Cuando Yaya Touré fichó por el Barça lo hizo bajo el apelativo de La roca, lo que dejaba muy a las claras lo que se estaba trayendo: un especialista defensivo. Su descripción física –alto, fuerte y de color- parecía confirmar la idea y sin rendijas por las que poder colarse dentro del xaviniestasistema ahí se quedó: de pivote defensivo. Poco importaba que no lo fuese.

La llegada de Guardiola revolucionó todo pero no modificó la consideración que se tenía en Can Barça de Touré. Su excelente técnica y su potente llegada seguían encerradas en el cautiverio de la posición. Pep, que le demanda a su mediocentro que sea siempre un faro constante dentro del eje central, tanto como para ofrecer el pase atrás a los interiores como para favorecer la salida de balón desde atrás, convirtió a La roca en menhir. El jugador rindió por fútbol, pero el círculo no terminó de cuadrarse como demostró la irrupción del joven Busquets. Peor futbolista por aquel entonces que el costamarfileño no tardó demasiado en desplazarlo del once por leer mejor que él la posición y la demanda de su entrenador. Yaya Touré con un porrón de títulos y de cariño a sus espaldas, pero con muchos menos goles de los que tenía en sus piernas se fue a las islas. Nunca más volvería a ser un menhir.

Mancini supo desde el primer momento lo que había fichado y no dudó en liberarlo. Como mediapunta primero, y como miembro del doble pivote después, Yaya siempre gozó de vuelo, de presencia en la frontal. Correspondió a tal desencadenamiento con momentos importantes y demostrando a todo el mundo lo que en realidad es: un jugador de potente juego ofensivo, no un especialista defensivo. El conocido cambio por de Jong en lugar de X y así adelantar a Touré fue uno de esos movimientos que ganan Premiers.

La evolución –o reafirmación de su condición- ha quedado definitivamente patentada con Manuel Pellegrini en el banquillo citizen. El hermano menor de los Touré ya no quiere, o no le ordenan -o una mezcla de las dos- defender. La contrapartida es que su espalda es un regalo, un talón de Aquiles que hace que su equipo siga sin tener consistencia, sin terminar de ser realmente competitivo. El punto bueno es el caudal ofensivo que atesora Yaya y que expone sin rubor. La Roca se convirtió en Rolling Stone.

En fase ofensiva el 42 se convierte en una bestia capaz de arrasar con todo si tiene el día, porque además, luce en todas las alturas. Desde el inicio de la jugada es capaz de llevar a su equipo arriba apoyado en una conducción insalvable gracias a su privilegiado físico. En ese momento, como no puede ser de otra manera, es el héroe emocional del Etihad que disfruta de cada choque, braceo y zancada de su jugador. Unos metros más adelante redondea el ataque coral de su equipo –que puede llegar a involucrar a 6 jugadores por delante del de Costa de Marfil en ese momento-. Gracias a su amplia paleta de golpeo, y al tiempo y espacio que el mismo se ha ganado con su corpachón es capaz de activar cualquier compañero y cualquier sector. Por último está su incidencia en la frontal, donde es mortal. Da igual que llegue en vuelo o que esté ahí, que irrumpa sin balón o lo haga en conducción, en jugada o a balón parado: Yaya Touré en la frontal es dominante, imparable, goleador y ganador.

El martes, con Kun Agüero presumiblemente fuera de combate, él será el jugador contextual de su equipo. Que consiga convertirse en un Rolling Stone, un canto rodado que aplaste todo en una transición ofensiva sin oposición será el principal argumento ganador de los skyblues, y el mayor peligro del Barça. Que se imponga, o que los culés exploten su debilidad defensiva será más de medio partido.