Asumiendo que el juego del Barça se ha define desde el dominio del balón cabe señalar que el equipo azulgrana ha estado mucho tiempo barajando algunas funciones de doble pivote. Lo hacía con Busquets y Xavi, siendo el primero un mediocentro que en posesión de la pelota cedía al seis el espacio oportuno para manejar el primer pase. Este reparto de espacios por delante de la defensa no se traducía luego en una mayor presencia defensiva en la zona dado que una vez que el balón progresaba Xavi también ganaba altura y tras la pérdida ya no recuperaba su plaza al lado de Busquets. Al contrario: empezando por el propio mediocentro el movimiento del Barça en conjunto era hacia adelante, aprovechando que perdía el balón muy arriba para cercar al rival cuando este recuperaba la posesión cerca de su propia área y arrebatársela lo antes posible.

Pero los tiempos cambian. El control de balón inaudito que permitía al Barça empujar a los rivales hacia su propia portería contra viento y marea agoniza y de este modo el equipo de Gerardo Martino, como ya le ocurrió al de Tito Vilanova y en menor medida al del último curso de Pep Guardiola (cuando este viejo Barça era tres años más joven), se ve abocado a defender situaciones para las que no está preparado. Los rivales transitan rápido en ataque, con mayor frecuencia y solvencia que antes, e incluso se permiten algunas fases de ataque posicional que empujan al equipo catalán a la defensa de su propia área. La mejor versión del Barça del último lustro descartaba estos escenarios porque su fase de balón los prevenía, pero ahora que esto no ocurre se evidencia que ni la planificación de su plantilla ni el libreto táctico con el que lo ganó todo contemplan soluciones específicas para este problema.

No es una simple cuestión de estilo. Pause o acelere el balón el Barça siempre presenta una debilidad intrínseca en su defensa del carril central. Un juego más vertiginoso acentúa las opciones del rival para transitar con peligro hacia el área azulgrana a cambio de otras ventajas ofensivas. Si por el contrario Gerardo Martino propone un manejo de balón más pausado gana mayor control del partido pero si el rival no cede el balcón del área desde un repliegue voluntario al Barça le resulta complicado que la posesión se muestre lo bastante contundente como para fiarlo todo al modelo defensivo de antaño. No es precariedad, es la normalidad que este equipo pudo ignorar durante algunas temporadas. La precariedad viene luego: de una forma u otra el Barça se expone a la réplica del rival porque opone a las salidas interiores, que es donde se cocina el peligro, un dispositivo vulnerable. Acompañado por interiores cuya incidencia defensiva es mínima, eje de un mediocampo diseñado para dominar el balón frente a la portería contraria, Busquets siempre ha estado sólo ante cualquier rival que cruce el mediocampo. Lo que antes era una quimera y ahora algo habitual.

El doble pivote, un protagonista ya habitual del debate actual sobre el juego culé, remite de inmediato a la necesidad que plantea la problemática azulgrana: asegurar mayor presencia defensiva en el carril central. Cabe señalar que la práctica totalidad de equipos que plantean una primera línea de dos hombres en su mediocampo no usan a dos mediocentros que se repartan el ancho del campo de forma más o menos equitativa, sino una combinación de mediocentro e interior donde ambos suman presencia defensiva en la misma zona pese a bascular el primero más bien sobre el eje horizontal y proyectarse el segundo en el vertical. En términos azulgranas este modelo mixto permite combinar mejor las necesidades tras pérdida con un despliegue escalonado en ataque, algo importante para un equipo que seguirá priorizando el juego con balón.

El paso de un mediocampo organizado en 1+2 a un dibujo de 2+1 no supone un cambio traumático para el modelo de juego azulgrana y por ese motivo el Barça ha flirteado a menudo con esta variante. Pep Guardiola tiró con frecuencia de Keita como interior izquierdo, y lejos de encarnar el llegador empedernido del Sevilla el entrenador catalán le pedía que limitara su vuelo para arropar el territorio de Busquets en tramos de partido que exigían más consistencia al mediocampo. No fue el único caso. En su última temporada Pep Guardiola también experimentó las posibilidades de Thiago otorgándole protagonismo defensivo como interior derecho, y un año más tarde Tito Vilanova buscaba en Xavi quizá no un gran trabajo de contención pero sí mayor presencia tras pérdida manteniéndolo a la altura de Busquets. Juntar a dos mediocentros ya ha sido más raro en el pasado reciente azulgrana, pero también ha ocurrido: Touré Yaya, Mascherano y Alex Song han sido parejas puntuales del intocable de Badia.

El centrocampista marfileño ya no está en plantilla y el caso de Mascherano es complicado. El argentino es el centrocampista azulgrana menos ágil en la circulación de balón, por lo que su inclusión en el mediocampo azulgrana sería la menos coherente con el modelo futbolístico y exigiría muchos arreglos para asegurar la fluidez del balón. A su vez la limitada nómina de centrales favorece su continuidad en unas funciones de zaguero en las que encaja mejor que Alex Song. El camerunés es un mediocentro con proyección de interior al que cuesta mucho ejercer de hombre más retrasado del mediocampo azulgrana. Su agilidad con balón no es la de Busquets, y de hecho sus mejores cualidades en ataque se sitúan más arriba, siendo mejor asistente en tres cuartos que eje de posesión en la divisoria. Sin ofrecer gran fiabilidad táctica sus piernas cubren muchos metros y ganan balones, como ya se ha observado en algunos partidos embarullados de esta temporada, por lo que parece la mejor opción para complementar al mediocentro catalán ante necesidades defensivas muy específicas. Más como Keita que como Xavi, es decir, mejor para tramos de partido comprometidos que para el once titular.

