A SEMIS CON EL TRAJE DE LOS DOMINGOS

Ha madurado el equipo de Luis Enrique. Hace un par de semanas dibujamos un mapa que transcurría por la parte clave de la temporada que le esperaba al Barça: ida de Champions en París, Sevilla y Valencia en Liga y la vuelta de anoche ante el PSG en el Camp Nou. Salvo los 25 minutos iniciales, desastrosos, ante el Valencia el sábado, el balance de este equipo es sensacional. Aturdió al PSG en París, dejando casi sentenciada la eliminatoria, jugó 35 minutos deslumbrantes -lo mejor de la temporada hasta hoy- en el Pizjuán y gestionó el partido de la pasada noche de manera impecable. Todo ante rivales de entidad, sumidos en rachas de juego y resultados positivos. Minimizó a un equipo que hace unas semanas enmudeció Stanford Bridge jugando muy bien al fútbol y convirtió las dos últimas eliminatorias de Copa de Europa en impulsos anímicos ante dos gigantes europeos. Llega el Barça fresco y fluido al tramo más decisivo del año futbolístico.

Miramos de reojo a los que nos acompañarán en semifinales de Champions y, lo primero que vemos, es que ninguno llega en disposición de plantar su equipo de gala en las mejores condiciones posibles. Así saltó el Barça al Camp Nou anoche, con el once que más gusta a su entrenador, porque en la portería aun no tenemos nadie claro quién es el mejor portero que hemos fichado. Lo único que sabemos es que ambos son muy buenos y no tenemos que preocuparnos ni un segundo de lo que pasará ahí detrás. Merece ter Stegen la reseña a su rendimiento, siempre concentrado, dispuesto y bien situado cara a no dejar sin continuidad y fluidez el juego de su equipo. Y además, para. Volvía Dani Alves y el equipo lo notó, único el brasileño, carácter especial, fútbol especial. Fue clave en el maravilloso ejercicio de concentración, velocidad y movilidad del Barça el primer tiempo. La presión tras pérdida en línea adelantada fue imponente, fantástica durante toda la primera parte, destacable aquí la influencia y el nivel de Sergio Busquets –otra vez-. No se había cumplido un cuarto de hora e Iniesta nos mostraba lo fino que está, arrastró a tres rivales en conducción -Cabaye, Cavani y Verratti- para adelantar la pelota al desmarque de Neymar que ponía la tranquilidad en el contador de la eliminatoria (1-0). Aceleró el PSG tras el gol, pero fue efervescente, solo Verratti –gigante el italiano- parecía mantener la compostura que merecía su equipo y un poco de Matuidi cayendo a la izquierda quisieron mostrar esta leve reacción. Siguió apabullando el Barça a un, hay que decirlo, timorato PSG. Y apenas sobrepasada la media hora, un centro de Alves con la izquierda, desde su banda, lo remataría Neymar para colocar el control absoluto del Barça hasta el descanso (2-0). Ya lleva 30 el brasileño. Desde que Leo Messi disparó al poste en París, su equipo tomó el control de la eliminatoria de Cuartos.

Si la mejor noticia de la primera mitad era la vuelta de Andrés Iniesta, Luis Enrique se encargó de remarcar la importancia del manchego en su equipo. Xavi le sustituiría al descanso, volvía de una lesión y con 2-0 y lo que se viene, mejor guardar la ropa. Levantó el Barça el pie del acelerador y esto provocó un escenario de imprecisiones y errores que derivó en desorden, falta de intensidad y ocasiones para el PSG. Siguió guardando efectivos Luis con el cambio de Sergi Roberto por Busquets, interesante apunte el de Roberto como MC. Sumando buenos minutos y creciendo acorde a la importancia de los momentos que le están concediendo. Ligeramente disuelta la constancia colectiva que vimos los primeros 45 minutos, llegó la mejor ocasión para el PSG, a pies de Verratti tras un fallo de Piqué. No está tan fino el central como hace un mes atrás. La sensación que este equipo transmite es mudable. Un equipo brillante, con fases de juego al nivel del mejor Barça que nos acompañó hace pocos años y a la vez discontinuo, con cierto nivel de desconexión que ha podido provocar daños complejos, pero parece que nunca se cae, que forma parte de su estructura. Hemos visto al equipo dominado, al antojo de ciertos rivales -Valencia o Real Madrid-, pero nunca descompuesto ni vencido.

No marcó Leo, no jugó un gran partido, dio señales de cansancio, y hay que tomar esto como una gran noticia a nivel colectivo. Este equipo ya no necesita al Messi estelar en todos los partidos, ya no necesita que Leo duplique sus cifras cada quince días para seguir en pie. Y buena parte de culpa está en el 9, ese 9 que no sabíamos como encajar, ese 9 que aporta equilibrio arriba, presión y fortaleza ofensiva. Tampoco marcó Suárez, pero su ascensión a nivel de influencia lleva a pensar dónde estaremos en junio. Tiene trabajo Luis Enrique, los minutos que su equipo se disuelve son peligrosos en Europa, pero el trabajo, la evolución y la idea son palpables. Cada día podemos reconocer un poco más el equipo que busca. ¿Lo mejor? El sentido colectivo que tomó la primera parte, la sensación de equipo mayúsculo, la sensación de que elige sacar su mejor traje en las mejores ocasiones y la no imperiosa necesidad de que el rey reine cada segundo.