Las preguntas que el Celtic le planteó al Barça de Tito hace un año siguen sobre la mesa tras el encuentro de hoy, pero hay dos novedades importantes que sirven para contextualizar parte de lo sucedido en el impactante Celtic Park. En primer lugar, el plan del Celtic de Glasgow tuvo que ajustarse a la gigantesca figura de Neymar. Digamos adiós al doble central que cualquier equipo le planteaba al Barça sin castigo durante los últimos años y demos la bienvenida al doble lateral izquierdo, con el que más de un equipo intentará minimizar al brasileño. Esto crea nuevas dinámicas que quizá el Barça aún no explota como podrá y que serán más potentes en la medida en que Neymar centre su posición y agrande su influencia, algo inevitable. La segunda novedad es paradójica y tiene que ver con la transición defensiva del Barça. A pesar de la mejora en el comportamiento defensivo del Barça, el Celtic de Glasgow salió demasiado fácil para lo que propuso en ataque y para su competencia técnica. Me atrevo a sugerir que sin la concentración de Bartra, Samaras pudo haber hecho bastante daño y creo que merece la pena discutir hasta qué punto la mejora de la transición en el Barça se basa en principios colectivos sostenibles o en actuaciones individuales destacadas.

Las opciones de la delantera del Celtic quedaron claras ya en el minuto cinco cuando Stokes filtró sin apenas oposición un pase a Samaras que hubo de solventar Valdés saliendo a los pies del delantero. Poco después Matthews atacó por la derecha sin ser estorbado por nadie, pudiendo elegir entre el carril interior o el exterior para desplegarse. Iniesta no va a pelear su espalda, eso ya es un hecho, y Matthews corrió unos 20 metros sin oposición. Sin consecuencias, ciertamente, pero el detalle es significativo. En la segunda parte el Celtic sí fue capaz de superar la presión culé con algo de continuidad y creó un par de situaciones de peligro que bien pudieron haber supuesto un empate no del todo injusto.

Y eso que el Barça hizo un montón de cosas bien, especialmente en el sector izquierdo. Neymar empezó fijo en banda, relativamente sujeto por Lustig y Matthews, con ocasionales ayudas de Brown. Iniesta empezó el partido un tanto tímido y Adriano no podía desatascar la zona por sí solo. La situación se desbloqueó gracias a Cesc, soberbio en el diagnóstico y la ejecución. Fábregas, desde el minuto diez, comenzó a incrustarse entre Neymar e Iniesta, dividiendo la atención de Matthews y Brown, con lo que Neymar pudo atacar a Lustig en duelos individuales que el lateral aguantó como buenamente pudo. Si de estos movimientos no se derivó más peligro fue por la falta de profundidad del resto de jugadores del Barça, impreciso Alves e ineficaz Pedro.

Durante la primera media hora Iniesta situó la posesión en tres cuartos, aunque ya en el minuto 26 Fábregas se colocó como interior izquierdo para acelerar la circulación del balón. La hiperactividad de Cesc llegó a expulsar a Iniesta hacia zonas centrales y retrasadas, dejando caer un guante que Neymar recogió para centrar su posición, llenando el hueco dejado por Cesc. De este triángulo nació también el principal circuito de salida de balón del Barça, que se basaba en un movimiento simple pero provechoso, que puede tener consecuencias en el futuro. Cesc, Neymar e Iniesta intercambiaban sus posiciones de manera que arrastraban rivales y uno de los tres, generalmente Andrés, recibía solo, muy pegado a la banda, pero rodeado de opciones de pase.

Durante todo el primer tiempo y buena parte del segundo, Iniesta –que ha jugado un partido más que decente- hizo de Xavi, reclamando balón y dejando para Neymar el desequilibrio: a medida que pasaban los minutos el delantero era cada más agresivo en sus diagonales y más genial en lo técnico. Cesc se filtraba entre ambos, alternando la base de la jugada con la ruptura y cayendo a banda cuando la jugada lo requería. Lo que no tengo claro es qué hacía Xavi mientras tanto. En la segunda parte, hacia el minuto 55, hay una serie de jugadas en las que el Barça esquiva claramente a su capitán, buscando sin reparos a Iniesta y a Cesc. Casi parecía que estaban flotando a Xavi, cuyo momento pareció llegar tras el gol. En los últimos diez minutos Xavi Hernández pide el balón para intentar dormir el partido pero no lo consigue y el Celtic roba con cierta facilidad, creando más peligro del que su acierto justificaba. Si las vías de agua no han ido a mayores fue gracias a Bartra que, como ya apunté antes, por fin parece consolidarse en el equipo. Su lucha contra el incómodo Samaras ha sido sobresaliente, pero su aportación no se quedó ahí. En la segunda parte, con Neymar volcado a la derecha, Bartra protagonizó dos jugadas ofensivas interesantes, disparando desde lejos en una y filtrándose entre lateral y central en la otra. Desde mi punto de vista Bartra no ha aprobado ningún examen. Más bien le pregunta al entorno por qué ha hecho falta una reválida tras salir vivo del marrón de Munich.

