Han sido unas semanas complicadas para Leo Messi. Minutos después de inaugurar el marcador en un partido en Almería, a finales de septiembre, el astro argentino sintió un pinchazo en el bíceps femoral de la pierna derecha, teniendo que abandonar el campo, cabizbajo. Ni siquiera necesitó la atención de los médicos para saber que se había vuelto a lesionar, por enésima vez en los últimos seis meses. Tres semanas después, Messi regresaba a los terrenos de juego en Pamplona, ante Osasuna. El partido acabó en empate a 0 y, en los 30 minutos que estuvo sobre el campo, no ofreció buenas sensaciones.

Fueron pasando los partidos, y aún no habían señales de Leo. Su padre Jorge revelaba en una reciente entrevista que su hijo tiene miedo de volver a caer lesionado, cosa que le impide jugar con normalidad. Lo cierto es que la afición anda preocupada, aunque los jugadores y el entrenador salieron al paso admitiendo lo contrario. “Messi está bien” decían en zona mixta, al término del último partido de Liga ante el Espanyol. Al día siguiente, el mismo Messi reconocía en las redes sociales que no se encontraba al 100%.

Con todo, el partido ante el Milan se presentaba como una nueva oportunidad para reconciliarse con su juego y recuperar las sensaciones perdidas, en consonancia con el resto del equipo, inmerso en pleno debate del estilo. Martino quiso darle confianza al astro argentino repitiendo el mismo once de San Siro. El Milan de Allegri, por su parte, dejó a Balotelli en el banquillo para repetir la exitosa fórmula del partido de ida, con Kaká y Robinho dirigiendo al conjunto rossoneri a espaldas de los centrocampistas culés.

Desde el primer minuto, el Barça puso marcha más que en sus actuaciones anteriores, pero no estaba siendo suficiente con tal de generar ocasiones a la portería de Abbiati. Un pase de la muerte de Adriano a punto estuvo de acabar en gol, pero Alexis no acertó en el remate y la pelota se marchó por la línea de fondo. Mientras, el astro argentino iba cogiéndole el ritmo al partido participando en la circulación de balón, mostrando una mayor actividad, las ganas de demostrar su mejoría. Una conducción por dentro, una pared rápida con Xavi, una diagonal desde el costado…poco a poco, Leo se iba metiendo en el encuentro e se iba reencontrando consigo mismo.

Hasta que, finalmente, un pase de cuchara de Iniesta a Neymar terminó con una caída del brasileño dentro del área, en la que el árbitro decretó penalti. La afición supo entender el mensaje que necesitaba Messi, animándole antes de lanzarlo, y animándole luego de transfomarlo. La celebración de Leo, cerrando el puño en alto con rabia y sin mediar sonrisa alguna, iba de la mano de la ejecución de la pena máxima, fuerte y por el centro. El gol supuso una liberación, aunque éste llegara de un penalti cometido sobre otro compañero.

Minutos antes de llegar al descanso, Busquets remató una falta lateral botada por Xavi; en el segundo tiro a puerta del equipo en toda la primera parte. El Milan, a su vez, estaba más muerto que vivo, y apenas mostraba señales de la intensidad que había demostrada unas semanas antes en San Siro. No obstante, una buena internada de Kaká por la izquierda, tras cogerle la espalda a Alves, acabó con un centro al área pequeña que terminó desviando Piqué de manera desafortunada hasta el fondo de las mallas. El conjunto dirigido por Allegri se iba al descanso sin haber chutado entre los tres palos, pero con un gol a su favor. Messi, paciente, se reservaba para la segunda mitad.

Tras el descanso, no obstante, el Barça bajó el pistón y el Milan arriesgó para buscar el empate, acumulando más minutos de posesión para llegar a la portería de Valdés. Con Balotelli dentro del terreno de juego en lugar de un desaparecido Robinho, Allegri buscaba mayor punch para buscarle las cosquillas a Piqué y Mascherano. Ante la alarmante falta de gasolina, Martino optó por replegar y priorizó cerrar líneas de pase por dentro para luego salir rápido al contragolpe, con Alexis y Neymar buscando constantemente la espalda de la adelantada defensa italiana. El Barça perdió control del partido a través de la posesión pero ganó en sensación de peligro, debido a la aparición de nuevos espacios.

Tal y como está pasando en los últimos dos años, el Barcelona no rehuyó de los partidos de ida y vuelta porque encontró aquéllos espacios que en ataque organizado no era capaz de generar. En esta tesitura, Messi se liberó finalmente de sus cadenas y empezó a rajar al Milan con sus conducciones, tal y como hizo ante el Celta la semana anterior. A pesar de que a los catalanes les faltaba (mucha) precisión en los últimos metros, Alexis y Neymar atacaban los huecos que quedaban libres debido a la atracción que generaba el ‘10’ cuando juntaba rivales y se asociaba con sus compañeros.

Fue precisamente con la entrada de Cesc que Leo se sintió aún más cómodo en el campo y, aun sin estar en su mejor forma, pudo definir solo ante Abbiati tras una asociación rápida con el ‘4’, que había entrado por Iniesta cinco minutos antes. Sin chispa en este arranque de temporada, al manchego de nuevo le costó desequilibrar al rival y le faltó precisión en el pase, especialmente en los últimos metros. La suplencia de Fàbregas, el centrocampista más en forma en estos momentos, fue cuanto menos sorprendente.

El partido murió con el 3-1 de Messi, conseguido cuando apenas faltaban siete minutos para el final del encuentro. El argentino, sin completar su mejor actuación, fue de menos a más y acabó recuperando buena parte de sus sensaciones, demostrando, de nuevo, su comunión total con una afición que le quiere y le adora, que se preocupa por él. El Camp Nou le recordó al ’10’ que, pase lo que pase, siempre estará al lado del argentino, más allá de que el juego de su equipo siga en su senda irregular. Messi es plenamente consciente de ello y, por eso, quiere volver a ser el que fue.