La orejona levantada por Xavi. Hasta ese momento tenía pensado hacer la crónica del partido durante la noche. Ver un poco las celebraciones, serenarme y repasar mentalmente los 90 minutos. Pero era imposible. Solo tenía ojos para leer la alegría de mis amigos, para no perder detalle de cada imagen nueva que se colgaba en la red, para contestar los cientos de whatsapps que llegaban a mi móvil. La primera la viví en casa y luego en Canaletas, ataviado con la blaugrana y una mini edición especial de Mundo Deportivo enrollada en la mano que aún conservo. La segunda, tercera y cuarta con los amigos, en el bar-cuartel general de toda la vida, en el corazón del barrio allá donde la ciudad de Barcelona pierde su nombre. La quinta ha sido a 2690 kilómetros de distancia de la Ciudad Condal, con pocos petardos retumbando, escasos cláxones rompiendo el silencio nocturno, en territorio comanche que diría aquel pero no me he sentido solo. Gracias por la compañía.

Sin sorpresas en los onces que Lucho y Allegri disponían en el lamentable césped del Olímpico de Berlín. El Barça con el traje de bonito y la Juve con todo lo que tenía debido a las bajas en la línea defensiva. Y fue un partido bellísimo, donde ambos supieron utilizar sus armas, donde ambos fueron heridos y supieron levantarse.

Sin tiempo a penas de confirmar disposiciones en el campo Mascherano y sus tacos hicieron subir las pulsaciones a los culés. Varios errores encadenados de El Jefecito permitieron a los italianos merodear el área de MAtS. Para un equipo que suele iniciar sus encuentros importantes al ralentí, buscando minimizar errores, no era la mejor noticia. Y en estas que Leo recibió en su zona magnética, en la que atrae hacia él a sus rivales. Balón de 40 metros hacia Alba que de primera se la deja a Neymar dentro del área. Maniobra de aguante del brasileño, esperando a que alguien deshiciera el equilibrio de pesos. Fue Iniesta quién rompió por el carril –interior percute- y sirvió a Rakitic –otro interior que (re)percute- para avanzar al FC Barcelona en el marcador. En 4 minutos resultado favorable. Y me gustaría hacer una observación sobre Pirlo en este gol. Se criticó mucho su decisión en esta acción, realizando un movimiento contrario al natural, dejando libre la zona en la que el croata finalizó con el interior. Yo tampoco entendía el motivo que llevó a Andrea a ir a buscar la frontal del área grande. Vi el gol una y otra vez y ¡tate!, encontré la respuesta. Era Leo el que llegaba sin marca a la espalda de Andrés. Pirlo lo vio y optó por ir a buscar al finalizador más habitual. Un error con base estadística que costó un gol. El peso de Messi…

Los minutos siguientes fueron insultantemente cómodos para los blaugranas. La Juve no salía, a excepción de una cabalgada de Morata por banda derecha, y en defensa posicional eran incapaces de encontrar respuesta a la banda izquierda culé. Pero llegó el minuto 20 y la sensación de comodidad catalana desembocó en pasividad. Sabiendo de la capacidad rival para desplegarse quisieron evitar cualquier tipo de riesgo. Posesión del balón sin ánimo de hacer daño. Y la Juve no cayó en el engaño, continuó con su plan de defensa pasiva pensando que quedaba mucho tiempo y que ir detrás en el marcador era un escenario posible.

Los juventinos hicieron varias cosas bien en el segundo tramo de la primera parte logrando igualar sensaciones. Una fue una presión efectiva y sin excesivos riesgos en salida de balón blaugrana que volvieron a mostrar ciertas carencias colectivas, a pesar del dominio de ter Stegen en el desplazamiento en largo. La segunda se producía en los ataques posicionales. Morata era una amenaza constante y obligó a que la línea culé se retrasara diez metros, generando espacios en la medular bien aprovechados por la superioridad numérica juventina. Y la tercera, quizá la más importante de todas, es que siempre finalizaban los ataques. Esto imposibilitó cualquier atisbo de contra azulgrana. Si los espacios que los de Lucho “buscaban” con la desaceleración ofensiva aparecieron, nunca pudieron ser aprovechados.

Ya en el segundo tiempo del encuentro, el Barça volvió a ser el de los orígenes del mismo. Mayor agresividad con balón, movilidad, toda la intención en dañar a los italianos, logrando tres acercamientos peligrosos al área de un Buffon magnífico. Pero en estas, un nuevo riesgo asumido en salida de balón permitió a Morata poner las tablas en el luminoso. La lucha se convirtió en psicológica: un equipo con miedo a perder lo que tuvo frente a otro ávido de conquistar lo que parecía tener perdido.

Fueron los mejores minutos de la Juve. Morata seguía martilleando por los cuatro costados a la zaga culé, Tévez salió del ostracismo mandando desde el enganche, y el centro del campo, ahora sí, se soltaba y llegaba al área culé. Posiblemente los bianconeros hicieron lo que tenían que hacer ante un Barça todavía en shock por el gol recibido aunque pagaron un alto precio por ello. Esa agresividad ofensiva italiana supuso dos cosas: muchísimos espacios a las espaldas del centro del campo y cierta precipitación en la finalización. Ahora el Barça sí podía recuperar balón, ya no era MAtS el que siempre iniciaba, y aunque con muchos metros que recorrer, los espacios eran aprovechables.

Y en ese escenario donde los blaugranas han demostrado moverse como pez en el agua esta temporada emergió Leo con la conducción que daría la vuelta a la tortilla. Disparo cruzado, rechace de Buffon y Luis Suárez en el papel de 9 killer. 20 minutos por delante y rozando la orejona.

La Juve continuó asumiendo riesgos sin apenas beneficios ofensivos y el Barça errando en el aprovechamiento de los espacios. Posiblemente que fuera una final y el miedo a perder -o no ganar- lo que tan cercano estaba influyó de manera decisiva en la “incapacidad” ofensiva de ambos. Bueno, eso y Piqué por el lado blaugrana, realizando una actuación defensiva memorable, como el mejor fontanero de la CIA en las alcantarillas yankies. Desde la sombra cortando de raíz toda la producción juventina.

Ya con los nervios a flor de piel y maldiciendo la lentitud del paso de los segundos Neymar, a pase de Pedro, mandó a la red la última mal llevada contra, enlazando la celebración del gol con la de la Copa de Europa. El brasileño nos privó de la imagen típica de las finales, esa de los corrillos en el campo entre jugadores y la llegada de los moradores del banquillo uniéndose al grupo. Pero, por el contrario, nos regaló un perfecto resumen de lo que es el fútbol actual. La alegría de los jugadores, el maravilloso mundo que es el del balompié, tapado por los petos de los fotógrafos. No se prima al aficionado ni al espectador, son los medios quienes han de hacer de mensajeros de la actualidad.

Aquello que hace 10 meses era la ilusión de cada temporada, aquello que hace 6 parecía una utopía, aquello que hace 3 era una probabilidad entre muchas, aquello que hace un par de semanas era un sueño cercano se acabó convirtiendo en realidad. Gracias a estos jugadores y este cuerpo técnico por lograr algo histórico. Gracias por el triplete. Gracias por hacernos felices. Gracias.