No será el mejor partido de la carrera de Leo, ni posiblemente esté entre sus 50 mejores, para muchos será una actuación terrenal del 10, pero tengo la sensación que sí será uno de los que Messi llegará a casa y se sentirá más vacío y contento con su actuación. Hizo de todo, desde asistente en el gol tempranero de Suárez hasta poner el 400 en su contador personal en el último segundo del encuentro. Y entre medias, este “hacedor” fue la solución para lograr llevar a su equipo a campo rival, el que desequilibraba y lograba ventajas, un lanzador de faltas que la mandó a la cruceta, el que puso cloroformo en la segunda parte a la camiseta che y quien se apropió del balón en los últimos minutos en las esquinitas, jugando a ser el Lobo Carrasco. Leo no se reservó nada y puso todo su fútbol al servicio del colectivo, ejecutando cada momento lo que era necesario. Y en su cara camino a los vestuarios se veía su satisfacción y cansancio por igual.

Luis Enrique apostaba por un once con novedades inesperadas. Adriano era de la partida ocupando el lateral izquierdo, compartiendo línea defensiva con Alves, Piqué y Mathieu. En el centro del campo repetía tripleta de Mestalla, el Busi, Masche y Xavi que no acabó de funcionar en tierras valencianas y que tampoco lo hizo en casa. En la delantera los tres elementos habituales, los que han de marcar la diferencia. Por su parte Nuno colocó a Alcácer arriba, secundado por Feghouli y Rodrigo en las bandas, y con órdenes claras: movilidad, velocidad y máxima intensidad encimando a la línea defensiva culé. Y la apuesta al portugués le salió a pedir de boca, a pesar del resultado en el marcador.

Sin llegar al primer minuto el Barça se adelantó. Única pérdida che en zona de ¾ en la primera parte de la que Leo sacó petroleo. Porque el pase de Busquets -siendo bueno- no daba la ventaja a Messi, que se inventó la superioridad. Suárez se dejó caer a la derecha, ajustó su posición al argentino y definió de “puchera”, como en el patio del colegio. Un 1 a 0 que parecía encaminar el partido para los blaugranas pero no fue así.

A este Barça de Lucho le reconocemos muchas virtudes y defectos, como a todos los equipos. Quizá el más grosero de todos -los defectos- sea la pobre salida de balón del conjunto y los rivales lo saben. Aprovechar esos problemas requiere una apuesta bastante arriesgada del contendiente acompañada de un desgaste físico enorme. Tanto el Sevilla la semana pasada como ayer el Valencia llevaron al terreno de juego esta teoría y salieron “ganadores”. Presión alta, hombre a hombre, trabajo incansable sobre el MC e interiores, defensa en medio campo… Una mezcla que hace que el FC Barcelona se sienta desarmado, sin saber cómo solventar la papeleta e incapaz de aprovechar los espacios que se generan entre línea defensiva y medio campo rival. Además, hoy se añadían algunas circunstancias que complicaban más si cabe la inexistente salida de balón. Tanto Xavi, Masche como Busi venían a recibir, la mayoría de veces en el mismo escalón y siempre con un rival en su cogote. Nadie generaba el espacio para que lo ocupara un compañero. Por las bandas Alves estaba solo -y no podemos fiarnos de su 1 contra 1- y Adriano no existía. Y el recurso del balón largo suponía un vuelo de balón de muchos metros que beneficiaba a la zaga valencianista.

Con este panorama el Valencia minimizó a los culés hasta cotas insospechadas. Recuperaciones en ¾ con los blaugranas descolocados, ataques posicionales que conseguian superioridades por bandas o por dentro, errores en el pase pues no aparecían líneas de pase limpias. El Barça era incapaz de llegar a campo rival, era una quimera. No existía fase ofensiva y los tres de arriba totalmente desconectados. Hasta 7 llegadas de verdadero peligro en cuestión de minutos, además de un penalty lanzado por Parejo que atajó Bravo. Esta pesadilla -porque no se puede llamar de otra manera- duró media hora, la que tardó Leo en centrarse, retrasarse y sumarse al medio campo -en ocasiones tras Masche- y el Valencia en tener que bajar sus revoluciones. Por fin el Barça podía salir por superioridad numérica en la zona ancha. Lo de atacar ya era otra historia, a pesar de la clarísima que tuvo Messi solo ante Diego Alves. Con Ney y Suárez como únicos hombres boya delante del balón, la tarea era misión imposible.

