QUE CADA PALO AGUANTE SU VELA

Decía E. B. White que explicar un chiste es como diseccionar una rana. Sí, lo vamos a entender mejor, pero la rana se queda muerta. Analizar una derrota dolorosa deja una sensación similar. Se levanta el cadáver y se busca un asesino porque, entre otras cosas, nada tranquiliza más que simplificar realidades complejas. A estas horas de la noche el sospechoso número uno del patinazo en San Mamés parece ser el Tata Martino y mucho tiene que ver con su rueda de prensa. El Tata ha dicho que no tiene nada que reprocharle al equipo y que han jugado, durante setenta minutos, el mejor partido de la temporada. Podemos limitarnos a explicar lo evidente: el Tata se equivoca puesto que el Barça, en el cómputo global, ha sido superado por el Athletic. Localizar culpables en el césped eliminaría la incertidumbre, cierto, pero la rana seguiría muerta y no sabríamos qué hacer con el cadáver. Este partido no se puede comprender en el plazo corto, ni siquiera en el medio, porque es solo una escena más del triste relato de una decadencia que trasciende cualquier responsabilidad individual. Así que dejadme explicar por qué creo que el Tata tiene más razón de lo que puede parecer a primera vista.

El Athletic de Bilbao saltó a San Mamés a morder y complicó enormemente al Barça en la génesis del juego. Ya en los primeros cinco minutos se vio que Iturraspe iba a impartir una lección de lectura posicional al alcance de muy pocos. Lo de Ander ha sido una cosa muy seria y nos hace recordar que Bielsa le dijo que tenía las condiciones para convertirse en el Busquets vasco. Marcelo nunca se equivoca. Junto a Iturraspe hay que destacar en los primeros minutos a Toquero –hablaremos más de él- y la buena presión en derecha de Susaeta y Ander Herrera que, con buen criterio, intentaban ensuciar la conducción de un  flojo Adriano. Nada nuevo bajo el sol: otro año más el Athletic logra quince minutos de crujir de huesos y sangre en los nudillos que harían sufrir a cualquier rival. Añadamos al cóctel la terrible imprecisión de Adriano. Si Montoya ha sido una debilidad táctica durante varias fases del partido, Adriano fue una debilidad técnica severa en los primeros veinte minutos. Mascherano, por su parte, era un flan y solo las coberturas de Piqué y Busquets le salvaron la cara.

A pesar de todo el Barça sobrevive con cierta holgura al primer aguacero. El equipo se encomienda a los apoyos de Fábregas, a la sensibilidad de Iniesta y, sobre todo, a un Alexis que cuaja unos 15 minutos titánicos, a la altura de muy pocos en el mundo. La primera fase de dominio del Athletic se contrarresta gracias a que Alexis sumó a su movilidad una sensibilidad en la recepción que quizá no le sea natural pero que ya había exhibido en Italia durante sus momentos álgidos. Cada balón bajado por el chileno desmoralizaba al Athletic, que estaba haciendo méritos para lograr mucho más. La exhibición de Alexis, inalcanzable para el nivel de Balenziaga y Mikel Rico, colapsa la superioridad bilbaína y saca al Barça de la cueva. Hay una jugada crucial. En el minuto 12 Piqué lanza un melonazo sin sentido que Alexis controla en pleno vuelo, aguanta entre dos jugadores, y descarga de cara para Iniesta. A partir de ese momento se establece una cadena de pases en campo del Athletic y el partido entra en una fase de dominio posicional culé de bastante calidad. En esta primera parte el Barça ha luchado tanto, y ha hecho tantas cosas bien -faltó solo la guinda, un rematador fino, quizás un poco de fe…- que sería triste que la derrota dilapidase el capital emocional y futbolístico insinuado. A partir de Iniesta, Cesc y Busquets se puede construir algo muy grande.

