“Un penalti es una manera cobarde de marcar”, dijo Pelé tras marcar de penalti su gol número 1000. Tal vez tuviese razón. Pero lo celebró con afán, pues todos los futbolistas saben también que, en algún momento, un penalti es un gol imposible de marcar. Te lleva una temporada comprenderlo, de igual modo que exigía cierto tiempo advertir que no llevaba demasiada razón tu padre cuando, delante de un cuadro de Pollock, decía resueltamente: “Esa mierda la pinta mi niño”. 

Leí esto este verano, a la sombra, en la piscina municipal de Getafe, mientras Laura tomaba el sol. Hablé mucho con Tallón mientras leía su Manual de fútbol, le hablé más bien, soltando frecuentemente una carcajada que movía las gafas de Laura. Me gustó especialmente el capítulo titulado “el penalti”, del que se desprende el párrafo del principio. Estas últimas semanas pensé en él, cuando el mundo del fútbol agitaba los brazos con el desacierto del mejor futbolista del mundo desde el punto de penalti. Hay que decirlo, no ha estado fino Leo esta temporada desde los 11 metros. Además, más allá del fallo, seguro que también habéis notado un aire de ambigüedad emocional en el lanzamiento. Como si Leo quisiese quitarse rápido de encima el tema.

Lanzó su primer penalti con el primer equipo del Barça en 2005, en una tanda ante el Sevilla. Tenia 18 años y enfrente al, allá por 2012, portero en activo que más lanzamientos ha parado en Primera, Andrés Palop. Lo marcó. Creo que no debemos, ni podemos, considerar que Messi lance mal los penaltis, ni siquiera se puede no considerar a Leo un especialista. Su promedio ronda el 80% y ha registrado varias temporadas con 100% de acierto. En cuanto a números, poca duda siembra con ya más de 50 lanzamientos. Como dice Tallón, “el penalti está esperando que alguien escriba la historia del penalti”, quizá esta sea la única parte de la historia del fútbol que no reescriba Leo. Habrá que hablar de ello, para esperar que se enfade y le de por reinventar.

Sin ser una persona demasiado pesimista, y un pésimo pronosticador, tuve la sensación en el partido de ida de 1/8 de Champions ante el City, que Leo iba a fallar. De hecho estaba prácticamente seguro, lo comenté con quien veía el partido. Nada meritorio, obviamente, pero no fue solo intuición, la sinergia de Leo en la mirada, en la decisión al caminar. El domingo, a medio día, contra el Rayo, pensé lo mismo, la mueca de Leo, camuflada por el sol, era como de “para qué un penalti ahora si ya casi nos esperaba el asado para celebrar”. No tenemos un problema, claro, pero nos conviene que esto se acabe, que no pensemos en la mueca de Messi cada vez que afronte uno. Casi nunca será demasiado trascendente, seguramente él mismo se habrá encargado o se encargará de que no lo sea, pero llegados a un contexto de alto rango de exigencia y competitividad, ya sabemos que los detalles deciden campeonatos. Porque como dijo el comentarista de FOX tras lo de Manchester, “Messi, los dejó vivir”.