Se citaron hace algún tiempo

Algo más de cuatro meses se han esparcido sobre el césped desde que Busquets y la fortuna decidieran empujar ese balón al fondo de la red local en Mestalla. Aquel encuentro tuvo una buena carga emocional en ambos equipos y también en las dos aficiones: no fue un partido más. Por un lado el Barcelona se imponía in extremis, en una plaza complicada, y se daba tiempo para asentar un discurso. Por otro, en Valencia quedó el poso de un grupo capaz de rendir a buen nivel ante rivales que se harán más habituales en 2016 si el club se clasifica para competición continental.

Ha pasado un tiempo que en términos deportivos da para cambios importantes. En cuatro meses los equipos fracasan, se aferran a sus objetivos… o cambian de planteamiento. Muchos jugadores se metamorfosean, se olvidan de jugar o se ponen las pilas. Sin embargo, en éste caso, la sensación es de continuidad. Y creo que esta es la mejor de las noticias para el espectador. Además, hay algo que sobrevuela inevitablemente el encuentro, como un buitre: la revancha. La victoria en el Camp Nou fue tan inesperada para el Valencia, que salió tremendamente reforzado, como dura para el Barcelona, que cimentó aquella tarde algún poquito de su final liguero en un estadio tan gélido si el equipo no convence. Yo estaba allí, colgado de la grada visitante, y la sensación de irrealidad era palpable.

En cuanto a las dinámicas de ambos, tanto el Barcelona como el Valencia llevan una inercia competitiva tremenda, matizable, porque las situaciones son dispares y los objetivos distintos, pero con un potencial “en bruto” que da señales de igualdad. La ida nos hablaba de un “hasta luego”, y la vuelta viene perfectamente orientada a confirmarlo, con un calendario muy ajustado para los blaugrana y un grupo de cabeza tremendamente competitivo para los ches. No llega nadie con los deberes terminados, pero todos los traen hechos.

Pero no nos enganchemos con introducciones a paso chicloso que ya sé que aquí se viene para impresionar al personal el día del partido, soltando lastre bien medido de lo que va a hacer el rival, superando el cuñadismo reinante en la previa, en esa sobremesa de patata brava y lúpulo que nos trae el Sábado. Asumo que se quiere saber a qué juega el Valencia, y a eso es lo que voy.

Nuno, que nunca ha pisado el Camp Nou y que todavía no ha visitado el Bernabeu, ya no es el desconocido que a principios de temporada sorprendía con unos planteamientos de zarpazo e intensidad. Empezó muy bien, con ideas frescas y eligiendo bien quienes iban a ser los líderes de sus alineaciones. Esquemáticamente todo se basaba en un 4-3-3 Luego sufrió cuando los rivales empezaron a tomarse en serio el trabajo previo, el que se realiza durante la semana. Se habla poco del scouting exhaustivo que condiciona el fútbol español, de cómo obliga a cambios constantes en el sistema; Nuno no acabó de saber enfrentarse a ese continuo de equipos que cada vez acertaban más y más cuando contrarrestaban lo que su equipo proponía. Eso, algunas bajas y algún no show de hombres a los que se esperaba sirvieron de excusa perfecta para un carrusel de variantes, con rombo estrecho (y un juego mediocre), y pasando en ocasiones a defensas de cinco (5-3-2 contra el Real Madrid). Ninguna de estas variantes, aunque han sido útiles contextualmente, han podido hacernos olvidar el primer 4-3-3 de Nuno en la Ciudad del Turia. El por qué: una tremenda presencia en la media. Los culpables: André Gomes y Dani Parejo.

No siempre se entienden en el campo, y esto era fácil de observar al principio, los primeros días. André es un jugador tan tranquilo como exuberante, y una combinación de cualidades así, tan contradictoria, no puede ser obvia de seguir en el campo. ¿Espero a que me la pase aunque sea un poco chupón? ¿Me fío de él a la hora de subir al ataque si parece un mediapunta? ¿Y si me la lía? Aún así, con esas dudas que se adivinaban, Parejo se fue soltando y ahora es el máximo anotador de su equipo, empatado con Alcácer. Eso no significa que Gomes haya asumido un rol de mediocentro. André sigue soltándose, jugando de interior, pero sus especialidades son distintas. Él es el propietario de las contras y, sobretodo, de la conducción. En los partidos grandes es muy difícil que no se atreva a pegarse unas cuantas carreras con balón, así que es de esperar que los de Luis Enrique tengan instrucciones de pararlo. El portugués, por cierto, suele partir del perfil izquierdo del carril de interiores, mientras que Parejo se escora a la derecha. De esta manera el madrileño tiene vía directa a toda su banda, la que sabe servir de balones largos, profundos o bombeados y horizontales según exija la situación de juego. Desde ahí buscará la espalda de Alba, apuntalado a su vez por un enérgico Feghouli y sus constantes dos para uno con su lateral: un clásico moderno en éste tipo de enfrentamientos.

