FINAL A LA VISTA, ANOETA MEDIANTE

Recuerdo a principio  de los 80 aquellos partidos en Atotxa como algo muy especial. Un campo embarrado -casi siempre- , unas gradas a escasos centímetros de la línea de banda, unas vallas no se veían en aquel Telefunken blanco y negro de casa, ya que quedaban difuminadas entre las banderas blanquiazules  y las cabezas de los espectadores… Recuerdo a Ormaetxea en el banquillo y su 4-3-3, a un Arconada con barro hasta las orejas inexpugnable, la contundencia de Górriz en defensa, los pulmones de Perico Alonso, la clase -muy poco reconocida- de Zamora, el pánico a Satrústegui dentro del área, las diabluras por banda de un marroquí de nacimiento apellidado López Ufarte e incluso a un Bakero en edad juvenil que ya era importante en el equipo.

Esas dos Ligas ganadas por la Real están entre mis primeros recuerdos de fútbol. Un partido en el «viejo» Atotxa era intensidad, ritmo, velocidad y un ambiente que te abducía, y eso provocó que mi simpatía por el equipo txuri urdin continúe hasta la actualidad. Recuerdo esperar el Estudio Estadio del domingo por la noche para ver el resumen del Barça, pero el del equipo donostiarra procuraba no perdérmelo nunca.

Ahora el escenario es otro. Anoeta es modernidad, un estadio Champions, un espacio pensado para mejorar la comodidad del espectador a pesar de la tan «repudiada» pista de atletismo que rodea al terreno de juego. Y ahí el Barça deberá hoy certificar su pase a la final de la Copa del Rey ante el eterno rival. El 2 a 0 de la ida es una ventaja importante, aunque no definitiva. Ya vimos los problemas que pueden crear Carlitos y Antoine…

La mística de Atotxa ya no estará presente, pero es posible que nazca la de Anoeta y dentro de unos años recordemos a un Bravo inexpugnable, un Íñigo Martínez líder en defensa, la clase -muy poco reconocida- de Xabi Prieto, la inteligencia de Vela, las diabluras por banda de un francés apellidado Griezmann e incluso a un jovencísimo Rubén Pardo siendo clave en el equipo.