Messi recibe la pelota en el costado derecho del ataque e importa poco la altura del campo a la que se encuentre, y no demasiado si tiene a algún rival cerca de él: en cuanto pueda, colará un pase con rosca y altura a la espalda del lateral o del central diestro rivales que servirá para que Neymar emboque a gol o para que Jordi Alba busque el pase de la muerte. Este movimiento, por preciso y sencillo, ha sido el ganador del Barça a lo largo de todo el 2015. Hasta tal punto que le valió para ser considerado como «el sistema» del equipo. Pero al igual que un elemento constructivo no puede ser definidor de un estilo arquitectónico, una simple jugada no puede englobar -aunque sí coronar- todo el desarrollo de juego. Antes y después pasan cosas.

Una de éstas tiene que ver con el principal compañero de viaje de Líonel todo este curso: Ivan Rakitic. El croata ha sido de los jugadores más sacrificados y con un trabajo más oscuro a lo largo de toda la temporada, siempre ligado a contrapesar los movimientos del argentino. Tanto ha sido así que incluso llegó a estar señalado como transparente y relegado al banquillo durante un tiempo más que generoso. Pero ahora, con Luis Enrique y Messi sentando las tablas de un equipo ganador y volador, volvió a encontrar su lugar, precisamente siendo el efecto colateral de la defensa del rival.

Todo oponente, y el Athletic en la Final de la Copa del Rey no puede, ni debe, ser excepción, está obligado a cerrar el espacio al 10 culé para evitar que cuele el pase. Es una jugada tan demoledora que señala como irresponsable a quien no busca que no se produzca. Por lo general, y como han demostrado las excelentes defensas que hicieron sobre la misma Bayern y Real Madrid, esto se consigue evitando que el crack vaya hacia dentro, que de ese par de pasitos necesarios para perfilarse en el golpeo. Evidentemente, esto implica la presencia y el escalonamiento de no menos de 3 hombres en la acción: el lateral, y el volante zurdos y el mediocentro. Precisamente los jugadores que pululan por la zona de influencia del croata.

Con esto, el ex sevillista queda liberado de marcas y de vigilancias defensivas para poder desplegarse. Como tiene recorrido físico y una técnica que es élite, es justo en ese momento, en el que puede abarcar campo y transitar, en el que más brilla recordando a las funciones que cumplía cuando ganó la Europa League y no las que se le encomendó en el Barça en los primeros 6 meses de competición. No es casualidad que en el momento cumbre de la temporada -la eliminatoria contra el equipo de Pep- cuajase sus mejores como minutos como culé. Una actuación que si repite en la Final, valdrá para llevarse el título.