FINAL DE PRIMERA VUELTA EN RIAZOR

Iba a empezar hablando de Hegel. Así, a lo bruto. Sin embargo, creo que lo voy a dejar para otro día. Probablemente porque no tengo mucha idea de filosofía, mucho menos de Hegel, pero el caso es que lo veía muy adecuado. No encuentro otra manera de entender el Real Club Deportivo – Fútbol Club Barcelona que se celebra el domingo en Riazor sino abordando el contexto -histórico, social- que lo rodea.

La estadística nos da bastantes pistas para poder predecir hacia qué lado se va a decantar el resultado final, pues apenas se pueden encontrar otra cosa que victorias blaugranas en los últimos enfrentamientos entre ambos equipos. De hecho, la última victoria de los coruñeses data de abril de 2008 y los dos únicos empates fueron con la Liga ya decidida en favor del Barça. La casualidad ha querido que otra vez estos dos equipos se encuentren en la parte final del calendario, pero eso será otra historia, pues de momento se enfrentarán para cerrar la primera vuelta.

Pese a que los datos cantan o precisamente debido a ello, todos sabemos que un partido es mucho más que un resultado, igual que un equipo no es únicamente su plantilla. Por esto mismo, voy a intentar explicar el proceso de desintegración que está viviendo la masa social del deportivismo. Entender lo concreto, la actitud de la grada durante los 90 minutos del domingo, pasa por trazar un recorrido por los últimos meses. Un recorrido que incluye sangre y violencia, palabras y promesas, multas e intenciones.

De alguna manera todo arrancó el 30 de noviembre, en el mismo momento en el que Jimmy fue asesinado. Y el problema, en este caso, no fue el hecho en sí, suficientemente tratado con anterioridad en infinidad de espacios de información, opinión y debate, sino las reacciones al mismo, que lo convierten desencadenante de la situación actual. La nueva directiva blanquiazul, presidida por el empresario tecnológico Tino Fernández, manejó la situación no mucho mejor a como la hubiera manejado una bola mágica de estas que ofrecen respuestas aleatorias cuando se sacuden. En las entrevistas que realizó el presidente en medios de ámbito nacional había afirmaciones que, por ser inexactas o por no poder llegar a ser cumplidas, no se ajustaban a las decisiones que se tomaron. Es más, ni se ajustaban a los comunicados oficiales con los que el club informaba a sus aficionados. Por su parte, Riazor Blues, apoyados por un importante sector del público joven, no abandonaron en ningún momento su posición de enroque a la hora de afrontar culpas por lo ocurrido y acabaron solicitando abiertamente la dimisión de la directiva, pues decían sentirse criminalizados de forma injusta.

La situación se descontroló y la masa social, ya previamente dividida entre partidarios del antiguo presidente Augusto César Lendoiro y defensores de la nueva gestión, se encuentra en proceso de atomización en multitud de frentes. Esto ha dado lugar a que, en Riazor, lugar donde en los últimos años era habitual encontrar una afición volcada con su equipo, se viva un ambiente muy extraño. Pitidos a jugadores, petición de la dimisión del entrenador o del presidente, cánticos contra Javier Tebas, contra la federación o pintadas contra un medio de comunicación -el grupo Voz y, en particular, el periódico La Voz de Galicia- que pasó años abiertamente enfrentado con la anterior directiva. Situaciones estas que quizás sean más habituales en otros campos, pero que en Coruña nadie había vivido con anterioridad. La confusión entre los socios y la fragmentación de la masa social aumenta con cada partido que el conjunto blanquiazul juega como local, encuentros cada vez más impredecibles.

Y, por si esto fuera poco, el rendimiento deportivo del equipo no ayuda. Pese a que mejora con el paso de las jornadas, el rumbo sigue siendo tan errático como al principio y no tampoco se ajusta a lo que el entrenador declaraba como su objetivo a principio de temporada. La labor de Víctor Fernández se ve obstaculizada por la ascendencia de Fernando Vázquez entre los aficionados. El de Castrofeito supo entender en su día cómo de importante es entre el público blanquiazul tener una figura a la que aferrarse, acostumbrada como estuvo a los Bebeto, Mauro Silva o Valerón. Su destitución, maniobra extraña basada tanto en la falta de confianza entre ambas partes como en el juego con el que el Deportivo logró el ascenso la pasada campaña, no hizo sino acentuar un problema que rugía de fondo. La falta de figuras carismáticas que unifiquen el discurso en torno al club es sintomática, dentro y fuera del terreno de juego. El Deportivo 2014-2015 es un equipo capaz de lograr victorias de mérito contra Valencia o Eibar, firmar partidos sólidos contra rivales como Málaga o Levante o cuajar actuaciones paupérrimas contra Sevilla o Real Madrid. Hay un déficit de competitividad claro en una plantilla que parece difícil de situar entre las tres peores de la categoría y que se suma a un hecho algo más común en la zona baja de la tabla: la falta de efectividad de cara a puerta.

Para cubrir esta carencia, se confía en la llegada de Oriol Riera y la recuperación para la causa de Lucas Pérez. El primero, pese a ser un delantero de un perfil muy similar a los ya presentes en la plantilla -Postiga, Toché-, ha labrado su fútbol en un contexto más adecuado a las capacidades del conjunto blanquiazul. Se espera asimismo que mantenga el olfato goleador que demostró poseer la pasada temporada. El segundo, llegado como uno de los fichajes más ilusionantes tanto por su origen coruñés como por sus habilidades, ha visto limitada su aportación a un par de partidos por una inoportuna lesión que parece remitir en estos días. De momento, eso sí, la impresión ha sido muy reseñable.

A qué va a jugar el Deportivo el domingo es una pregunta que no tiene fácil respuesta. No se puede decir que la apuesta por la posesión haya dado mejores resultados que propuestas más reactivas, pero parece que la intención del 4-3-3 con el que se ha ensayado esta semana se encamina hacia ello, en una disposición similar a la de la semana pasada con Haris Medunjanin en lugar de Iván Cavaleiro para reforzar el mediocampo. La labor de José y Cuenca en el retorno defensivo será fundamental para reforzar una zaga demasiado lastrada por errores puntuales. Lo que sí sé responder, en cambio, es para qué va a jugar el Deportivo el domingo: para recuperar la ilusión y hacer un llamamiento a la unidad. Ganar en un escenario así es casi secundario.