Por supuesto, esta disposición de piezas tan al vuelo, tan a mano alzada, no sería posible sin Javi Fuego. Le viene bien a Nuno la lesión de Enzo Pérez: el argentino es superlativo, pero sin la tentación de su titularidad a medias forzada, empezar con Fuego es muchísimo más funcional contra el Barcelona. Javi Fuego sabe desenvolverse perfectamente como clef de voûte del bloque defensivo blanquinegre. Domina la anticipación, pero también sabe replegar mucho y bien cuando toca, por lo que no sufre si hay que amarrar y acercarse al marco propio. Otamendi y Mustafi tienen un buen nivel individual, cosa que contra Neymar, Suárez y Messi no garantiza absolutamente nada, pero que al menos permite trazar planes ambiciosos en los duelos individuales si la noche le es aciaga a esta delantera tan galáctica que es la del Barça actual. Y digo bien galáctica porque el peligro auténtico estará en las contras del equipo de Luis Enrique: ahí es por donde el Valencia sufrirá, ya que Otamendi baja muchos enteros cuando sale de las distancias cortas: los héroes de acción nunca corren más que unos pasos antes de que todo salte por los aires.

– Deja de hablar de Otamendi y del Último Gran Héroe, qué cojones hará Nuno, qué les dirá a sus chicos?
– Les dirá que vayan a muerte, por supuesto.

La situación es simple para el Valencia. Tienen, en la teoría, más piernas y menos desgaste. Subir la intensidad todo lo asumible sin despistar a Alves es un escenario probable, lógico. Tampoco tiene alternativa moral y dispone de unas buenas piezas y algo de fondo de armario. Eso sí, Nuno no es un entrenador de principios mediáticos. No es Jémez. Es perfectamente capaz de salir a colgar balones solo para que el Barcelona no pueda contraatacar. De hecho, un buen termómetro de sus intenciones es Alves: es cuestión de fijarse en sus saques, y en cómo parece rifar el balón a zonas más o menos determinadas. Si no hay contras claras del Barcelona, desaparece un escenario en el que su equipo puede sufrir y no será el primer portugués que no se corta un pelo haciendo dándose micromanaging táctico.

La sorpresa, el toque de genio de Nuno para el Sábado no puede venir a modo de una variante sacada de la manga. No creo en ese escenario porque su 4-3-3 es ya muy sólido y superior en todo a sus demás variantes. Espirito Santo tiene poco margen, no puede cargarse lo que ya funciona. La novedad puede venir de la posición de Rodrigo. Es algo que se viene comentando, una idea recurrente que se entiende por esa presencia tan justificada de Sophiane Feghouli en el once. Sin el argelino se pierde una banda y un retorno defensivo de mucha calidad. Además, Sosó es mucho Sosó. Así que la consecuencia lógica de ello es mover a Rodrigo a la izquierda, en el rol que venía cumpliendo Pablo Piatti con tanta solvencia. El caso es que no me la jugaría otra vez con el bueno de Rodrigo si no fuera porque, y es mucha casualidad, Nuno lo pusiera contra el Levante en esa mismo rol: haciendo de aprendiz de Dirk Kuyt. Contra Messi es más fácil convencer a un delantero de que tiene que defender. Por supuesto, queda la opción de ubicar ahí a un superlativo Gayà, incluir a Orban y cerrar esa banda.

En cuanto a la delantera, y terminando con éste repaso a los de Nuno, ni Alcácer ni Negredo pueden ser determinantes, en el sentido heavy metal de la palabra. No es el mejor escenario para ellos, a mi entender. Si empieza Alcácer se dedicará a fijar centrales con insistencia: es su estilo. Su emparejamiento con Mascherano puede ser interesante de ver, ya que el jefecito tiene algunas lagunas. Si en cambio Luis Enrique ubica a Mathieu en el eje, no existirá posibilidad evidente de caída a banda. Jugando Negredo, el escenario habitual será la dejada y el juego de espaldas, y un añadido físico a la ecuación.

Aunque al final, todo dependerá del Barragán. Pero esa es harina de otro costal.