Hoy Xavi no ha sumado, pero lo de Pedro casi fue una resta y eso a pesar de que sus desmarques en la primera media hora tenían toda la mala intención del mundo. Pedro ha perdido esa aureola sagrada de goleador imprevisto sin la cuál el canario se nos queda en un jugador que ni pesa ni amenaza. De hecho, a día de hoy, cuesta reconocer en Pedro a un delantero de élite. Hoy Alexis le ha vuelto a dejar en evidencia y, además, nos ha permitido echarle un vistazo breve a lo que podría ser el chileno en un contexto más adecuado a sus virtudes. Alexis ha dado dos asistencias, una rematada a la red por Cesc y otra marrada por Neymar, no ha marcado de milagro y, en general, ha corrido siempre hacia donde más daño podía hacer. Durante el tiempo que Alexis estuvo en el campo Neymar ya había centrado definitivamente su posición, de modo que la atracción del brasileño creó espacios que Alexis explotó con acierto. No es probable que estas actuaciones se repitan porque el Barça no le pide esto al chileno pero no estaría mal que lo hiciera de vez en cuando.

Lo que sí han pedido a gritos Cesc y Neymar es un nueve. No quisiera enfangarme en el debate del “Plan B”, pero en no menos de seis ocasiones el Barça buscó una pared con un delantero fijo y no encontró quien pudiera desempeñar ese papel. Tan simple como eso. ¿Enriquecería un nueve el ataque del Barça sin estorbar a la génesis de su juego? No lo sé. La teoría es una cosa y la práctica es otra y hoy, sobre el campo, los jugadores más activos del Barça han echado de menos a un hombre entre centrales devolviendo el balón de cara. O eso me ha parecido ver a mí.
Llegamos al final y creo que no queda mucho por apuntar. Si acaso, dedicarle un triste recuerdo al rostro sombrío de Song, enorme interior en el Arsenal reducido a entrar en el minuto 88 en un equipo que no sabe para qué le quiere. No tengo claro que Song sea más jugador que Keita pero, desde luego, es más de lo que el Barça está sabiendo aprovechar. Convertir a un interior profundo en un relevo ineficaz de Busquets es tan doloroso que casi me gustaría ver al bueno de Alex de vuelta en en la Premier.

Llega el momento en que me toca arrojarme a los pies de los caballos y compartir una percepción que quizá, no lo ignoro, no esté bien fundamentada. Comenzaré por aclarar que no ignoro que Sergio Busquets ha jugado un partido notable cuando menos, martirizando en la presión avanzada a los medios del Celtic. Fue, como tantas otras veces, un argumento defensivo de primer orden y, aún así, me deja lleno de dudas. Aclararé también que el partido del Barça me ha parecido razonable, solvente, incluso con algún puntito de brillantez pero ha habido por lo menos tres jugadas en las que el Celtic superó mediante combinaciones sencillas la presión anticipada del Barça, encontrándose un paraíso a espaldas de los interiores. Tres jugadas que en condiciones normales no deberían haberse producido. Apenas han sacado réditos gracias a que Bartra sujetó a Samaras y a que los atacantes rivales no derrochan imaginación pero el peligro estuvo ahí.

¿Cuál es el precio de que Sergio Busquets se arriesgue sistemáticamente a robar muchos -no todos- balones en zonas avanzadas? ¿Está el Barça beneficiándose de que sus medio campistas salten a por el conductor del balón tal y como hacían en 2011 o principios de 2012, cuando la posesión estrechaba el campo? Yo diría que no. Los interiores son más inoperantes que nunca en el retorno defensivo y si el medio centro presiona por defecto cualquier equipo de élite se encontrará con dos pasillos que solo los centrales podrán salir a cerrar. Está situación tan precaria, que se podría solucionar mezclando presión y repliegue, a día de hoy convierte en bueno cualquier planteamiento ofensivo contra el Barça. El Celtic, sin ir más lejos, ha recibido ataques en ventaja que no habría logrado crear por sus propios medios. Se le ha invitado a explotar los defectos propios en lugar de intentar minimizarlos. ¿Hay que asumir esta inseguridad hasta que se generen nuevas certidumbres en torno al balón? No parece tener mucho sentido. Hoy el rival no ha aprovechado las facilidades -pocas, ciertamente, pero reales- porque no tenía recursos para hacerlo y la victoria es importante, por el escenario y los recuerdos que despertaba, pero mañana volverán los equipos que si huelen sangre muerden hasta el hueso. El Barça dispone de más talento defensivo del que se suele reconocer -aunque menos del que una vez tuvo- y tengo la impresión de que la rutina le está llevando a conceder más ocasiones de las que justifica el fútbol de sus adversarios.