Queda claro, entonces, que el Barça acumula recursos suficientes para resistir de pie la salida en tromba del conjunto más épico de la liga BBVA. No es poca cosa. En este contexto hostil he destacado la figura de Alexis pero Iniesta, Cesc y Busquets también aportaron lo suyo para vadear el campo de minas. Tras ello el balón se hace blaugrana durante veinte minutosy se consiguen varias llegadas de peligro que pudieron haber supuesto un gol a favor. Creo que Iniesta es la figura clave en este segundo período del primer tiempo, no tanto por hacer las cosas muy bien sino por intentar hacer muchas. Andrés centralizó la posesión culé y buscó asociarse, especialmente con Adriano, Cesc y Neymar. Es obligatorio resaltar en este punto que cuando el Barça funciona lo hace desde la izquierda y que hay pocas perspectivas de que la banda derecha pueda volver a ser la matriz generadora de las ventajas colectivas. Xavi no ha aportado gran cosa en esta fase de dominio y, entiéndaseme bien, no lo ha hecho porque nadie se lo ha pedido. Xavi parecía fino en lo técnico pero no queda claro en qué beneficia al Barça su presencia cuando logran asentarse en campo contrario. Por otra parte, que es una rémora en transición defensiva no es noticia y una pérdida suya en el minuto 31 marca, simbólicamente, el fin de la superioridad culé. A partir de la media hora de partido el Athletic logra respirar y la contienda se equilibra.

Es de nuevo Iturraspe quien dirige a los vascos. Su partido es un escándalo por la facilitad con la que se adelanta a cualquier intento prematuro de batir líneas y la calma con la que distribuye juego de lado a lado. No es casual que el Athletic esté en posiciones de Champions League. Susaeta, Iraola, Muniáin y Ander Herrera se cuentan entre los atacantes más peligrosos de la liga. Teniendo en cuenta el pobre estado de confianza de los defensores del Barça no debería sorprender que hayan pasado apuros serios ante ellos. Lo que sí es preocupante es  que Toquero –mi adorado y limitadito lehendakari– haya condicionado el sistema defensivo del líder de la liga. Gaizka ha estado mucho más estático de lo habitual y eso quizá tenga que ver con la lectura táctica de Valverde, que ha situado a su hombre más hiperactivo entre un defensor desquiciado, como Mascherano, y un Piqué al filo de la navaja. Gerard ha sido el mejor defensor del equipo por detrás de Busquets pero está tan gris que incluso lo que hace bien está envuelto de un aura negra como el azabache. La facilidad con la que Piqué se va al suelo en el gol del Athletic retrata a un jugador que bastante tiene con ocuparse de lo suyo en un contexto que le exigiría solucionar los déficits de los demás.

El descanso no marca una cesura clara en el ritmo del partido, que se convierte en un toma y daca cuyo resultado, lamentablemente, era previsible. Hay varios problemas colectivos que impiden al Barça controlar el juego pero creo que pueden resumirse en dos. En primer lugar la distribución posicional. La falta de confianza y de movilidad hace que los jugadores tiendan a agruparse en torno al balón para protegerse mutuamente. Hay en esto un resabio de solidaridades pasadas muy loable: nadie quiere dejar solo al que conduce el esférico pero, al mismo tiempo, ninguno tiene la paciencia suficiente para llevarse consigo rivales alejándose de la jugada. Como resultado el Barça está pobremente escalonado, agobiado por la acumulación de jugadores, y solamente Cesc Fábregas lo detecta e intenta remediarlo. Desde mi punto de vista Cesc no ha hecho un gran partido –apreciación muy discutible, soy consciente. Su cambio de juego hacia Iniesta en el 25:30 ya vale la entrada- pero sus esfuerzos por crear líneas de pase y liberar espacios para la carrera de sus compañeros son emocionantes. Y siempre producen algo.

El segundo problema colectivo nos lleva a la salida de balón y surge la complicada imagen de Bartra en el banquillo. Marc no solo es el central más en forma del equipo, el más agresivo y el que tiene más confianza, sino que es un activo que podría solucionar por puro talento el primer despliegue del equipo. Solamente una cuestión de jerarquías puede explicar su suplencia pero la pareja Piqué – Mascherano es, a día de hoy, insostenible. Mascherano empieza a pagar demasiado caro dos años de jugar fuera de puesto. Ni un reproche al “jefecito”. Si hay un hueco en el centro de la defensa apuntemos más arriba en la cadena de mando. En cualquier caso, sí podemos apuntar directamente al Tata Martino por la nefasta salida desde atrás. Da la impresión de que no hay ningún mecanismo reconocible, pese al empeño de Pinto, sobresaliente en el juego con los pies, y los pelotazos de los centrales hacia Neymar en la segunda parte han sido poco menos que groseros. Impropios, no ya del Barça, sino de cualquier grande.

