DEL CENTRO DEL CAMPO AL CENTRO DEL MUNDO

Se está celebrando uno de los partidos más importantes de los últimos tiempos y participan los futbolistas más destacados del panorama actual. Se han juntado para verlo por televisión un grupo de buenos amigos, amantes del balompié y que lo practican desde hace veinte años, pero su bien entrada treintena no les deja brillar como antaño cuando se levantan del sofá para ponerse el pantalón corto.

El más joven de todos está cautivado con un portero de reflejos felinos; un defensa que no permite el paso del rival y el balón conjuntamente, a lo que añade una salida de balón limpia como su camiseta antes del pitido inicial emboba al más fuerte de ellos; el más veterano y experimentado enloquece con ese centrocampista que cuando tiene el balón en sus pies, todo lo alinea y comienzan a sonar acordes de música celestial en los altavoces del estadio; el más gracioso, que también es el más hiperactivo, vibra con un extremo que te regatea dos veces cuando aún estás convencido de que no va a conseguir superarte en el primer regate; el mediapunta hábil y talentoso, que desempeña su mismo juego tanto en un potrero en el que el barro cubre las medias como en un mimado césped cortado a mano con tijeras de peluquero profesional, porque para eso es su juego, tiene “flipado” al hijo del más mayor; y aquel delantero tan inteligente que habla con el balón y así, según le mire durante el encuentro, sabe dónde va a caer para incrustarlo en la red es objeto de envidia, no siempre sana, del más erudito de la pandilla.

Cuando el duelo del defensa con el delantero ya ha alcanzado su punto máximo debido a choques y duelos aéreos, el guardameta ya ha salvado tres mano a mano, el centrocampista acumula setenta y cinco pases en media hora, el mediapunta ha desatado numerosos «ooooh» y el extremo ya tendría en su poder la vuelta rápida a Montmeló, en el terreno de juego está creciendo una figura. Y esa figura empieza a presentar claramente al mundo sus credenciales para arrastrar a su equipo hacia el control total del duelo del momento. Es un mediocentro que está en todos sitios donde se le pide, en ataque y defensa, sin balón o con él. En concreto, ese tantas veces llamado «extensión del entrenador en el campo».

Corre el minuto 39 y nuestro mediocentro vuelve a hacerse fuerte, cortar la jugada y soltarla fácil para la transición de su equipo. La acción acaba en gol. El anfitrión de la casa donde están reunidos, del cual no sabemos nada aún, pega el mismo salto que ya habían dado todos sus amigos y exclama al viento. Solo que ahora, y exclusivamente por esta vez, nadie entiende el porqué de su reacción.

Luis García, el entrenador del Getafe desde hace ya dos años y medio y cien partidos desde el martes, es el que abierto su casa para todos sus buenos amigos, como hará contra el Fútbol Club Barcelona en la última jornada de 2013. Se encuentra extasiado de la misma forma en la zona técnica cuando, Lacen y Míchel en la 2011-2012 son él en el centro del campo, tras su llegada al banquillo y muchas probaturas para instaurar su idea, diferente a la del técnico anterior, en una plantilla que además contaba varias incorporaciones. Se emociona cuando se encuentra a él como entrenador, a mitad de la temporada 2012-2013, en Borja Fernández junto a Xavi Torres, por quien luchó protagonizando el culebrón azulón del verano. Y aún derrama alguna lagrimita cuando Borja sigue siendo el fiel escudero (nada que ver con el lateral izquierdo) y Mosquera, por fin asentado en la base de la jugada, son él en el círculo central. Luis García piensa, como tantos entrenadores a lo largo de la historia, que los partidos se ganan en el centro del campo. Ese es el fuego principal donde cocina su manera de entender el fútbol. Como todo chef que se precie, se mueve a los lados, delante y detrás, pero nunca lo pierde de vista.

Luis, hablando de detrás, quiere centrales contundentes y poderosos por arriba, pero como también los quiere rápidos al cruce, los mezcla y Lisandro-Alexis o Lisandro-Rafa forman su mejor pareja actual. Gran mix. Si no juega Lisandro, el orden y el posicionamiento decae y el poderío se va con ellos. Como quiere laterales Dioses, omnipresentes en todo lo largo del campo, tiene en nómina a Valera y Arroyo por un sector y a Escudero y Roberto Lago por otro. Ninguno está entre los cinco mejores de la Liga en su demarcación, pero ninguno a su vez denota debilidades en cualquier aspecto que salga a debate. Y se está potenciando el «Arroyismo». Así se conoce a la brega y la lucha unida a la elegancia de subir una banda desde el puesto de 2. Seguimos encontrando relación con Luis García.

La nota de color y la sonrisa juegan en tres cuartos de campo. Pedro León y su pie derecho a balón parado, unido al poderío aéreo y el trabajo en este tipo de jugadas llevó a que hace un año, y en los meses sucesivos entonces, el cuadro azulón se moviera entre el tercio y la mitad de goles provenientes de la pelota parada. Diego Castro se inmiscuye sin que la defensa rival se dé cuenta. Cuando te das cuenta, te ha matado con un pase filtrado. Y representa a su entrenador, por ejemplo, cuando con 1-1 en el Getafe-Rayo de la pasada jornada 37, en el minuto 89, recorre setenta metros en dirección a su portería solo por ayudar una vez más en su millar acumulado en toda la temporada, con la desgracia de no frenar a tiempo y marcarse en propia portería. Que todos esos goles, por mucho que duelan si se producen en el tramo final, lleguen así.

Lafita encara y pasa la pelota, pero el peligro proviene cuando la ha dejado hace un rato en los pies de otro compañero y enfila hacia el área para cargarla y rematar de cabeza. Si se la deja a Colunga, hombre de referencia, la velocidad y los cambios de posiciones cuando se roba y se lanza la contra será la opción número uno. Si, por el contrario, el rumano Ciprian (sabía lo que significaba Marica en castellano, a veces los asesores no solo están para cobrar) aparece inscrito en el once inicial, morderá arriba y le seguirán los otros diez si el rival logra superar su altura en salida de balón.

Sarabia, ese menudo zurdito que ya es protagonista tras la salida de Barrada en verano (el marroquí se entendía a las mil maravillas en la citada movilidad con Diego y Colunga) está pidiéndola cada vez más y escondiéndose cada vez menos. Al Barcelona le marcó en el pasado 1-4 cuando ya estaba asegurada la victoria de los de Tito. El curso inmediatamente anterior botó el córner que cabeceó Valera para el 1-0 definitivo a los de Pep. Cuidado.

Sin embargo, no se debe olvidar que todo va orquestado por ese centro del campo. Por esos dos mediocentros que ni se acercan a llevar chaqué pero sí tienen una de las batutas más clarividentes de Primera. Un trabajo por el que han circulado creciendo diferentes jugadores y lleva ya para tres años la dirección del míster. Recordad que a nadie le levantará de su asiento, de plástico en el estadio, de hierro en el bar o de piel en casa. Eficiente sí es. Resultado sí da. ¿Estar trabajado? Lo que más.