El verano había amanecido hacía 15 días entre sollozos y lloros de recién nacido. Era una mañana soleada en Barcelona y mi jefa me llamó para reunirnos. Con rostro muy serio me preguntó si había tenido problemas recientemente con el cliente. Que estaban muy decepcionados y que querían dejar de contar conmigo. Mi rostro dibujó una expresión atónita pero fría. No entendía nada y solo añadí un: “Me sorprende muchísimo, la verdad”. Pero no mostré más. Esperaba a que ella me anunciara los siguientes pasos cuando había asumido con cierta “naturalidad” que me quedaba sin trabajo. Entonces, mi jefa cambió de registro y saltó: “¡Es todo broma, Jordi! Que me ha comentado Sergi (jefe unidad de fútbol) si quieres trabajar con el Athletic en el stage de pretemporada”. No podía dar crédito a lo sucedido aquella mañana. Pero dije sí con una sonrisa de oreja a oreja que no cabía en toda la sala. Destino: Austria y Alemania.

La empresa en la que trabajo era partner del Athletic y organizaba el stage de pretemporada de un equipo al que volvía Ernesto Valverde tras la era Bielsa. Mi compañero Nacho me lo puso todo muy fácil desde Barcelona y antes de irme intentamos prever cualquier cosa que pudiera llegar a suceder. Aunque la experiencia acabó confirmando, como suele ser habitual, que las operaciones en el terreno siempre ofrecen sorpresas y hay que reaccionar e improvisar lo más rápidamente posible. Es la gracia de estas actividades aunque en ocasiones se generen situaciones controvertidas. Coordinar algo así al fin y al cabo siempre es un reto.

El 19 de julio, la expedición del Athletic viajaría a primera hora de la tarde en un vuelo chárter desde Vitoria hasta Salzburgo, ciudad en la que me cité con un coordinador autóctono y donde esperamos a toda la delegación. Nunca había pasado tanto tiempo entre aeropuertos y si bien no llegué a sentirme Tom Hanks en “La Terminal”, poco hubiera faltado. Tanto en Frankfurt, donde hice escala, como ya en el aeropuerto de Salzburg, tuve tiempo para aprenderme de memoria todas las cláusulas del contrato y leerme un número atrasado de la revista Panenka. Y tirar de Wi-Fi, claro.

Después de comer conocí a las dos primeras personas de la delegación: Ramiro y Juan Carlos, los chofers del club que habían salido de Lezama días antes en dos de los autocares oficiales del club. Ahí recogieron al resto de la expedición a su llegada a Austria. Mi persona de contacto del club era el antiguo delegado (Iñaki), sustituido ahora por el ex jugador de la Real y Athletic, Andoni Imaz. Fueron las personas con las que tuve más contacto durante los 10 días en el stage, coordinando, planificando y supervisando que todo fuera viento en popa. A pesar de considerarme un freaky del fútbol –es decir, con un interés por este deporte superior a la media-, había que actuar con toda naturalidad y profesionalidad. Era al fin y al cabo trabajo. Aunque fueron solo 10 días, estuve en el mismo barco que una institución profesionalizada que cuidaba hasta el más mínimo detalle –pude comprobar por ejemplo el tema de la alimentación en primera persona, todo el material y ropa controlado al máximo detalle…- y que me trató y consideró en todo momento como uno más de ellos. Desde Iñaki a los jugadores, técnicos, fisios, médicos, utilleros… E Iribar. Conocer en persona a tal leyenda del fútbol español y poder hablar con él fue algo impresionante. Que no terminaba de creerme. ¡Era Iribar, todo un mito! Éramos algo más de 40 personas en total. Y la palabra que sintetizaría para mí lo que representa el Athletic, a tenor de mi breve pero intensa experiencia es: comunión. Son una auténtica familia que desprende profesionalidad a la vez que cercanía y calor. ¿Si tiene algo especial el Athletic? Por supuesto. Es algo que se siente y hay que intentar vivirlo más allá de que tus colores sean otros. Es un club diferente cuya tradición simboliza algo más que un emblema de su historia y naturaleza.

