A veces es difícil superar las expectativas. La realidad no suele coincidir con ellas y el sabor que deja siempre la férrea objetividad es tan amargo como el café cargado de un lunes por la mañana. Un lunes por la mañana, precisamente, parece ser el lugar donde habita sempiternamente este Real Valladolid de Juan Ignacio Martínez. Perezoso, con ganas de seguir en la cama y sin saber qué hacer para levantarse de una vez. Hablábamos de expectativa y Miroslav Djukic es sinónimo de la palabra a orillas del Pisuerga. El serbio se subió a una escalera y puso el listón muy alto. Una plantilla muy corta, físicamente muy débil, sin ningún mediocentro de contención y que basaba todo en la técnica y en la posesión fue capaz de salvarse sin apuros y compitiendo en el noventa y cinco por ciento de los partidos. Fue algo maravilloso porque era algo harto improbable.

El verano sirvió para aumentar el número de efectivos y, con ellos, sumar perfiles diferentes para continuar la senda abierta por el técnico de Šabac, que se marchó al inestable Mestalla. Además, no se perdió ninguna pieza clave de todos cuantos ascendieron a la Liga BBVA primero y consiguieron la salvación después a excepción de Mikel Balenziaga, y era el hombre que tenía el sustituto de más garantías de toda la plantilla. La llegada de Juan Ignacio proporcionaba continuidad a la filosofía del proyecto iniciado por Djukic a la vez que otorgaba al míster alicantino la posibilidad de añadir matices para consolidar y mejorar el estilo implantado. JIM implicaba a priori y en cierta manera, lo que supuso la llegada de Gerardo Martino al F.C. Barcelona: aire fresco para corregir errores y potenciar al equipo. Dicho de otra forma, el Real Valladolid podía sumar virtudes del Levante 2011-2013 o del interesante Cartagena 2009-2011 sin perder las suyas. Podía convertirse en una plantilla más completa.

Pero la realidad, otra vez la realidad, ha sido bien distinta. A medio camino entre los deseos de Juan Ignacio y las exigencias de la afición, el Real Valladolid no ha logrado continuidad. Lesiones, bajas formas y fichajes que no han rendido como se esperaba han impedido que el conjunto pucelano mantenga un sello de identidad tan propio como la temporada pasada. Las ausencias prolongadas de Óscar, Patrick Ebert o Víctor Pérez supusieron una enorme desventaja a la hora de encontrar el sendero correcto y el Pucela se perdió.

Y es que Juan Ignacio Martínez ha ido variando su idea desde que llegó al José Zorrilla. El comienzo fue una continuación del legado de Miroslav Djukic, el identificativo 4-2-3-1 con un doble pivote formado por el imperecedero Álvaro Rubio y Lluís Sastre con Ebert, Óscar y Omar por delante y Javi Guerra en punta. Nada había cambiado salvo la intención de salir jugando desde posiciones inverosímiles la temporada pasada. El meta Diego Mariño, uno de los nuevos, iniciaba jugada desde el área pequeña pasando siempre, siempre en corto. La moda del fútbol español.

Sin embargo, la larga lesión de Óscar González y las continuas recaídas de Patrick Ebert -sumaron juntos la campaña pasada dieciocho goles y catorce asistencias- hicieron que JIM tuviera que optar por el plan B. La buena forma de Javi Guerra -doce tantos este curso- tras su adaptación a Primera División unido a la ausencia de un mediapunta de recambio fueron los condicionantes que llevaron al cambio a un 4-4-2 con dos puntas natos y una transformación total en el estilo. Menos peso por dentro, más por fuera. Con Óscar ya recuperado para el Camp Nou tras jugar unos minutos en La Rosaleda el pasado fin de semana, hay alternativas donde elegir.

La primera es volver al 4-2-3-1 con el mediapunta salmantino en su posición idónea, bandas tan importantes como irregulares con Rama, Omar Ramos o Daniel Larsson más el aporte de los laterales, Rukavina por derecha y Carlos Peña por izquierda. La idea es básicamente la misma que con Miroslav Djukic aunque se ha perdido calidad tras la marcha de Patrick Ebert, la inoportuna lesión de Jeffrén Suárez y la baja forma de Víctor Pérez tras su recuperación.

Comportamiento del Real Valladolid con balón 4-2-3-1

La segunda es mantener el 4-4-2 con Manucho y Javi Guerra en punta. El malagueño es el que cae más a zonas intermedias para dar apoyos y buscar la continuidad de la jugada mientras que el angoleño funciona como el típico ‘hombre-boya’. Baja todo y habitúa a ganar el cómputo de los duelos aéreos a los centrales.

Comportamiento del Real Valladolid con balón 4-4-2

En líneas generales, en la portería Diego Mariño se ha revelado como una de las sorpresas agradables del curso aunque todavía debe corregir la discontinuidad propia de quien está ante su primera temporada en la máxima categoría, la llegada de Stefan Mitrović ha mejorado la solidez defensiva del Real Valladolid formando pareja con Jesús Rueda y llevando a Marc Valiente al banquillo. Un poco más adelante, Fausto Rossi, otra promesa, que se ha encontrado con más minutos de los esperados y viene en una notable línea ascendente formando la medular con Álvaro Rubio, mientras que los extremos, que se caracterizan por la irregularidad, son las posiciones donde más nivel ha perdido el Real Valladolid con respecto a la 2012-2013.

Con balón, el Real Valladolid es un equipo habitúa a precipitarse y no logra generar ventajas. Tampoco consigue establecer regularmente la posesión en campo rival ni pisar mucho área. No es el del año pasado. Sin balón, el conjunto vallisoletano sufre en transiciones defensivas, dejando siempre un amplio espacio a la espalda de centrocampistas que será subsanado probablemente ante el F.C. Barcelona optando por un repligue bajo, negando los espacios en zona de peligro, sea cual sea el esquema y los jugadores por los que opte Juan Ignacio Martínez. Un JIM que es, no conviene olvidar, capaz de crear sistemas defensivos muy rocosos que cierran los pasillos interiores y condenan al rival a vagar unos metros por delante de la frontal de un área al que pocas veces logran llegar. Así era su Levante.

Sin embargo, Álvaro Rubio y Fausto Rossi no son ni Pape Diop ni Iborra en esos menesteres y la situación anímica que atraviesa el Real Valladolid lleva a pensar en un marcador abultado en el José Zorrilla a favor de los visitantes. Elija lo que elija Juan Ignacio parece claro que le será difícil sacar algo positivo del duelo frente al F.C. Barcelona. Su liga no es esta. Su liga es verse las caras contra el resto, contra los otros dieciséis equipos. Esa liga en la que el Real Valladolid no ha logrado alcanzar las expectativas. Esto se llama realidad.