EL «PLAN B» O LA RENUNCIA A LA PERFECCIÓN

Zlatan llegó al Barça para ser el ariete desalmado con el que soñaba un equipo lleno de poetas. No fue un fichaje cualquiera: Pep Guardiola, más fiel al anhelo de perfección que a la supuesta pureza del estilo, intentó convertir su proyecto en una maquinaria infalible añadiendo un matiz que les permitiera derribar, desde la tierra y desde el cielo, los muros que comenzaban a elevar sus mejores competidores. Sabemos cómo acabó la historia. Ibrahimovic fue, posiblemente, la primera gran víctima de la excelencia de Xavi y de Messi. Tras su marcha, el club radicalizó su apuesta y optó por jugadores consagrados al colectivo. La amenaza autosuficiente de hombres como Zlatan, Ronaldinho y Eto´o dejó paso a los Villa, Pedro y Alexis, jugadores validados por su adecuación al sistema. Más aún, jugadores como Cristian Tello, explicables únicamente por su adecuación a Messi, se convirtieron en protagonistas asiduos de la delantera del Barça. Hablamos de atacantes que no amenazan al rival por sus condiciones específicas, sino por su contribución al colectivo. Consecuentemente, a medida que el juego se hizo rutinario y desmadejado, su aportación se tornó cada vez más irrelevante.

Tras el fracaso de la apuesta por Zlatan, recobró fuerza también el corifeo de los paladines del mal llamado “Plan B”, y en su apogeo nos encontramos. La teoría del “Plan B” sugiere que un delantero complementario podría triunfar, desde un rol subordinado, allí donde no pudieran hacerlo los titulares. Dicho de otra manera. Se pretende que un plan imperfecto sea más eficaz, en el peor de los escenarios, que el mejor de los planes posibles. Con Ibrahimovic Guardiola pretendía convertir el “Plan A” en un ente flexible, lleno de posibilidades, que aunase lo mejor del juego de posición con las virtudes de un nueve capaz de jugar con los pies. Era una idea hermosa. Es obvio que, a día de hoy, el Barça debería contar con delanteros más desequilibrantes, pero habría que preguntarse por el precio de renunciar al anhelo de perfección de Guardiola. Hace varios años que el estilo, mal entendido, se ha convertido en una losa sobre la espalda de los futbolistas, pero, ¿en qué medida un nueve complementario, ajeno al discurso dominante, concesión a las supuestas ventajas de colgar balones al área, contribuiría a mitigar la carga de una idea gastada solo por el uso? Al Barça no le ha ido mal los últimos años, pese a ocasionales varapalos, con su estrechez de miras. La solución, desde mi punto de vista, no pasa por contar con un “Plan B”. Hay que soñar de nuevo con la idea. Matizada, renovada, flexible, adaptable y, si se quiere, renacida, pero siempre radical en lo que la hace viable. Siempre a ras de suelo.