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Aunque su juego pueda (y quizá deba) contemplar variantes accesorias el fútbol del Barça seguirá definiéndose desde el manejo del balón, por lo que su mediocampo exigirá la presencia de futbolistas capaces acaudillar la circulación. Por ese motivo cuesta encajar a Alex Song en el once: en el mejor de los casos su rol con balón emulará al de Busquets como garante de apoyos y continuador de la posesión, siendo su eficacia en la materia muy inferior a la del mediocentro de Badia. Lo mismo ocurriría con Jonathan Dos Santos, un futbolista sin demasiado protagonismo en el equipo, con un toque más afín a la exigencia del mediocampo azulgrana y menos despliegue que Alex Song, quizá más adecuado para suplir a Busquets que para acompañarle. Exigir mayor presencia defensiva tras pérdida a un interior que pueda asumir mayor centralidad con balón parece la única fórmula viable para que el Barça gane solidez sin dejar de reconocerse a si mismo. Y ese en realidad es el gran problema del proyecto azulgrana, porque opciones en esa línea maneja muy pocas.

La candidatura de Xavi ya fracasó la temporada pasada: el de Terrassa no es un activo apreciable sin balón por lo que en un mediocampo de 2+1 encaja mejor en la posición suelta, enfocado al gesto técnico en la frontal con el que ya experimentaron los predecesores de Gerardo Martino. Sin embargo el Xavi de tres cuartos no ofrece recepciones de espaldas, hay que activarle de cara juntando el balón en otro lado, algo complicado sin un interior fijo a su misma altura si no es que la ventaja llega des de la delantera… pero esta ya sería otra cuestión. Descartado Xavi se ha fantaseado a menudo con Iniesta como hombre más fijo en el primer pase, una opción que parecía más factible en el pasado. Con el paso de las temporadas el manchego se ha convertido en un futbolista muy definido cuyo protagonismo con balón nunca ha pretendido articular posesiones sino generar ventajas en tres cuartos, lo cuál implica un tipo de participación muy diferente en el juego. Iniesta no es un centrocampista de presencia continuada, sino un hombre al que se habilita más arriba. Aunque nunca se puede descartar una reconversión crepuscular ésta parece lejana y las escasas prestaciones defensivas del ocho tampoco apoyan la moción, de modo que el jugador sigue amoldándose mejor a la línea más adelantada del mediocampo. O incluso a un rol de centrocampista disfrazado de extremo que habilite al Xavi de tres cuartos.

En resumen, al margen del papel que puedan seguir desempeñando en el proyecto azulgrana, que seguirá siendo importante, los interiores que han definido el recorrido brillante de este equipo no ofrecen soluciones para la necesaria evolución del equipo, lo que no deja de ser una explicación convincente para las enormes dificultades que está demostrando el equipo catalán a la hora de encarar los nuevos tiempos. Ley de vida, quizá las respuestas deban aportarlas los nuevos.

El nombre es Cesc Fàbregas, y esto es tan claro como incierto. A un lado de la balanza se encuentran indudables credenciales: el centrocampista de Arenys de Mar ya destacó partiendo de la misma altura que el mediocentro en el Arsenal y es de largo el interior con mayor implicación y capacidad defensiva de la plantilla. Ante el Granada se vio, sin ir más lejos, un buen ejemplo de sus prestaciones en el rol. En el otro platillo, sin embargo, no se pueden obviar las dudas. A largo de su breve pero intenso recorrido en el primer equipo azulgrana Cesc Fàbregas ha encontrado más continuidad como delantero que como centrocampista y, lo más relevante, ha acabado por desfallecer en todos los roles en los que parecía asentarse. Si bien es cierto que hay que relacionar ambos asteriscos con la complicada convivencia del futbolista con el mediocampo precedente es evidente que apostar por Cesc Fàbregas en estos términos requiere valentía. Quizá la misma que necesita el equipo y la que está mostrando Sergi Roberto en sus apariciones con Gerardo Martino, otro centrocampista dinámico para gestionar varias alturas, familiarizado con la proximidad del mediocentro, que se implica en el trabajo sin balón y merece minutos en este equipo.

Juntar a Busquets con Alex Song o Mascherano de forma sostenida suena práctico en el plano teórico, pero la viabilidad en clave Barça de un doble pivote de este perfil es cuanto menos dudosa y no es de extrañar que sea un territorio tan poco explorado por tres entrenadores diferentes a lo largo de tantos años. Por el contrario, acercar un interior al mediocentro e invertir el triángulo del mediocampo azulgrana ha sido el camino por el que todos han transitado en busca de una consistencia que todavía no se ha alcanzado. ¿Opciones? Pocas, pero están ahí.