No soy un loco de las series pero esta Liga es digna del guionista más trastocado del panorama televisivo mundial. Así que tendremos el capítulo final en el Camp Nou entre el F.C. Barcelona y Atlético de Madrid. Una final por una Liga, una final con dos aspirantes, uno con ciertas dudas y cita inmediata importante y otro que ha perdido totalmente los contados argumentos futbolísticos que ha mostrado este curso. Los que van a ir a Lisboa contra los reenganchados al carro por enésima vez. Los del Cholo contra los del Tata.

El Elche de Escribá se plantó en el terreno de juego con un plan tan simple como poco ambicioso puesto que un punto le podía valer para certificar la permanencia. Presión alta en todos los saques de puerta de Pinto y un 4-5-1 en fase defensiva. En ataque, un par de intentonas de Coro y el balón parado. El Barça, con un Cesc muy entonado y un Alexis mezclando anchura con profundidad navegaba tranquilo. El contexto era favorable. Fàbregas manejaba el juego desde el mediocentro, la mediapunta o la banda derecha -la izquierda fue  inoperante-  y los ilicitanos permitían mucho: poca presión al balón, recepciones de cara en ¾ de los blaugranas y una línea algo adelantada que incitaba a las rupturas. Si bien se llegó -con pocos efectivos y claridad- la falta de gol devolvía a los 22 al vestuario dejando para la segunda parte toda la faena.

Los segundos 45 minutos arrancaron con un Elche cambiado. La defensa retrasó su posición hasta el borde del área y la segunda línea se juntó. Compactos y solidarios, la receta. Desaparecieron los espacios y los destacados de la primera parte se esfumaron. Empezaron a llegar toneladas de precipitación, de ansiedad, de saber que se estaban jugando mucho, y en ese escenario un juego pobre se convierte en esperpéntico. Y hay voluntad y los jugadores quieren pero no pueden.

El Elche lograba generar peligro en cualquier contra. Bueno, cuando se lo proponía e incluso cuando no. Un Barça volcado -en el peor de los sentidos- concedía espacios pero los franjiverdes no debían tomar decisiones a la hora de aprovecharlos, directamente los culés les invitaban a entrar hasta la cocina. No es que el rival nos dañe con poco es que el daño es en buena parte auto-infringido. Extensible a buena parte de la temporada esta transición defensiva.

Y los azulgranas al batiburrillo en ataque, con centros laterales al bulto, acumulación de efectivos en la frontal, intentos de disparos sin buena posición… Están fundidos, bastante de piernas y del todo de cabeza y no es por hacer cenas, asados o conceder días de fiesta. Es discutible -mucho- afrontar un partido como este bajo esas premisas pero el problema de este equipo durante toda la temporada ha sido el mismo. Fútbol, fútbol y fútbol.

El guionista ha concedido una última oportunidad, “la del Platanito” -en referencia al torero Blas Romero- como se decía antiguamente. Con el partido recién disputado los argumentos futbolísticos para creer en la victoria el próximo sábado son escasos más allá de las capacidades individuales de algunos jugadores. Y del azar porque el maldito guionista de esta Liga se debe estar relamiendo y miedo me da… Ah, y como todo buen “seriéfilo”, no quiero spoilers.