EL PRIMER CLÁSICO DEL NUEVO BARÇA

”. Así de simple, rotunda y cortante fue la respuesta de Luis Enrique a la inquisitiva pregunta -¿esperaba ver al equipo a este nivel en marzo?- del periodista en la rueda de prensa previa al enfrentamiento contra el Manchester City. Y más allá de que en el monosílabo del entrenador se encuentre esa parca contestación que da él que en ese momento no tiene muchas ganas de hablar de fútbol, la realidad le dé la razón. El Barça de Lucho tal y como él se lo imaginó en la planificación y como no terminó de cristalizar hasta que lo vio todo patas arriba ya está aquí. El equipo es suyo y es fresco, renovado y jovial. Y es distinto, sobre todo es distinto.

Esto se da así porque la gigante figura de Xavi y su posterior reflejo han sido definitivamente desterrados de cualquier infraestructura, por nimia que sea, sobre la que se sostenga el cuadro culé. El asturiano atenazado hace más o menos una vuelta, por la duda de quien sabe que lo que construye no soporta ni el soplido de un lobo probó la manzana prohibida de Terrassa. La cosa, que a corto plazo salió más asá que así, a largo plazo fue como echar sal a un cultivo: de ahí ya no iba a nacer nada. Eso sirvió para que el entrenador aclarase la mente, refrescase la cabeza y recordase lo que quería: su idea de juego, su idea del vértigo.

Ocurre que como te decía tu profesor en el colegio, el que no quiere una taza recibe dos, y justo en el camino hacia el descontrol controlado se cayó el otro gran recuerdo de la etapa anterior: Sergio Busquets. El mediocentro, cuyo destino, carrera y nombre en el Olimpo siempre estará ligado a Hernández también ha saltado de la alineación por una inoportuna lesión. Y sin el uno ni el otro la solución ya aparece como en el final del folio de las páginas de pasatiempos veraniegos, sin romperse mucho la cabeza. Al Barça de Lucho solo le queda la huida hacia delante, la que le gusta a su míster. Así llega al Clásico.

La no presencia de ambos cambia la tesitura del partido por completo, abriendo un escenario ante lo desconocido. El Barça ante el Real Madrid presentará un comportamiento distinto en las 4 fases del juego –a saber: defensa zonal, transición defensiva, transición ofensiva y ataque posicional- como nunca en los tiempos modernos había presentado. Como sin ir más lejos no presentó en el partido de ida, donde como decimos, se buscó el canto de cisne de una idea ya caduca.

En la primera fase, es donde tanta novedad presenta más tomate. Además, puede ser la más prolongada por poderío madridista y por intención blaugrana, ambos aspectos potenciados por la ausencia del 6. Los culés, ahora y antes, es donde más sufrimiento muestran por los problemas de sus piezas y por el poco trabajo, al no ser casi nunca necesario. Los dos protagonistas del debate más enconado en el entorno, Mascherano y Busquets eran los causantes, para mal, de que esto fuese así. Sergio, que con el balón y en la presión tiene virtudes que lo han elevado hasta su posición actual, chirría como la puerta de una casa de pueblo en esta faceta. Es repetitivo el verlo desordenarse cuando el rival aglutina pases y hombres en campo del azulgrana, casi sea cual sea el rival. Ante Isco, Kroos, Modric y Benzema, el asunto parecía sangrante.

Del jefecito, no hay mucho que explicar: no es central, no tiene esa lectura ahí y también se descose a la hora de interpretar. Pero además contra los de Ancelotti hay un factor que aún lo raja más: aglutinan mucha gente, pero mucha de verdad, en el área contraria y en el balcón de la misma sobre todo contra los culés, y muchas veces con la intención del cambio de orientación y del segundo palo. El motivo es que solo Piqué es el único capaz de sobrevivir en su defensa del área y especialmente por las alturas. Javier, al que se altura no ayuda, queda siempre desbordado. Por esto, incorporar centímetros y cierto talento en estas lides como el que tiene Mathieu, suena apetecible, al igual que ver al gladiador argentino en el rol que lo llevó a la gloria. Con lo dicho, la dolorosa baja del de Badía redecora el escenario abriendo posibilidades hasta ahora negadas.

Ligada a esta fase del juego está la transición ofensiva: acción-reacción. Y una reacción que el Barça busca mucho. A Luis Enrique le obsesiona que Messi, Neymar y Suárez tengan espacio para correr, tiempo para ejecutar, e ideas para encontrarse. Es elmomento del libre albedrío, de la superioridad basada en la calidad pesada en quintales. Los tres astros sudamericanos se quedan descolgados, sin más responsabilidad defensiva que a la que ellos les pide el cuerpo –lo cual resiente la fase defensiva-. Descolgados y desplegados, sus actuaciones han rajado al Atlético y al Villarreal, grandes bloques defensivos, y acomplejado al Manchester City. Con permiso del Málaga, si estás muy bien estructurado contra ellos, pierdes. Si estás mal… recoge y vete.

Es difícil calibrar tan reciente herramienta en tan novedoso escenario. Medir la capacidad de respuesta del Real Madrid y las opciones de éxito del Barça es un ejercicio de arbitrista de difícil catalogación, pero los indicios son positivos para los locales. Los de Chamartín han presentado grandes problemas a la hora de recuperar el balón en cuanto el rival tiene sentido y talento a la hora de escondérselo, y los azulgrana aunque han perdido de ambos siguen estando muy cerca de la cima en eso. Además –y da cosa decir además, pues parece solo más-, está Leo Messi. El argentino ha disfrazado de sistema lo que es un simple –y de nuevo vuelve a dar cierta cosa decir solo simple- pase desde un costado al palo largo contrario. Da goles, puntos, victorias y quién sabe si títulos. Sea como fuere tal acción casi siempre indefendible va a convertir en pareja de baile a dos jóvenes viejos enemigos: Carvajal y Neymar. Un duelo donde el primero, basado en la emotividad, siempre parece salir ganador, pero ojo: el brasileño ya ha colado dos goles y un poste sin “nada” contra él. Veremos como a ambos les sienta lo nuevo.

Las otras dos fases, transición defensiva y ataque posicional culés, aunque tan decisivas como las anteriores, parecen más resumidas a acciones puntuales y quizá heroicas para los de la Ciudad Condal si quieren tener éxito. El equipo no tiene estructura para pasar airoso la primera y para dominar la segunda así que si salen bien será porque Mascherano completó una actuación que lleva dentro y aún le debe a su parroquia, y porque Messi, Neymar y Suárez han conseguido trasladar su rutina diaria al partido de los partidos. No es poca cosa, pero es individual. Puede darse, pero si estos escenarios se repiten mucho algo no estará saliendo como Luis Enrique tenía en su libreta.

Dos grandes equipos para un partido que esta vez no decide en la tabla tanto como se quiere creer. La semana que viene ambos irán a entrenar y estarán a un partido, o dos de distancia, quedando demasiado por disputarse. Hasta ahí, tranquilidad. Pero para Luis Enrique y para su idea es clave: es la confirmación de que lo que cree tiene sentido, o quizá la búsqueda en una nueva travesía en el desierto. La pelota decidirá.

P.D. El Barça hace una vuelta, desde el Bernabéu, que no encaja un gol de córner. En este período sus prestaciones defensivas han alcanzado su máximo –con picos esplendorosos como contra el Atleti o el City-, pero ofensivamente también han alcanzado un nivel como hace casi dos décadas que no tenían. Apuntado queda: no puede sorprendernos que el partido se decante por ahí.