Barça y Bayern vuelve a encontrarse en una semifinal de Champions dos años después de su último enfrentamiento, donde -ya se sabe-, los bávaros masacraron a los catalanes vengándose de la afrenta de la eliminatoria anterior. Pero a pesar de tan corto lapso de tiempo, y de la continuidad de muchos jugadores -Alves, Piqué, Alba, Busquets, Iniesta y Messi, amén de un Mascherano que se perdió la ronda por lesión, siguen siendo titulares-, el cuadro blaugrana ha cambiado, por fin, su rostro por completo. En cuanto a análisis, ánimo y sensaciones del aficionado, estamos ante un conjunto completamente renovado.

El equipo que fue desintegrado en aquella fatídica noche de Múnich, no fue más que un pálido reflejo de lo visto durante toda la temporada: rococó -en el sentido decadente, no filigranero-, y cansado, hastiado hasta el infinito de tanta repetición realizada durante un lustro. Esa es la primera gran diferencia respecto al remozado Barça de Lucho, jovial, corredor y danzarín, capaz de disfrutar de un partido en París en Champions, o en Cornellá en Liga… ¡en abril! El pitido inicial es excusa para que los jugadores se diviertan, -o intenten divertirse-, durante 90 minutos.

Esa diferencia se relaciona directamente con el impacto táctico derivado de las decisiones semirupturistas de Luis Enrique. Si el Fútbol Club Barcelona de 2013 estaba basado en los centrocampistas y en el ritmo -lento- de posesión de balón como arma definitiva para atacar, pero también para defender, éste se ha fundamentado de iure desde la planificación y de facto desde enero, en sus delanteros como foco para sacar ventajas, establecerse arriba y generar ritmo.

La diferencia, más allá de la semántica referida a la posición del campo donde se quiere tener la pelota, es fundamental. Fundamental para detectar la salud que lucían antes y ahora. En aquella época, tal especialización sumado al inexorable paso del tiempo que se cernía sobre un proyecto que ya caminaba 5 años sobre la misma idea, favorecía que los rivales pudiesen establecer donde estaría el dominio aún sin tener el cuero en sus pies. Dicho de otra forma: si los rivales conseguían imponer un ritmo asfixiante, los culés no podrían llevar la posesión al siguiente escalón ni mezclar entre líneas, y los delanteros recibirían siempre de espaldas. Pasó en Múnich donde Javi Martínez y Schwensteiger lucieron como panteras cazando a Xavi e Iniesta, pero también pasó en los últimos Clásicos de esa época, en San Siro esa misma temporada, o en el Etihad -aunque con saldo positivo- un año después.

Peliaguda situación se reforzaba por el escaso peligro en la delantera. Sí, estamos diciendo que una delantera que tenía a Messi en su apogeo goleador presentaba escaso peligro, pero la realidad era tan así que Pedro y Alexis, los escogidos esa noche, lo fueron por tener un papel completamente defensivo. Toda previa imaginada por entonces, acertó el funcionamiento definitivo de los extremos culés: ellos tendrían que preocuparse más de defender las subidas de Alaba y Lahm que de intentar buscarles las espaldas. Se partía así, ya no solo de un físico élite y una actitud defensiva encomiable, sino de que el canario y el hoy gunner no tenían el nivel ya no de duplas blaugranas míticas como Eto’o-Henry o Ronaldinho-Giuly sino de otras parejas de atacantes de esa misma temporada como Robben-Ribèry, Reus-Götze, o Higuaín/Benzema-Özil, por citar las otras parejas rutilantes que acompañaban a su punta de lanza en aquellas semifinales. Que ni decir tiene lo lejos que estaban Pedrito y el Tocopillato del nivel mostrado hasta hoy por Luis Suárez y Neymar.

De este modo, con un centro del campo incapaz de aplicar su ritmo, una delantera que defendía porque no podía dañar, y un equipo en estado físico precario en general, la venganza del Waterloo muniqués fue un hecho. Aunque la Liga de los 100 puntos no se escaparía porque los rivales domésticos no podían usar las mismas armas que la oligarquía europea, la realidad es que el equipo estaba caduco, muerto de especialización, vejez, y paso del tiempo. «El año que viene habrá que tomar algún tipo de decisión» espetaba directo Gerard Piqué a pie de campo después de que la eliminatoria finalizase en el Camp Nou consumando el fracaso.

Esos cambios han llegado con una temporada de retraso, pero han llegado al fin y al cabo. Y recordando lo expuesto en el primer párrafo, se sustentan sobre la misma base de jugadores que estuvieron en aquella debacle, pero afectando a tres puestos clave: el de los acompañantes de Messi y el metrónomo de la posesión. Empezando por este último rol, el Barça al carecer de tal figura -solo Hernández es capaz de ello en situaciones muy concretas, y está en la fase Xavi contra Xavi- es incapaz de controlar el ritmo del encuentro. La posesión defensiva es un recurso al que el equipo no puede volver, ni siquiera como la medida desesperada de los estertores del tatismo. Anulado ese recurso, se anula la posesión masticada, la asociación sin triangulación, sin cambio de posición y sin ganar la espalda de los contrarios. El juego de posición ha muerto y el equipo presenta una calidad futbolística quizá inferior a la de otrora, pero ganando con el cambio un ritmo y una imprevisibilidad que deriva en un intercambio de golpes. Han pasado de ser la víctima propiciatoria que caerá en las garras de cualquier depredador avispado, para ser un animal capaz de atacar tanto como el que más.

Porque esa es la segunda clave: pueden caer con gusto en este intercambio de golpes, en ver quien agradece más tener pasto que colonizar delante de la posesión pues saben que sus atacantes serán los mejores y decidirán. Si hasta este verano, los compañeros de Leo Messi no podían ir en el rescate de la excesiva presión que el astro argentino sentía cara a puerta, hoy la situación es muy diferente. Para muestra un botón: el Barça entre octavos y cuartos, ante rivales de la entidad del Manchester City y del PSG ha marcado 8 goles: 4 Neymar Jr., 4 Luis Suárez, 0 un Lío que se puede dedicar a aparecer por donde quiera, enfriando o calentando el partido y agigantando su figura. ¿Es negativo que el jugador más poderoso ante el marco contrario juegue a veces tan lejos de él? Sin duda lo es, pero puede permitírselo con los dos sudamericanos. Hoy es posible que el mejor jugador del Mundial’14 decida más desde un regate o desde una asistencia, lo cual extiende su dominio a otras partes del campo sin que los de Luis Enrique pierdan cuota goleadora.

A esta eliminatoria llegará el Barça de los delanteros, un equipo que supone un paso inicial, un año uno de un proyecto. Posiblemente pierda todas las comparaciones con el Barça de Pep, fraticida rival el próximo martes, pero supone un giro que quizá era necesario. La derrota ante el Chelsea en 2012 mostró una fatiga cognitiva y un hastío del que no se consiguieron recuperar ni en 2013, ni en 2014. Las esperanzas de poder campeonar pasaron precisamente por los cambios producidos ahora. No por nada, el equipo catalán está en la pole para pelear todos los títulos en los que aún está en juego. No se estaba en esta situación desde el inolvidable mayo del 2009. Con Guardiola.