Este equipo sigue afianzando su mejor versión, da igual el color de la camiseta rival. Al olor de los títulos que ya están a la vuelta de la esquina, el once de Luis Enrique se muestra táctica y técnicamente con una precisión descomunal, que minimiza al rival hasta hacerlo prácticamente insignificante.

El Getafe intuimos, y digo intuimos porque es complicado saber sus verdaderas intenciones, cuando fueron literalmente destruidos por su rival. Como digo, suponemos querría plantar dos líneas de cuatro cercanas al área y cediendo las bandas, para provocar el atolondramiento y la espesura en la circulación azulgrana por el interior. Pero con lo que no contaban los azulones, era con la capacidad técnica de la histórica tripleta atacante, a la que también se unía un Xavi, cuyo pie derecho no ha olvidado como someter al rival desde la frontal del área.

Hasta cinco teóricos titulares descansaban ayer, dado que se suponía que sería una de las finales más plácidas que tendría el equipo de aquí a final de temporada. Esto que podría haberse resuelto con una imagen de cierta descoordinación en la ejecución de los automatismos del equipo, acabó exactamente en lo opuesto; una precisión milimétrica a la hora de combinar cerca del área rival, que derivó en la sangría de seis a cero, que reflejó el marcador final.

Ayer la salida de balón no era un aspecto muy relevante, dado que la pelota se recuperaba en las cercanías del área getafense, por lo que las ocasiones se sucedían una y otra vez sin que el Getafe fuera capaz apenas de superar el mediocampo. Muchas veces se achaca esa presión alta bien ejecutada al estado físico de los futbolistas, cuando no al hambre del equipo. Evidentemente ambos factores pueden ser condicionantes importantes, pero al final lo que marca una buena presión es la colocación ante la pérdida, que permite que dicha presión sea efectiva, casi dando igual quién la ejecuta. Sin ir más lejos ayer Xavi parecía el mismísimo Keita en transición defensiva.

Y así todo es mucho más fácil, si hubiera que poner algún pero, sería hacia la pareja de centrales formada por Bartra y Mathieu. Probablemente fue en el centro de la zaga donde más se notó la falta de minutos juntos. Hasta que no fue pasando el tiempo y los goles fueron cayendo, ambos iban al mismo balón por alto, no medían bien las coberturas y provocaron hasta cierta inseguridad en Bravo, que se vio reflejada en una media salida a un balón al borde del área, que el chileno fue capaz de rectificar in extremis para evitar el posible empate azulón.

Si hay un jugador que dota de personalidad a la par que de posibilidades el ataque azulgrana, es el manido nueve que tanto se venía demandando los últimos años en este club. Ayer Suárez volvió a dar un clinic de lo que debe de ser un nueve del Barça: apoyos en corto y en largo, diagonales hacia la banda y desde la misma, juego de espaldas, rupturas y por supuesto definición cuando toca. Ya desde el minuto siete, en un balón que recibe el uruguayo del espaldas y se gira para encarar el arco rival siendo derribado en el área, el nueve demostró que engancharse a su fútbol, puede seguir siendo muy productivo. Resaltar que en este primer gol, Leo, cuya asignatura de los penalties sigue estando en cuarentena, tiró de una definición a lo Panenka para batir a Guaita e indicar a todo el mundo lo que le preocupa a él ese tema.

Los goles en esta primera parte se sucedieron con una precisión casi circense, cada uno más difícil que el anterior con, como ya hemos dicho, una calidad en la ejecución, solo al alcance de los elegidos. Y así vinieron en esta primera parte hasta cuatro goles más, fruto de combinaciones fulgurantes y precisas, así como de robos de balón en las inmediaciones del área rival.

A partir de la segunda parte vinieron los cambios, donde llama la atención de nuevo la opción Sergi Roberto como mediocentro sustituyendo a, de nuevo, un gran Busquets. El joven canterano estuvo apoyado en esa labor por Rafinha, formando una especie de doble pivote. Y el Pedro como interior al sustituir a Xavi. Una vez más Leo, aunque partió desde la banda, fue más diez que once. Redondeó el marcador con otra joya, como no podía ser menos en el encuentro de ayer. Y los dos de arriba volvieron a enredar a la defensa rival, con por momentos una especie de doble nueve, como solo dos jugadores con su calidad e inteligencia para interpretar el juego pueden hacer.

No sabemos si en el resto de Europa se teme a la par que se admira a este Barça como lo que es, probablemente el equipo que mejor juega en el continente. Lo que si está meridianamente claro es que este equipo no le teme a nada ni a nadie y se divierte en el campo como pocos. Y esa valentía y ese disfrute del juego, a estas alturas de la temporada, todos sabemos a lo que equivale…