Dejó el listón muy alto. Difícil superar a alguien que ha cumplido todos los objetivos desde que llegó en el verano de 2011 al banquillo del Real Valladolid. Miroslav Djukic puso, sin querer, las cosas muy complicadas a su predecesor, pero Juan Ignacio Martínez ha buscado, desde su fichaje por el club blanquivioleta, mantener la esencia de aquel equipo que ascendió jugando bien y se mantuvo jugando bien. No era tarea sencilla.

Para ello JIM cuenta con una plantilla mucho más amplia, competitiva y complementaria que la que tuvo Djukic la campaña pasada. Ha sumado matices y no ha perdido ninguno. Ebert, Rueda, Marc Valiente y Óscar siguen, Mariño, Bergdich y Osorio llegan y únicamente se ha marchado Balenziaga. Pocos clubes de la zona media – baja pueden decir que no perdieron ningún hombre clave, el Real Valladolid es uno de ellos.

Desde que se confirmó la marcha del técnico serbio rumbo a Valencia, presidente y director deportivo de la entidad vallisoletana se empeñaron en buscar un entrenador capaz de mantener el estilo que construyó Djukic. Luis Enrique estaba prácticamente convencido cuando llegó el Celta. El ex de la Roma incluso ya había hablado de fichajes y posibles incorporaciones. Pero se decantó por un proyecto en el que disponía de dinero para gastar en Nolito o Fontàs, piezas que él presumía importantes y que serían imposibles de firmar a orillas del Pisuerga.

El plan B era Juan Ignacio Martínez. Quizá no por su etapa en el Levante, desde luego que sí por su etapa en el Cartagena, un club modesto, recién ascendido a la Liga Adelante por aquel entonces, que rozó el ascenso practicando un fútbol muy atractivo. Asignatura difícil en la competitiva segunda división.

Muchos cambios desde la llegada del técnico alicantino. Tal vez no muy profundos, pero sí importantes. JIM tenía -tiene- claro que para mantenerse hay que disponer de un amplio abanico de posibilidades, de variantes por si algo falla. Es un míster que se adapta a sus jugadores. Y al rival.

El Real Valladolid es ahora un equipo que juega el balón desde el portero. Siempre en Zorrilla, en campos rivales se contempla que Mariño pueda jugar en largo, algo inviable siendo local. Centrales abiertos (JIM cambió de lado a Rueda al central zurdo para orientarle a filtrar pases al centro o al envío largo al extremo o lateral diestro, mientras que Marc Valiente está perfilado en el central derecho para permitirle la salida en conducción), laterales proyectados y un medio en salida lavolpiana entre centrales, llámese Álvaro Rubio o Javi Baraja, que será el que presumiblemente juegue en el Camp Nou tras dos buenas actuaciones en los últimos partidos. Un escalón por delante, Lluís Sastre busca dar continuidad a la jugada y asentar la posesión en campo rival, flanqueado por dos extremos, Ebert, ya de sobra conocido, y Omar o Valdet Rama en la zurda. Dos jugadores, estos últimos, con los que se gana velocidad y desborde.

Ahora viene lo esencial. JIM no ha podido contar con Óscar, jugador trascendental en las últimas campañas y cuando lo ha hecho, el mediapunta salmantino no ha exhibido su mejor estado de forma. Óscar no ha empezado bien. Para paliar su baja por lesión, Juan Ignacio ha encontrado en Osorio el hombre ideal. Aquí cambia todo. El 4-2-3-1 de Djukicha pasado a ser un 4-4-2 en las últimas jornadas.

Humberto Osorio es un jugador pegajoso, un delantero que no cesa de correr en los noventa minutos, que saca siempre a los centrales de su zona de confort. Aprovechando esta cualidad, el punta colombiano arrastra a los dos hombres del eje central de la zaga en transición ofensiva, lo que conlleva abrir espacios entre centrales y mediocentros, espacio que aprovecha Javi Guerra, el otro ariete del sistema, para dejarse caer por allí. Si Guerra ya era uno de los delanteros que más se relacionaban con el balón en toda la primera división, JIM quiere que lo sea aún más. Al más puro estilo de fútbol sala, controla de espaldas, abre a las bandas y carga el área en busca del centro. El Real Valladolid ha ganado mucho aunque los resultados no hayan sido del todo favorables en las dos últimas jornadas.

Juan Ignacio nunca ha buscado ser el heredero de Djukic y no cambiar nada, vivir estancado en la sombra de un pasado comfortable, sin apuros. Todo ello implica demasiados riesgos. Él quiere un Real Valladolid diferente, mucho más arriesgado que el del serbio, con mucho más control del balón. El Camp Nou juzgará. Un campo en el que, por cierto, Djuka no varió su forma de jugar, como no lo hizo tampoco en el Bernabéu. Con JIM, sin embargo, puede que esta vez sea diferente.