Pero es justo reconocer que hay veces que, por pura voluntad -no por dinámica constante-, se insiste en crear ventajas desde la base de la jugada. Me parece digno de alabanza. En el minuto catorce de la segunda parte el Athletic presiona con cinco hombres la salida del balón y el Barça combina en área propia hasta encontrar a un jugador libre, de lo que se derivan dos o tres minutos de posesión esperanzadores. Lo que ocurre es que no se puede depender siempre del acierto extremo para obtener un contexto favorable. En algún momento habrá una pérdida de balón que dará lugar a una contra rival. En este caso Muniaín remacha una jugada, tras pérdida de Iniesta –tan brillante en algunas fases como destensado, inoperante, en otras-, que desnuda a todo el Barça.

Con el gol de Iker –Montoya puede agradecer que Iraola juegue por la derecha. Si el Athletic tuviera un lateral izquierdo al nivel de Iraola quizá estaríamos ante un candidato a conseguir títulos- el Barça se cae, ahora sí, como un castillo de naipes. El Tata coloca de interiores a Cesc y Sergi Roberto en un movimiento que muchos pensamos que deseaba hacer desde tiempo atrás, y trata de cargar el área con Pedro y Neymar. Totalmente improductivo. Los veinte minutos finales son patéticos, nítida imagen de la impotencia, y se quedan en la retina oscureciendo el decente partido que los precede. No hay nadie a quien señalar: se cayó todo el equipo y ni el mejor Sergio Busquets podría haber estorbado al Athletic. 1-0 y gracias.

Ahora me toca explicarme. ¿Por qué me parece que el Tata Martino tenía razón cuando alabó el juego de los suyos, pese a las pruebas en contra? Porque la crítica está siendo un tanto incoherente. Se ha dicho que, desde la llegada del argentino, el Barça no juega a lo de siempre, que se ha desnaturalizado y que intenta solucionarlo con recursos ajenos a su tradición futbolística. De acuerdo. Hoy, tras luchar a brazo partido por el control del partido durante los diez primeros minutos, consigue establecer una fase de circulación solvente en la que no faltan situaciones de peligro, combinaciones y movilidad. Es un buen Barça. No excelso, ni mucho menos, pero un Barça que da lo mejor de sí mismo, lo máximo que puede ofrecer a día de hoy. Es lo que tienen… y no les ha llegado.

Esta es la cruda realidad y se puede interpretar como se quiera. Este equipo se murió en Munich. Quizá antes. Y pese a ello se empeña en resucitar, en remar contracorriente sin que nadie les intente remolcar. Me parece muy triste que se dude de su actitud o se apele a la «falta de hambre». El Tata Martino es la primera persona que se atreve a proclamar, con hechos, lo evidente: que este grupo está agotado y necesita soluciones nuevas. Quizá las recetas del Tata sean insuficientes, o erróneas, pero cuesta discutir el diagnóstico. El bloque titular del Barça es, básicamente, el mismo que era en 2009. Sus rivales en la lucha por la supremacía continental se enriquecen fichando a titulares –o posibles titulares- y el Barça se complace en incorporar actores secundarios que no pueden paliar, desde su aportación excéntrica, el agotamiento de un grupo humano ahíto de sí mismo. Si hemos de culpar al Tata, hagámoslo. Carguemos las tintas contra Xavi o contra Piqué. Busquemos responsables a lo largo y ancho de 2013… y aún así no comprenderemos nada.

A mí me parece que hoy toca reconocer los méritos y aceptar las limitaciones.  El Athletic, un conjunto joven, talentoso y agresivo, empujado por San Mamés, ha llevado al límite a este Barça decrépito y herido que, pese a todo, se niega a hincar la rodilla. Esa es la grandeza de esta derrota. Recordemos, para contextualizarla, que el Pep más inspirado sudó sangre para rascar puntos de San Mamés. Para tumbar a estos jugadores –que aún son líderes, cuidado- hay que pegar mucho más fuerte de lo que parece. Queda margen de mejora. Queda tiempo. Hay mimbres. Pero están solos y más sólo que nadie está el Tata, que sabe lo que pasa y no puede hacer nada para remediarlo. Quizá le falte capacidad, o recursos, o disposición. No lo sé. Lo único que sé es que San Mamés no es más que un jalón en la crónica de una muerte anunciada, el triste relato del equipo perfecto que se nos está muriendo de viejo. En San Mamés no ha caído el equipo del Tata, ni el de Xavi, ni el de Piqué, ni el de Iniesta. Lo que ha saltado por los aires es una planificación perezosa e irresponsable que ha fabricado una plantilla agotada, sin vida y sin alternativas. Que cada palo aguante su vela.