Parafraseando a Taleb, lo que aquí llamamos un cisne negro, es un evento con los tres atributos siguientes: rareza, impacto extremo y retrospectiva. Leo Messi lleva jugando en el Barcelona desde 2003, cuando Rijkaard le empujó al escenario. Después Pep parceló su éxito desplazándole al centro del juego. No hace falta explicar demasiado lo que ha hecho Messi los últimos diez años, todos le conocemos a la perfección, su juego puede ser desmembrado y pasado por bisturí con escasa probabilidad de error en el análisis. Leo Messi es probablemente el futbolista más observado y estudiado del planeta, pero su condición de genio le posibilita para la sorpresa. Sus movimientos son previsibles, pero sorpresivos ya que casi nunca saben pararle. Sus regates son específicos, sabes lo que te va a hacer, pero sabes que te lo va a hacer. Es una rareza en el mundo del fútbol, es una rareza porque al final de la jugada, “lo que usted sabe puede ser absolutamente intrascendente”, porque te habrá hecho un gol o habrá conseguido que lo haga un compañero.

¿Con qué frecuencia las cosas importantes que nos ocurren a lo largo de nuestra vida, ocurren de acuerdo con lo establecido? ¿Con qué frecuencia los planteamientos que han querido detener a Leo Messi han funcionado? Obviamente aquí debemos hacer un ejercicio de generalización, seguramente es fácil encontrar un partido donde las capacidades de Leo Messi se han visto menguadas por el trabajo previo y el estudio de un planteamiento -Marcelino casi lo consigue hace unos días en el Camp Nou, por ejemplo-, pero el concepto general “detener a Leo Messi”, no existe como tal. Nadie ha podido evitar que Messi decidiera títulos, temporadas o ciclos triunfales. Leo Messi ha determinado los últimos diez años de fútbol, ha regateado, de la misma forma, a todos sus rivales. Y nadie le ha podido parar. Su figura ha constituido un impacto extremo en el deporte más seguido del planeta. Su presencia se puede equiparar a la aparición del teléfono móvil o Internet.

La retórica de Leo Messi, de sus actos, de sus goles, de su presencia en el mundo, explica la grandeza y la imprevisibilidad de su figura cuando juega al fútbol. Es fácil explicar lo que ha hecho, porque siempre evita el exceso de adorno, es sencillo observar sus movimientos, porque casi nunca utiliza uno más del necesario para irse de un contrario o desplazar su posición. Su genialidad va acompañada por la grandeza de la sencillez. Su carácter evocador nos lleva a repasar una y otra vez sus acciones, con asombro, como si fuera la primera vez. Mientras nos sorprende, su impacto en el resultado de los acontecimientos es inigualable. Tanto, que volvemos la vista atrás para buscar todo lo que ya nos ha enseñado y no podemos dejar de asustarnos. El domingo, en San Mamés, Messi participó en los cinco goles de su equipo: hizo el primero, asistió en el segundo, remató el balón del tercero, volvió a asistir en el cuarto y regateó a todo el Athletic para introducir a su equipo en el área pequeña rival en el quinto.