EL FRACASO DEL SUCESOR Y EL HEREDERO

Con la salida confirmada a ultimísima hora de Xavi Hernández, el Barça se despide de una leyenda viva del club, que en la última época reciente ha abanderado la sublimación de una idea de juego que ha comportado tantos y tantos éxitos para el club. En 2014 se han cumplido tres años de la que fue su mejor temporada exhibiendo su maduración futbolística ideal, coronada en Wembley a ojos de toda Europa. Parecía imposible que llegara este día en que el jugador de Terrassa tendría que abandonar el club que le vio nacer, y a partir de ahí se abre uno de los interrogantes que definirá el próximo lustro: ¿quién será su sustituto?

Regresemos un momento al mes de mayo de 2011: tras Wembley, en la que quizás fuera la mayor exhibición de un equipo europeo en un escenario tan imponente, Guardiola empezó a trazar las líneas maestras del futuro, intentando como siempre estar un paso o dos por delante para prevenir situaciones como la actual. Como en el verano anterior, Pep insistió enormemente en el fichaje de Cesc Fàbregas, al que veía como sucesor de Xavi a medio plazo y, tan sólo unos días antes de que se oficializara la incorporación del medio gunner, el Barça ratificaba su confianza en Thiago renovando su contrato, confirmando así su presencia como jugador del primer equipo para la temporada siguiente, la 2011-12.

De una tacada, el Barça se aseguraba el presente y el futuro: Xavi en su madurez futbolística; Cesc como representante de una nueva manera de entender el modelo y, al mismo tiempo, preservarlo; y Thiago, una perla que necesitaba tiempo para confirmar todas las expectativas que se habían creado en torno a su talento. En una jugada maestra, Pep se aseguró al sucesor y al heredero del mejor Xavi de su carrera. Los problemas, sin embargo, se sucedieron cuando Guardiola se dio cuenta que en el presente no existía la fórmula para encontrarle sitio a todos.

Tras su marcha en junio de 2012, Tito asumió el relevo e inició la transición del Barça post-Xavi, ya en su declive, con el egarense en el campo. Con el Barça de los centrocampistas, tras muchos meses de probaturas e inventos fallidos, pareció que se había dado con la fórmula para llevar a cabo dicha transición, pero su enfermedad le alejó del día a día del equipo y, cuando se enfrentaron a retos mayores, el proyecto fracasó. Xavi sumó un año más; Cesc un segundo curso frustante y Thiago decidió marcharse a Múnich empujado por la confianza de Guardiola, tras no jugar con Vilanova los minutos que hubiera deseado. El heredero, el escalón medio entre Fàbregas y Samper, se había marchado.

Del hispano-brasileño siempre existieron dudas, no por su talento– que era indiscutible– si no por su adecuación al modelo. Sus raíces verdeamarelhas chocaban contra las holandesas del propio club, pero su personalidad atrevida y su inmenso talento invitaban a llegar a un entente con tal de encontrarle un sitio y un rol a su medida. Sin embargo, Tito no lo vio tan claro como Guardiola y el Bayern aprovechó una medida contractual para hacerse con su fichaje. Aunque el precio en su momento fuera goloso, el Barça se desprendía de una pieza muy importante a nivel estratégico, tanto a medio como a largo plazo.

Y es que Cesc Fàbregas volvió a sumar, con Martino al frente, una tercera temporada desesperante, que ha sido la gota que ha colmado el vaso de la paciencia de la afición– que siempre vio al 4 con recelo, desde que se fue hasta que volvió, culebrón mediante–. A parte, en el club nunca gozó de la tan ansiada libertad que le hizo liderar a todo un Arsenal con tan sólo 20 años, y siempre se sintió esclavo de las obligaciones que le exigía el juego de posición. A menudo se quejaba de su incomodidad con el modelo y reivindicaba la eterna búsqueda de un rol que se acoplara mejor a sus características como futbolista.

Cesc no podía ser falso ‘9’ porque ahí jugaba Messi, tampoco interior izquierdo porque era propiedad de Andrés y no podía hacer lo propio en la derecha, porque ahí estaba Xavi. Nunca encontró su sitio y tampoco pudo rendir con una cierta regularidad: culpa suya, por un lado, porque nunca rindió al nivel esperado; y culpa del club, por el otro, porque nunca supo encontrar la fórmula para que se encontrara cómodo. Como si hubieran firmado un pacto de no-agresión, Fàbregas se buscó la vida en su querida Londres, dónde José Mourinho le espera con los brazos abiertos.

En tan sólo un período de un año, el Barça se habrá quedado por lo tanto sin Xavi, sin su sucesor y su heredero. Los azulgrana han desaprovechado una materia prima inmejorable, de primera calidad. En ningún momento el club ha acertado en el timming ni en las formas, y el resultado de su gestión ha sido deficiente y nefasto. Con Xavi fuera del club, no parece que Rakitić ni Koke puedan ser las soluciones más eficientes a sus problemas, pero también es cierto que Luis Enrique ha manifestado su intención de coger el toro por los cuernos y, tan solo con este gesto, se merece el beneficio de la duda. Aunque, a decir verdad, el presente no parece muy alentador.