Se acercaba el 45 de la primera, el Valencia seguía dominando pero sin el aura dictatorial de la primera media hora. El que escribe intentaba analizar por zonas la manifiesta inferioridad azulgrana de esa primera parte, buscando respuestas. La izquierda era el mayor problema puesto que Adriano fue lo que se dice vulgarmente un coladero en defensa y transparente en ataque. Por suerte la aportación defensiva de Neymar fue mayor de lo habitual y evitó que la sangría fuera total. Por la derecha la espalda de Alves seguía siendo lo que es, un punto débil. Con Sergio de interior y su tendencia a centralizarse, si Piqué -bastante fallón- debía caer a banda no existía ayuda a la llegada en segunda línea. Y por zona central Alcácer y compañía se ponían las botas porque la agresividad de Masche y Busi al balón dilataba los espacios a su espalda -y la indefinición de Xavi-. Más allá de Bravo, poco a destacar por parte de los locales.

Que Luis Enrique tenía que hacer algo al descanso estaba cantado. La entrada de Rakitic por Adriano llevó a Mathieu al lateral izquierdo y al jefesito a la posición de central, logrando ordenar las piezas de una manera más equilibrada. A esto se unió el bajón che que ya se apreció al final del primer acto. Querían seguir yendo arriba pero la gasolina no daba para más. Entre la mejora posicional y el rival, el Barça solventó la salida de balón. Ya no estaba exigido, el campo rival se conquistaba con relativa comodidad. Con Leo en el centro, los blaugranas amasaban balón y evitaban los envites valencianistas -un par en los segundos 45 minutos-. Era cuestión de madurar el partido, que los minutos fueran pasando y que Messi siguiera generando ventajas. Las creaba a mucha distancia de Diego Alves, eso es cierto, pero permitían acabar jugadas y tener pérdidas en zonas alejadas del campo culé.

Con la entrada de Pedro por Luis Suárez volvió el 10 a la posición de falso 9 aunque en realidad actuó de todocampista, siendo nexo de unión entre sus compañeros. Un Otamendi portentoso evitó que el argento cerrara el encuentro con sus conducciones diagonales. La capacidad de lectura de Nicolás en el 1 contra 1 -¡ante Messi!- mantuvo a los ches a un gol de puntuar en el Camp Nou. En el 80 el sustituido fue Xavi, al que relevó Sergi Roberto, que tras sus actuaciones como mediocentro parece que se ha ganado un pequeño hueco en la rotación del centro del campo. Ya en las postrimerías del encuentro Leo anotó el segundo en un mano a mano con el portero brasileño. Llegaba fundido Messi de esa carrera de 40 metros, reflejo del tremendo esfuerzo que realizó en el día de ayer para rescatar al Barça del pozo donde estaba metido.

Y así acabó todo, tres puntos más a la saca y un equipo que supo resurgir de una inferioridad manifiesta, de un punto muy cercano al KO técnico pugilístico. Hemos visto al Barça esta temporada con una gama de registros quasi infinita. Desde el dominio absoluto a ser zarandeados de manera alevosa, y casi siempre acaban compitiendo con buen resultado. Eso habla muy bien del equipo, de la capacidad mental del mismo, de adaptarse a todos los escenarios. ¿Genera confianza no “mandar” al aficionado? Vosotros diréis porque estos vaivenes dentro de un mismo partido no se realizan a voluntad propia, no es que Lucho quiera que ocurra eso, todo lo contrario. Es el rival quien delimita qué podemos hacer, el que nos marca los límites y zonas de nuestro juego -Leo aparte-. El martes contra el PSG el siguiente episodio.