Frank Rijkaard vino, cumplió un gran papel y se fue, y Pep llegó, hizo y escribió la historia moderna de este club y marcó el futuro, queriendo o no, de la entidad. En el verano de 2003 Rijkaard y Txiki no podían hacer historia, tenían que borrar antes el despropósito del trienio anterior para poder reconstruir un Barça competitivo.

Costó mucho, fueron unos primeros seis meses en el que nada cuajaba más allá de Ronaldinho, pero al final Frank dio con la tecla y su equipo empezó a subir como la espuma. Dónde antes la parcela defensiva fue una debilidad manifiesta la incursión de una pieza como Edgar Davids permitió a Xavi adelantar su posición unos centímetros y empezar a crecer él, como sobre todo su equipo. Entonces nada era suyo, aquello pertenecía a Ronaldinho, con escuderos de paso como Luis García, el ocaso de Luis Enrique, la honradez de Cocu y el carisma de Luis Enrique. Y entremedias los goles de Kluivert en decadencia y Saviola, figura comprometida y compleja.

Con el gran final de temporada en el que casi se ganó una liga imposible se tomaron decisiones, se terminó de limpiar la mediocridad de la plantilla y se le dotó de toda la columna vertebral que marcaría la era de Rijkaard en el Camp Nou. Márquez-Edmilson-Deco y Eto’o fueron jugadores de una importancia capital en un Barcelona que sería muy competitivo. Y divertido, el público el año siguiente se divirtió mucho viendo los inicios del Márquez-Ronaldinho que recordaba a Koeman, la jerarquía de Deco y sus goles de rebote carismáticos y la energía de Eto’o. Se ganó la Liga, pero Europa mostró que aún faltaba un pasito a nivel competitivo, veinte minutos trágicos fueron suficientes para que el Chelsea todopoderoso de Mourinho terminara con ese equipo.

Pero Frank, que aprendió la lección, se preparó para dar el asalto a Europa. Xavi, además, cayó lesionado de gravedad y no fue de la contienda durante la mayor parte de la temporada, y explotó Messi desbordando sin parar desde la derecha. Pero el paso del equipo no sólo fue con él, sino con la valentía de jugar muchos partidos y minutos con Edmilson de mediocentro y dos interiores de recorrido como Motta y Deco, con protagonismo compartido con Van Bommel, perfil similar, y con Iniesta creciendo poco a poco.

Y ahí, con este centro del campo, con la consagración defensiva de la pareja Márquez-Puyol, el oficio de Gio Van Bronckhorst y la presencia de Oleguer o Belletti en el LD con predominancia del catalán, que rindió ese año a nivel casi internacional, junto a la permanencia en la portería de un siempre discutido Víctor Valdés se consagró el mejor equipo defensivo de Europa.

Una estadística para la historia de la competición europea, el Barcelona no encajó un gol de jugada en toda la edición de la Champions League. Y tocó venganza en Londres, un Stamford Bridge arenado para las mejores ocasiones para repetir resultado que el año anterior, pero esta vez Gerard no estaba, ni Collina arbitraba y sí estaba Leo Messi. El día en el que el argentino, un chico de 18 años cumplidos, apareció en el campo del entonces mejor equipo de Europa para reventar una eliminatoria de Copa de Europa. Eso y la carrera de un prometedor Del Horno.

Se ganó 1-2 en una lección de competitividad y capacidad de sufrimiento que, servidor, recuerda con nostalgia y que sintió emoción como el entrañable y carismático Barça del 2004/2005 sacó la parte más dura, ruda y los colmillos afilados. En Londres Edmilson-Motta-Deco cuajaron un trivote que ahora sería impensable, pero esta fue, junto a Ronaldinho, Eto’o, Messi o Giuly y la pareja de centrales el factor que hizo del Barça un equipo casi inexpugnable.

Para la vuelta, en el Camp Nou, Rijkaard repitió sistema con Larsson en banda derecha (Messi cayó lesionado y no volvió hasta después de París) e impuso su oficio para hacer valer el 1-2 de la ida. No fue un partido memorable, pero la declaración de intenciones de Rijkaard fue clara y el Camp Nou asumió que ese y no otro era el camino para campeonar.

Iniesta poco a poco fue cogiendo peso en el equipo ante las bajas de los compañeros por lesiones o sanciones y le tocó su turno en San Siro, en la plaza del siempre temible Milan de Ancelotti, Kaka’, Shevchenko, Seedorf, Inzaghi, Maldini, Pirlo y compañía, un equipo veterano pero aún en la cresta de la ola que sucumbió ante Valdés y la capacidad de sufrimiento del Barça de Rijkaard, y apareció Ronaldinho para esa asistencia a Giuly que puso a su equipo pie y medio en París.

Ahí Frank fue conservador, el entorno, siempre experto él, apostaba por Iniesta en lugar de Van Bommel (Motta no podía jugar) en la final, pero ante Henry y sus secuaces Rijkaard fue previsor. Debió pensar que siempre había tiempo para cambiar si no iba el partido por el camino deseado. Así fue, pero antes el holandés errante salvó una contra que terminaba con Henry delante de Valdés en la primera mitad, y Víctor quizá la habría parado como hizo antes y después, pero Van Bommel lo evitó.

En la segunda parte el cansancio del Arsenal y el talento de Eto’o y la asociación de Larsson, junto a Iniesta en mediocampo dando más clarividencia al equipo, terminaron por remontar y llevarse la segunda copa de Europa. Era la segunda nada más, ahora son cuatro, pero esa orejona no era sólo evitar que siempre recordáramos a Koeman, sino situar al Barcelona a una altura que llevaba mucho tiempo sin pisar.

Los dos años siguientes fueron los de la decadencia y posterior entierro, pues el proyecto de Frank Rijkaard vivió todos los procesos lógicos (Nacimiento-Crecimiento-Cúspide-Decadencia y Finalización) y terminó con una agonía que se cerró en el Bernabéu con la tragedia del pasillo, fecha en la que algunas vacas sagradas decidieron no hacer acta de presencia para que un muy joven Bojan jugara un partido que ni le tocaba, ni lo debía jugar.

Se equivocó entonces Rijkaard, como tantas otras decisiones discutibles que tomó, pero decidió, y en su momento fue capital para que ahora ser segundos sea un fracaso cuando entonces se veía incluso como éxito. El pasado martes anunció su retirada de los banquillos, su trayectoria después de Barcelona fue extraña, pero con él el Barcelona llegó a ser, sencillamente, el mejor equipo de Europa. Sólo tres años después de no haberse ni clasificado para la Copa de Europa.