Fábregas vino como el mejor centrocampista de la Premier, el gran cerebro del Arsenal que vio sus últimos días en Inglaterra como pasó de jugar atrás a ser uno de los mejores llegadores desde la segunda línea de Europa. Wenger, sabedor que tarde o temprano el de Arenys se iría, decidió darle el timón de su nave a Wilshere.

Y previsor Arsène, en el verano de 2011 se confirmó la vuelta de Cesc a la que fue su casa hasta cadetes, un retorno marcado por un contexto muy complicado de gestionar para él. Ni era el retorno del hijo pródigo como algunos querían proclamar (abandonó el club y volvió por un coste elevado, decisión que en su contexto no puede decirse que fuera equivocada) ni tampoco era la pieza que más necesitaba Pep Guardiola para reforzar a su equipo. Lo que estaba claro en su día es que, como fichaje, era estratégico tanto para el corto como a medio y largo plazo.

Su trayectoria en Barcelona no fue un éxito rotundo en ninguna de las tres campañas que lleva en el primer equipo, ha convivido con la decadencia del mejor equipo de la historia, un equipo en el que él nunca ha sido partícipe y en el que aún no ha conseguido integrarse en los tiempos finales del mismo ni, a la vez, sentirse aceptado por todos por lo que es él y su juego. Cesc es vértigo, sus pases verticales buscan hacer daño, es un goleador pero no es un 9, no es mediocentro pero sí tiene capacidad de sufrimiento, no es interior de posesión pero si es un centrocampista creativo, en resumen, Fábregas no es Busquets ni tampoco Kluivert, como no es el sucesor de Xavi Hernández.

El compendio de virtudes y defectos del de Arenys, marcados en el párrafo anterior, muestran que es un jugador extremadamente útil para el equipo (las estadísticas de goles y asistencias no pueden caer en un saco roto) pero no responde a las necesidades específicas de este equipo. Integrarle a él suponía demasiadas cosas. Pep apostó por un cambio de sistema al 3-4-3, dónde más destacó en Barcelona fue en el rol de falso 9, que en algunos partidos degeneró en un nueve puro rematador. Todo lo que llegó a ser en la Premier, aquí, en el olvido al servicio de la generación dorada.

Ahora que termina una tercera temporada en el que volvió a pasar por el proceso de los goles legitimadores, la falta de integración con el modelo y la decadencia de los finales de temporada Cesc es, por muchos, un elemento sospechoso. Motivos para querer un traspaso los hay, como también hay argumentos que indican que justo ahora, cuando se va a tomar (parece) el sendero de una profunda renovación, que sería precisamente el año en el que menos recomendable sería un traspaso, pues si se cambia o matiza el modelo el encaje del de Arenys sería, posiblemente, más sencillo.

Sea como sea, la figura de Fábregas tiene detrás a varios detractores, tanto por la imagen que transmite como por lo que supuso y rodeó su vuelta, pero a 2014 el fútbol de Cesc, intermitente, le ha dado a su equipo muchos puntos en el día a día, sobre todo en la posición cercana a la portería contraria, pero sigue siendo el elemento de la discordia.