Se ha instalado un ambiente enrarecido en París. Huele a partido grande, les visita nada menos que el Barcelona pero el clima lleva nubes consigo y éstas amenazan con tormenta. De las buenas. Y es que el PSG de Laurent Blanc afrontaba esta temporada con la ilusión de lograr su mayor reto, el que no ha conseguido nunca: hacerse con el máximo torneo continental de clubes. “Queremos la Champions”, avisaba el dueño del club, el jeque Al-Khelafi, en la presentación del fichaje estrella de este curso, el defensa David Luiz el pasado agosto. Sin embargo, un comienzo plagado de tropiezos le han alejado incluso de la Ligue1, el campeonato doméstico francés, que han conquistado las dos últimas temporadas. A día de hoy, el París Saint-Germain anda cuarto en la clasificación, a cinco puntos del líder, el enérgico e ilusionante Marsella de Bielsa, y suma tres victorias y cinco empates en su haber. Lo que es peor: más allá de los resultados, las sensaciones que desprende el juego preocupan aún más.

Y es que el PSG parece un equipo sin alma. Apático y sin ilusión, sin garra ni energía, el equipo parisino transmite muy poco sobre el campo, que acepta con resignación el devenir de sus encuentros, acaben con victoria, empate o derrota. Quizás porque tienen la barriga llena en la Liga, o porque seleccionan sus esfuerzos de cara a la Champions, el PSG recuerda al peor Barça del año pasado, cuando mostraba su cara más irregular en la competición doméstica y se dejaba puntos por despistes, faltas de concentración o fallos propios por la baja intensidad. Ni tan siquiera sirve de excusa la baja de Thiago Silva, el mandamás de la defensa; o los problemas físicos de varios de los jugadores clave del conjunto que entrena Laurent Blanc. El campeón de la Ligue1 se deja llevar en los partidos y raramente se rebela contra el guion preestablecido.

Ya sea por mala suerte, a los males de cabeza de Blanc se le añaden las bajas conocidas del ya mencionado Thiago Silva, el irregular central brasileño David Luiz, el delantero argentino Ezequiel Lavezzi y la máxima estrella del PSG, el sueco Zlatan Ibrahimović. Desde que llegó a París en el año 2012 procedente de Milán, el ‘10’ se hizo con el mando del equipo y se convirtió en su futbolista más importante. A la consiguiente subida de ingresos por márqueting, también aumentó el potencial futbolístico del club francés, en ascenso imparable debido a la inyección de múltiples recursos económicos del jeque para conseguir el nombre y la proyección internacional necesarias para hacerse con el trono europeo. Primero Ancelotti y luego Blanc se encargaron de construir un equipo a la medida del sueco, señalado por Al Khelafi como la estrella del equipo para conseguir lo que uno y otro anhelan desde hace mucho tiempo: la Copa de Europa.

Con el tiempo, parece que la unión entre ambos ha ido dando sus frutos. El PSG es ahora el vivo reflejo de Zlatan: genial pero irregular, eficiente en la Ligue1, demasiado ingenuo en la Champions. A punto de cumplir 33 años, Ibrahimović se encuentra en la temporada decisiva para conseguir su objetivo, por lo tanto, la magnitud de su baja se antoja vital. La influencia que ejerce el sueco en su equipo es total, que gira alrededor de su figura para alimentar su ego, precisamente el papel que Guardiola le negó en el Barcelona a beneficio de Messi. Curiosamente, en París Ibrahimović comparte el mismo rol que el argentino en la capital catalana. Partiendo desde la posición del falso ‘9’ y enmarcado en un 1-4-3-3 en el que predominan los triángulos de posición y el juego asociativo, el ‘10’ también ha sido capaz de sacar lo mejor de sí mismo, alcanzando así su plenitud futbolística.

En el encuentro de hoy, su lugar muy probablemente lo ocupará Edinson Cavani, una de las víctimas del ‘10’, quién fue relevado a un costado para que el sueco pudiera jugar en el centro. Con el uruguayo de ‘9’, Lucas y Pastore apuntan a sus posibles acompañantes, con los jóvenes Bahebeck y Ongenda como principales alternativas. El centro del campo parisino lo lidera un viejo conocido en Barcelona, Thiago Motta, quién encontró la estabilidad en su carrera futbolística en París. Su influencia es tal que a menudo se le ha señalado como uno de los maestros de una de las promesas más relevantes del fútbol europeo, el italiano Marco Verratti. Experto en el pase corto y la asociación, se le considera el relevo a medio y largo plazo del legendario Andrea Pirlo en la Selección. A ambos les acompañará el imponente Blaise Matuidi, una bestia física en todos los sentidos, que aporta la dosis necesaria de despliegue y derroche físico en el centro del campo. Con Salvatore Sirigu consolidado en la portería, la defensa presenta muchas más complicaciones. La pareja formada por Thiago Silva y David Luiz apenas han podido coincidir sobre el campo y causarán baja. El joven Marquinhos, pretendido este verano en el Camp Nou, liderará la zaga acompañado por Cámara en el eje, y Van der Wiel y Maxwell en los laterales, ya que Aurier y Digne jugaron en Toulouse.

Tras el paupérrimo empate del PSG en Toulouse, informaba Le Parisien que el técnico Laurent Blanc podría ser destituido de su cargo si el Barcelona logra imponerse en el Parque de los Príncipes. Con las malas sensaciones en el juego y las bajas tan importantes que ha sufrido en los últimos días, mucho tendrá que mejorar el equipo parisino para imponerse a un Barça que sigue imbatido desde que empezó la temporada. Como es lógico, estos problemas no les convierten en un equipo inofensivo, ya que de talento van sobrados y además llevan bastante tiempo jugando juntos, pero también es cierto que pasan por su peor momento desde que se inició el proyecto y los azulgrana no parecen el rival más adecuado para probar la solidez del mismo. Sea como sea, las nubes hace días que se han instalado en la capital parisina, y la lluvia, en París, no trae malos recuerdos al Barcelona.