¿Y qué podemos decir más de ÉL que no se haya dicho? Esto es lo que se pregunta uno cuando se dispone a teclear unas líneas sobre el partido de ayer. Que si buscar adjetivos, descripciones ingeniosas, un símil certero… Le das vueltas, escribes, borras, pero no hay manera, no encuentras la originalidad. En cambio ÉL sí es capaz de sorprendernos partido a partido. Nos deja con la boca abierta con lo que es habitual, lo cotidiano para ÉL. Pero no se queda ahí, siempre le gusta regalarnos algo nuevo, algo que resulte inolvidable en ese partido. La Coruña fue donde ÉL con su metro sesenta y pico remató de cabeza desde más allá del punto de penalty, donde hizo un cambio de juego de 50 metros con la derecha -su pierna menos buena-, donde se sacó de la chistera un sombrero al portero en una baldosa, donde tantas cosas… Es ÉL, y siempre será ÉL, aunque algunos se empeñen en que ÉL ya se fue.

Lucho plantaba sobre el césped de Riazor el mismo once que hace una semana frente al Atleti: Bravo de cancerbero, Piqué-Masche con Alves y Alba en los costados, tripleta en el medio campo –Busi, Rakitic e Iniesta- y los nucleares arriba. Por su parte, Víctor Fernández, apostaba por el recién incorporado Oriol Riera en punta y Cuenca, Domínguez y Cavaleiro como escuderos, con la intención de dañar la espalda de Busquets Y aunque lo intentó, el Depor no logró sacar provecho de esa zona, si bien la opción casi siempre existía.

Los primeros 25 minutos de los azulgranas fueron exuberantes. Con Ney y Leo bien abiertos en banda, el Barça ensanchaba el campo al máximo, dilatando el espacio que tenía que cubrir la defensa coruñesa. Ese era el punto de arranque. A continuación ritmo alto de balón, sin riesgos, mezclando pausa y circulación sencilla con cambios de orientación diagonales y aceleraciones en 3/4, que permitían al equipo ganar metros en campo rival. Y se ganaban juntos, en bloque, ordenados y eso desembocaba que en caso de pérdida la recuperación fuera inmediata. Busquets en su salsa. Y si a todos estos ingredientes le añadimos la guinda de este Messi, el plato se convertía en una delicatessen, algo que nos retrotraía a tiempos de antaño.

Pero a partir de ese minuto 25, los de Luis Enrique cambiaron la pausa, orden y velocidad por únicamente la pausa y se perdió el control del partido. El Depor pudo asentarse en campo rival e incluso acercarse al área y el caudal ofensivo del Barça desapareció. El más perjudicado de esta pausa eterna fue Busquets. El de Badía recibía el balón, los interiores bien arriba y nadie -excepto Leo alguna vez- aparecía a auxiliar. En esta quietud total Busi buscaba esas líneas de pase como él sabe, reteniendo el balón y obligando a tomar decisiones a la poblada línea de centrocampistas gallegos. Pero claro, existe el riesgo de la pérdida, de que aunque vayas al suelo el árbitro no señale falta -sea o no sea-. Y la duda es, ¿debe asumir Busi ese tipo de riesgos? ¿Renta al equipo esas acciones? Si existe movilidad y líneas de pase, el 5 no suele complicarse -o no debería-.

Con un 0 a 2 tranquilizador en el marcador comenzó el segundo tiempo y el Depor parecía que quería destaparse algo más. Si durante la primera parte el ataque culé fue bastante compensado en bandas -Leo hacía pesar en la que estuviera-, en el segundo acto la izquierda se convirtió en recurrente. Muchas veces hablamos de los triángulos -asociaciones- en banda, y en este caso Ney, Iniesta y Alba lucieron durante un buen tramo. Incluso podemos hablar de paralepípedos, puesto que Luis Suárez cada vez tiene una mayor incidencia en el juego. Falta recorrido, ensayo y trabajo en esas sinergias pero puede ser un recurso potentísimo en cuanto engrasen las piezas.

Hagamos un punto y aparte para hablar del uruguayo. Hoy no ha estado bien ni de cara a puerta ni en acierto técnico, posiblemente dos de las cosas más importantes que se le piden -o le pedimos-. En cambio, su importancia en el juego y en la mejora de las últimas semanas es capital. Ubicado como 9 fija a los centrales y baja la densidad de población en el balcón del área. Tal como he comentado antes, sus caídas a banda de largo recorrido le hacen partícipe de ese paralepípedo en el costado, brindando diagonales a los extremos y espacio para la llegada desde el lado débil a zona de remate. Y por último, facilita la vida a Leo. Con sus movimientos cortos hacia el balón dentro del área limpia la llegada de Leo que aparece en zona de remate con tiempo y espacio para armar la zurda o la diestra -o la testa-.

Por último me gustaría dedicar unas líneas a un jugador que pasa desapercibido la mayoría de partidos pero no por eso deja de ser importante. La semana pasada nos hablaba mi compañero Luis Alcázar de la portería del Barça y de la inesperada calma instalada tras la marcha de Valdés. Partido a partido Bravo va confirmando una mejoría no bajo los palos -la mano de ayer fue espectacular- sino dentro del juego del equipo, como un elemento más que forma parte de ello. Mejoría en lectura, menor miedo a abandonar su área de meta y mayor seguridad con el balón en los pies. Los compañeros lo notan y todos nosotros también.

Final de primera vuelta en Coruña pisando los talones al líder y confirmando la buena dinámica en la que está instalado el equipo. De cara al miércoles en Copa veremos si Lucho da continuidad a la idea y si este es el punto de arranque de la evolución -esperemos que sí- del equipo. Sea como sea, lo que tenemos claro es que ÉL debe ser quien valide lo que ocurre en el campo. Y cada vez que sonríe ÉL sonreímos todos.