntual a un nuevo Barça-Espanyol, el equipo de Aguirre podrá imponer quizá no un escenario completo pero sí fases de presión adelantada que dañarán la circulación culé, activando así la transición ofensiva a buena altura. Se buscará a Verdú entre líneas y este asistirá a Sergio García, que trabajará siempre la espalda más expuesta de la zaga culé, presumiblemente el lateral izquierdo. Ahí está el guacamole. El rédito que el Espanyol saque de estos envites marcará las expectativas de los periquitos en un derbi del que difícilmente sacarán algo positivo si viven noventa minutos atrincherados en campo propio.