Por fin. El Barça ganó y convenció, algo que no habíamos visto en mucho tiempo y menos ante un rival de entidad. Lo cierto es que el juego del Barça en estos meses ha brillado por su ausencia, y tras unas últimas semanas muy convulsas, con cambios y anuncios a prácticamente todos los niveles, parecía que nada iba a mejorar. Pero el cambio de año también ha supuesto una especie de catarsis para el equipo, ya que ante el Elche y ante el Atlético por fin hemos visto un plan que puede funcionar y sobre todo a un Messi más cerca de la zona de peligro, amo y señor de la cancha.

Y es que eso es lo que ha sido Leo en este partido, sobre todo en una primera parte en la que tras cinco minutos de partido empezaron a verse las deficiencias del plan atlético. Con especial cuidado, Simeone puso de lateral izquierdo a Gámez, colocando a un defensa a pierna cambiada para evitar que Messi pudiera progresar con facilidad acostado en banda derecha. Su equipo replegó en exceso demasiado rápido y le concedió a los culés una ventaja a la hora de crear, prácticamente haciendo innecesarios los interiores. El balón llegaba desde la defensa y el centro del campo, sin tiempo a sobar el balón, se la entregaba a la delantera.

El Barça, concentrado y esta vez teniendo claro cómo hacer daño, empezó a generar ocasiones. Claro está, todo nació de un Messi que demostró que le da igual el perfil o lo que pida el partido. Ahora mismo flota sobre el campo, como si el fútbol fuera un deporte demasiado sencillo para él. Sabiendo en qué consistía la trampa del Cholo, Leo decidió romper por fuera, como si fuera un extremo de los de toda la vida. El caos que generó no tardó en producir un gol que Neymar –decisivo una vez más, hizo un partidazo- transformó y confirmó las buenas sensaciones que empezaban a atisbarse.

Solo la falta de acierto hizo que el Barça no goleara al Atleti en los primeros 45 minutos, ya que los colchoneros no probaron a Bravo en todo este tramo –parte del mérito lo tienen Alba y Piqué, que estuvieron realmente bien atrás- y Messi los mandaba hacia atrás, temerosos de que les volviera a castigar. Acompañado por sus escuderos Luis y Ney, el huracán Leo continuó destrozando un sistema defensivo que hasta la fecha había demostrado ser uno de los más fiables de Europa. Por dentro, por fuera, encimado por varios rivales o con metros por delante, daba lo mismo. Otra jugada suya generó el segundo gol, que esta vez anotó Suárez, cada vez más acerca de su mejor versión.

Llegó el descanso con el Camp Nou lamentando alguna ocasión fallida más, ya que como se vio tras la reanudación Simeone hizo varios ajustes tácticos, como adelantar varios metros la línea defensiva. La actitud también cambió, ya que desde el inicio de la segunda parte el Atleti empezó a morder de nuevo. El Barça, que emocionalmente nunca le perdió la cara al partido, aguantó y el encuentro entró en una fase bastante bronca, con muchos parones y poco fútbol. En una de esas jugadas llegó un ¿penalti? favorable al Atleti, que ayudó a que el marcador se apretara e hizo que los rojiblancos tuvieran un empujón anímico que no se reflejó en ocasiones pero sí en dominio, con un Barcelona que tuvo alguna ocasión para cerrar el partido pero que de nuevo no transformó.

Tras varios cambios ofensivos, el equipo de Simeone fue definitivamente a por el empate, con Torres teniendo en sus botas las ocasiones más claras; pero apareció Bravo, muy atento tras no haber tenido que actuar durante lo que iba de partido para desbaratar los intentos de empate y calmar el tramo final del encuentro. Y claro, apareció otra vez Messi con el único tiro a puerta culé en toda la segunda parte, esta vez tras una contra con un gran cambio de juego de Suárez y una pared con Rakitic –por fin en un papel más adecuado, con menos toques de balón y más llegadas al área- para marcar y ponerle punto y final al miedo al empate, al partido y a la tensión que acumulaba Luis Enrique, cuestionadísimo desde hace un tiempo.

Quién sabe si esto es lo que necesitaba el entrenador o el propio equipo, o incluso la afición. Una victoria merecida ante un rival directo y con tramos de buen juego –distinto a lo que estamos acostumbrados a ver, algo menos elaborado pero útil con estas piezas- y a dos delanteros de talla mundial complementando al mejor jugador que han visto nuestros ojos. Solo hay que esperar para ver si esto es un pequeño oasis en un desierto de fútbol o si de verdad hemos llegado a algo a lo que podemos agarrarnos. De momento no lancemos las campanas al vuelo.