Es difícil explicar los porqués de lo sucedido en el clásico. El Tata apostó por el que probablemente sea su once de gala en las noches grandes, con Neymar en la derecha, Iniesta en la izquierda, Messi a los mandos y Xavi y Cesc en los interiores. El objetivo con un once de estas características es el control del balón y de la situación, el primero se tuvo sin grandes excesos y lo segundo únicamente cuando su rival jugaba con un hombre menos.

Ancelotti, que salía con cuatro puntos de ventaja, asumía que eran los favoritos, que eran superiores y salió con su once de gala también, con la salvedad de Carvajal por un Arbeloa lesionado. En realidad eran superiores futbolísticamente (la diferencia de juego entre ambos conjuntos estos meses es evidente) pero se obvió que el mejor sigue vistiendo de azulgrana, viste la casaca del diez y el precio a pagar fue todo lo conquistado por Mourinho en tres años.

El Madrid salió presionando muy arriba en la salida de balón culé, el Tata cambió el perfil de Piqué y Mascherano, pasando el catalán a la izquierda y el argentino a la zona de Alves. Si el objetivo fue ayudar a Alves contra el fideo fue un fracaso. Y sin posibilidad de anticipar el jefecito fue una debilidad en todos los centros laterales que se sucedieron, que fueron muchos.

El Barça intentó tener el balón, controlar y asentar ataque posicional, y en una de estas Messi (muy liberado todo el partido) pudo arrancar por dentro y asistir a Iniesta. 0-1 y el partido de cara para asentar posesión defensiva. No, eso no sucedió nunca, el once más capacitado para sobar el esférico sucumbió a las transiciones del Madrid con un Di María extremadamente bullicioso contra un Alves superadísimo (los mensajes de que sus mejores días han pasado son cada vez más evidentes). Y ahí el Barça no encontró respuesta, como tampoco fue capaz de responder a un cuarto de hora en el que el fideo se iba de quien quería y Benzema remataba y controlaba a placer. 2-1, Mascherano errando y Valdés concediendo un empate que dejaba al equipo sin uno de sus puntales.

Con el 2-1 apareció Gerard Piqué Bernabéu para sostener a un equipo insostenible, un conjunto que fue incapaz de adaptarse al choque y que veía como las carreras de Di María ponían en jaque a toda una estructura defensiva en la que Piqué fue el único que aguantó de pie y con jerarquía. Benzema pudo sentenciar, como Messi podría haberlo hecho antes a asistencia de Cesc (con el marcador a favor las ocasiones nacían de sus pies y los de Leo).

Tras la primera media hora el Madrid bajó algo sus revoluciones (su cuarto de hora fue pletórica, eso sí) y el Barça, la generación dorada, sacó a relucir una gran virtud. Si no les matas, no sabes cómo, lo harán ellos. Y apareció Leo para inventarse el empate a dos en una jugada inexistente cuando el partido iba para el descanso.

La segunda parte siguió los designios de la primera, se impusieron las transiciones de un Madrid que empezó a otear a Ronaldo y Bale en el lugar de un Di María asfixiado ante un Barça incapaz de sostener ni el esférico, apareció Undiano, empezó a reventar el partido, apareció Valdés en modo salvador con desventaja en el marcador y Messi arregló el desaguisado con una asistencia a Neymar que dejó a Ramos en la calle y con otra vez empate en el marcador.

Un Neymar que aportó, que tuvo presencia a lo largo de los noventa minutos, que tuvo capacidad para estirar a la defensa blanca sin balón y que fue en cierto modo decisivo en el marcador. No tanto como un Andrés Iniesta que decidió directamente después de varios años sin aparecer en exceso en este tipo de situaciones.

Con uno más el Madrid replegó, sacrificó a Benzema, Mascherano respiró y Piqué se convirtió en el jerarca que ya es y nadie reconoce. Y entonces sí, se pudo implantar el ataque posicional culé en contra del juego de transiciones del Madrid. Y como aquí se trata de competir y la vieja guardia se conoce todos los truquillos de este mundo lo volvieron a hacer para levantar un partido que ni dominaron ni fue suyo durante más de una hora larga de encuentro.

La liga con el resultado de ayer se pone al rojo vivo, deja a los tres en posición para poder levantar el trofeo, pero Madrid y Barça evidenciaron que a pesar de aglutinar el mayor volumen de talento en todo el planeta fútbol siguen sin mostrar la solidez competitiva que se les presupone. Del Barça se sabía de antemano que en centros laterales sufre y que en el acompañante a Piqué la fiabilidad no siempre es máxima pero del Madrid servidor no esperaba esa cara tan oscura.

Se ganó, Xavi, Messi, Piqué, Iniesta y Alves volvieron a ganar un clásico en el Bernabéu, pero cabría reflexionar en los despachos si el camino es el correcto cuando el encuentro estuvo siempre en un alambre en el que pudo ganar o perder cualquiera o no ganarlo nadie. Ayer se fue Piqué en defensa, Leo desatado y un conjunto de debilidades difícilmente sostenible sin balón, y con balón.

Piqué