En términos más estrictamente deportivos, pude asistir a cada sesión de entrenamiento de Valverde y comprobé en primera persona tras hablar con parte de la expedición, que las cosas habían cambiado mucho en poco tiempo. Marcelo Bielsa era un huracán de intensidad en todo momento y no permitía el más mínimo respiro ya no solo a jugadores sino a todo el staff. La metodología era radicalmente distinta, menos obsesiva y la atmósfera desprendía cierta tranquilidad, algo que anhelaban. Seguramente parte de la afición del Athletic no opine igual que muchos de los que estaban y están dentro de la organización y vivieron a Marcelo en primera persona, pero no cabe duda de que a pesar de las dos finales y buen juego –sobre todo la primera temporada-, el argentino desgastó muchísimo a la plantilla en todos los aspectos. Terminó en hacer imposible que el modelo se sostuviera. No de esa manera. El segundo verano estaban ya tan fundidos los jugadores que les costó muchísimo llegar a competir como el primer año.

Puedo decir que más del 90% de actividades en las sesiones de preparación incluían balón. No hay mejor manera de intentar captar la filosofía e ideas de un técnico que pudiendo asistir a los entrenamientos de su equipo. En aquellos soleados días austriacos, muy cerca de la frontera con el Tirol, lo que más sonaba en las sesiones del estadio de Leogang era el ruido de la pelota. Parecía claro que Valverde quería organizar el equipo a partir del balón y se trabajaban claramente formas de sacar la pelota jugada, gestación y finalización, siempre con un claro protagonismo del juego por bandas. Fueron frecuentes las repeticiones de inicio por medio, apertura a banda y centro para buscar el remate. Comprobar por ejemplo in situ cómo se entienden Iraola y Susaeta fue una gozada. Markel me pareció técnicamente buenísimo. Luego otro detalle que me impactó fue el tremendo golpeo de Beñat. Hubo una jugada en un ejercicio que simulaba un partido pero a lo ancho en la que controló exquisitamente en mitad de campo un balón que venía llovido y sin mirar a portería, estando medio girado de espaldas, chutó al larguero. Los que estábamos en la banda nos miramos unos a otros con expresión de: “menudo fichaje”.

Se habían planificado dos partidos en suelo austriaco, uno en Kufstein ante el recién ascendido a Bundesliga Eintracht Braunschweig y otro en Saalfelden contra el Hoffenheim. No es un tópico decir que se notaba la falta de frescura física y la diferencia de timing en la preparación del Athletic comparada con los alemanes (la Bundesliga empieza antes y estaban más rodados). Pocas conclusiones se podían sacar si bien los de Valverde eran técnicamente superiores a sus rivales. Ganaron fácil al Braunschweig y empataron a cero ante un rocoso Hoffenheim cuyos jugadores tenían un físico imponente en la mayoría de casos. El último partido de la gira por el centro de Europa sería en Freiburg ante el equipo local, que jugaría la Europa League por primera vez en la historia. Un nuevo empate a cero en un Mage Solar Stadium bastante lleno –era el día de la presentación oficial del equipo- y en el que pasé más calor que nunca como espectador. 38 grados en la grada. Una locura que Mundo Deportivo en su edición de Vizcaya no dudó de ejemplificar en portada a la mañana siguiente. Hacía demasiado calor para jugar. Tanto que se acordó hacer breves parones durante cada mitad para hidratarse.

Y calor es un buen concepto que resumiría toda la experiencia con el Athletic. Porque, por un lado coincidió una de las semanas más calurosas en la región de Salzburg. Pobre de mí que hice previsión de frío a la hora de preparar la maleta. Temperaturas medias superiores a los 34ºC cada día. Suerte que me dejaron dos polos del Athletic de mi talla y podía usar el servicio de lavandería en el lujoso hotel que incluía un lago natural maravilloso, abrazado a la montaña y con unas vistas preciosas. Y calor, decía, porque la proximidad y cercanía de la delegación del Athletic se hizo notar en todo momento. Fueron muchas horas compartidas en hotel, campos, autocar y vuelo chárter. Tantas y de tan grato recuerdo que nunca olvidaré una experiencia que de alguna manera supuso un sueño hecho realidad para un futbolero como yo: convivir unos días con una institución que desprende tanta historia, profesionalidad y respeto. Una auténtica familia de pasión y orgullo athleticzale.

Eskerrik asko, Athletic Club.