Munir es de los que ve al portero adelantado desde su campo y la pega a puerta. Es de esos. Además la mete, pero ese no es el tema hoy. Intentarlo en partido oficial está al alcance de pocos profesionales. Supone buena pegada y mucha auto confianza. De lo segundo quería hablar en este breve. Para entender el grado de fe que se tiene este chico de 18 años, no podemos perder de vista que ni siquiera ha completado una temporada entera en el filial. En cuestión de meses ha pasado de juveniles al Camp Nou. A debutar como titular… y a marcar.

Messi es hoy un “10” que juega por detrás de dos puntas. Yo ya no sé si esto es vintage, trendy o que la moda es cíclica como dicen las madres, pero además vuelven los carrileros. Pues así será el dibujo del Barça, que por circunstancias arrancaba con Ney y Suárez fuera. Y con Pedro, tocado, calentando banquillo. Podemos concluir que Rafinha es el comodín y Munir el 4º delantero. ¡Por lo menos! Porque sólo hay una persona que confía más en Munir que Luis enrique: el propio Munir. El delantero adolescente es la niña de los ojos del entrenador asturiano. Su apuesta. Lo mima, le exige y es correspondido.

Con la primera que le viene bonita ya trata de agredir al Elche. Es su debut en el coliseo blaugrana soñado durante años, y él como si nada, controla para finalizar que la línea recta es la más corta y la revienta al palo del portero. Iniesta lo va a encontrar siempre que quiera. Una y otra vez. Su conexión es telepática.

Arranca la segunda parte y él y el croata son los más enchufados. Se desmarca para plantarse en el 1×1 con el portero y sentir “eso”. En éstas muchos jugadores de talla mundial sienten nervios, miedo… Y este chaval parece saborear, no, alimentarse de ese momento. Sin ansiedades, no se precipita y detiene el tiempo. El balón bota y el jugador de sangre marroquí que ya sabía que marcaría acaba de ver claro el cómo. El segundo bote lo aprovecha para colocarla de exterior donde no llegue el portero. La pega con el exterior porque decide que es lo mejor. Y no le pesa que sea una superficie complicada. Con el interior aseguras, con el empeine la rompes y de puntera ejecutas rápido.

Rozando sutilmente de exterior tienes mucho que perder. Es fácil tocar demasiado, casi de puntera y la bola sale rápida y desviada como liebre huidiza. El otro riesgo, por defecto, es tocar poco, casi nada o nada y que veas pasar de largo el esférico. Y aun en escorzo mientras te arrepientas de la decisión tomada busques con la mirada trincheras donde esconderte de los que te observan y murmuran. Pero el 31 culé la pone donde quiere porque jamás se planteó que pudiera fallarla. Entereza. Y Lucho lo celebra como suyo, porque fue de los tres el gol más del asturiano, porque los otros dos fueron de Messi. Y muy de Messi. El míster trata de contenerse pero su sonrisa le delata. Su apuesta no podía salirle mejor hasta ahora, ni el chaval podría tener un mejor padrino.