«Este es el Barça que más se parece al de Guardiola». Las azucaradas palabras de Unai en los días previos al partido terminaron por convertirse en una profecía, pues cuando el balón empezó a rodar en el Sánchez Pizjuan, los blaugrana -ayer carmesí-, recordaron los grandes momentos de la época en la que fuimos los mejores. En todo y punto por punto, se mostraron todos los aspectos que les dieron títulos y fama a cascoporro. Hasta que Banega marcó.

El camaleónico Barça de Luis Enrique sabía antes de empezar que el feudo sevillista no es plaza adecuada para lucir el vértigo y el intercambio de golpes, señas de identidad que precisamente adornaron la época más dorada del equipo local. Por eso, y para no correr riesgos innecesarios, empezó el partido con el balón como máximo protagonista, como siempre por el bando culé, y como principalmente lució este año en dos escenarios, siempre en la capital -San Mamés aparte-: en Liga, en la derrota por 3-1 en el Santiago Bernabéu y en Copa el día del 2-3 en el Calderón. Cuatro partidos -con este- donde no era recomendable nada que no fuese protegerse con el cuero.

Fue la fase más larga de la primera mitad, desde el minuto uno hasta el primer gol sevillista. Unos 35 minutos donde los culés lucieron un ordenamiento de piezas que recordaba aunque sea pálidamente, al juego de posición. A partir de ahí, y con los compañeros muy juntos y siempre dando opciones de pase, el líder de la Liga movía la pelota sin riesgo, ganando metros a la par que saltaba unos rivales que siempre esperaban para meter la pierna para que el muñeco no quedase eliminado. Y en caso de perderla, todos los jugadores estaban tan ordenados que la recuperaban al momento. Con esto, el Sevilla que en casi ningún momento pudo correr, y en menos aún encontrar la salida por un costado, intentaba atacar con el balón largo sobre Bacca. Poca cosa.

Fue un período marcado por dos detalles centrados en dos jugadores: Messi y Alves. El brasileño, con su posición más centrada, ayudaba perfectamente a cortar o ensuciar las contras de su ex-equipo. Además, como en la práctica era un interior más, participaba en la cadena de pases del equipo, algo donde aún sigue siendo de los mejores. Lionel, por su parte, aunque siendo extremo mostró -todavía- más libertad de movimientos que en otras ocasiones, apareciendo mucho por el círculo central, por el carril del diez e incluso por la banda izquierda. Aunque eso lo alejaba de los dominios donde es el Rey, en la práctica servía para mejorar muchísimo la posesión: la cogía, fijaba a un contrario, y soltaba. 0 riesgos en la circulación de pelota, que quedaba coronada por las grandes actuaciones -individuales y colectivas- de Iniesta, Busquets y Rakitic. Y así, el Sevilla a merced de un rival que no puso más tierra de por medio que dos goles porque Suárez no tuvo su día.

Tampoco lo tuvo Bravo. Su error en el 1-2 abrió un choque cerrado y llenó su cabeza de dudas. Su concurso pasaría a ser muy desacertado desde ahí -imprecisiones con el pie, poca autoridad en el tráfico aéreo-, a la par que los de Emery creían y a los de Luis Enrique se les acababa el embrujo, porque exactamente pasaron a ser eso: los de Luis Enrique. La asociación claudicó, la intensidad hispalense dominó, y el encuentro podía caer de cualquier lado, siendo los locales los que más empeño ponían por conseguirlo.

El técnico asturiano, leyendo la tormenta que empezaba a caer sobre los suyos, volvió a lo de siempre. El Barça pasó a ser más vertical, y con los tres de arriba descolgados buscando una contra. Aunque estás aparecían por cuenta gotas, alguna bien pudo cristalizar pero Krychowiak disfrazaba de épica la transición defensiva de su equipo mientras que los culés eran Messi y poco más. Ante tal situación y con Bacca llamando a la puerta, Lucho intentó volver a los orígenes ingresando a Xavi. Su entrada en el campo fue por Neymar, adelantando a Iniesta -variante que este año estaba olvidada- e intentando recuperar el control. No se logró, Gerard falló por primera vez en 5 meses y el Sevilla empató.

Los instantes finales, con Pedro en el campo recuperando el primer dibujo táctico y dejando la sensación de que es difícil que veamos coincidir a Xavi, Busquets e Iniesta alguna vez más, no dieron más jugo. Los culés se dejaron dos puntos y el Sevilla ganó uno en una gran noche de fútbol que puede ser punto de inflexión en la Liga, o puede simplemente ser una jornada más, donde dos conjuntos llegaron por momentos, a las cotas de juego más altas que pueden alcanzar: El Barça sigue líder y reencontrándose; a Unai Emery ya le sale buena la tortilla.