El sábado a las cuatro de la tarde, esa hora de fútbol que recuerda a cuando tu abuelo ponía el R5 en el patio de casa con las puertas abiertas y deleitaba a todo el barrio con el carrusel -aunque siempre era domingo y ya no existe el carrusel-, a esa hora, a las cuatro, formaba el Barça en Granada con Marc Bartra y Jérémy Mathieu como centrales. Aburridos estos últimos años con el “debate del central”, con la ansiedad de que Bartra sea titular indiscutible, con saciar el ego de un entorno contaminado que siempre da la vuelta a todo lo que huele a lo que no huele a pasado reciente. Y menos mal que Bartra es un tío que siempre muestra una actitud positiva cuando juega y cuando habla. Un chaval que ha sabido soportar con carácter e inmejorable actitud los minutos, escasos en cantidad, que ha tenido desde que apareciese en la primera plantilla. Fue Guardiola quien lo mostró y quien mostró que sería complicado verle pronto, Tito tomó el relevo y dio continuidad a Bartra como suplente, llegó Tata y se le pidió que Bartra fuese Baresi, pero Bartra siguió sentado. Luis Enrique fichó a Mathieu y Vermaelen y la competencia de Marc creció, aunque él sigue sentado con una gran sonrisa.

Son varias ocasiones en las que Bartra ha jugado esta temporada, con la competición en marcha, y no ha dejado las sensaciones que esperamos encontrar. Aparte del lesionado Vermaelen, solo Douglas, Montoya y Adriano han jugado menos que Bartra en le plantel defensivo. Pero Marc no muestra argumentos en esos escasos minutos para ser lo que todos queremos y esperamos que sea. Acelerado, lo suficientemente desacertado como para mostrar con claridad que su velocidad de evolución no es la que hace parecer su gran potencial, tendente al error innecesario, como el penalti de Granada, Bartra no termina de subirse al tren de la élite. Lo mejor parece, como dijimos al principio, su actitud ante esta velocidad en la evolución. Bartra parece ser el más consciente de que su llegada será lenta, posada, que necesitará minutos y madurez para acercarse a Piqué y, de momento, a Mascherano. Lo bueno es que no presenta dudas en el potencial: defensor veloz, intenso, con una salida de balón excelsa y ajustada al estilo del equipo, seguro y con carácter de líder. Pero incluso alguna de estas virtudes en el potencial se convierten en un hándicap competitivo, su capacidad de decisión cuando saca el balón pone muchas veces en peligro a su equipo. Por tanto, parece claro que no dudamos de lo que Bartra puede ser, pero nos hace dudar cada vez que juega de lo que hoy en día es.

No es la paciencia la virtud más abundante en el Barça, ni en el fútbol en general, los últimos años. Una hornada de futbolistas de primer nivel la última década, ha provocado que cada fruto que sale de la cantera tenga casi el deber de asentarse en el primer equipo de un club que tiene la obligación de luchar cada temporada por cada título que juega. Cuestión imposible para la mayoría de ellos, pero creo que eso no es lo peor. Lo peor es que a quienes parece que si se asentarán, encima, se les exige que sea al mismo ritmo que los que llegaron en un chasquido. No se analizan contextos, no se barajan tiempos ni se permiten adaptaciones. Demasiadas veces se convierte a buenos futbolistas en falsos fracasos por no dejar que sean lo que de verdad son y obligarles a ser lo que se espera de ellos. Personalmente espero que Marc Bartra sea el central que apunta, que allá por 2010 parecía haber llegado definitivamente para quedarse en un partido en el Calderón, como lateral derecho. De momento nos toca decirle que tiene que crecer, que su rendimiento no es suficientemente bueno para olvidarnos de ese puesto durante unos años. Que no acabe los partidos y la disculpa sea que es canterano, que costó cero euros y que recibe la adversidad con una sonrisa.