Cada uno tendrá una idea personal e intransferible cuando intentamos referirnos a aquello que es natural en el Barça a nivel de juego. Lo que -mal- llamamos la esencia y el ADN, lo que diferencia a la entidad culé del resto de clubs. No quiero transmitir un tufillo de prepotencia ni de superioridad moral sobre nadie, no lo pretendo. Al contrario, entiendo que todos los clubs tienen sus trets diferencials. En el caso del Barça creo que sí existe un nexo de unión entre las tres últimas décadas, aún habiendo pasado cientos de jugadores y un buen puñado de entrenadores. Algo que cualquier jugador que vestía la blaugrana, fuera foráneo o de la casa, entendía desde el minuto uno. Y hoy, por primera vez en muchos años, la idea del jugador culé con balón al inicio del partido no era la asociación con su compañero. El Barça fue antinatural.

Con bajas y sanciones viajaba Lucho a Bilbao, incorporando a la convocatoria a Gumbau y Cámara del B. El once parecía cantado excepto en dos posiciones. La más dudosa era la portería, que finalmente fue propiedad de Bravo. Nadie sabe qué hará Luis Enrique esta temporada con sus cancerberos, si fotocopiará las titularidades del año pasado o buscara otra fórmula para tener activados a ambos. La segunda incógnita a despejar era quién de entre Bartra y Vermaelen sería de la partida. Fue el belga el que ocupó la posición de central izquierdo, mandando a Mascherano a la derecha, con Alves y Alba -ya recuperado- en las bandas. Más adelante, el triángulo Rakitic, Busquets e Iniesta, con Leo, Suárez y Rafinha en la punta. Todo lo que tenía el asturiano lo puso sobre el césped del Nuevo San Mamés.

Decíamos al inicio que el Barça renegó de la asociación como primera regla con balón, y esto fue así por expreso deseo del propio Lucho. La propuesta del Athletic intuía que iba a ser muy similar a la ida de la final de la Supercopa de España. Presión al poseedor del balón y líneas de pase, mucha solidaridad colectiva e intensidad a borbotones. Luis Enrique tenía dos opciones: asumir riesgos con el esférico y lograr batir las líneas rojiblancas o bien alejar de la zona de peligro las posibles pérdidas y robos rivales. Eligió la segunda, a costa de un partido descontrolado. Pero dentro de ese descontrol aceptado, el Barça controlaba las zonas por donde los vizcaínos dañaron hace menos de una semana. Para el míster, ese descontrol era su control para evitar lo sucedido la semana pasada.

Volvamos a la asociación. No es que no existieran pases, ni combinaciones, ni circulación de balón, sino que ante cualquier riesgo -aunque fuera mínimo- en la línea de pase, era preferible un balón largo -bien o mal dirigido-. Esta solución tan arcaica permitía a los culés no desordenarse nunca y minimizar los errores individuales que tanto han lastrado defensivamente los últimos partidos. Los espacios a la espalda de Busi no existían, y con un Iniesta y Rakitic más cerrados y un Vermaelen soberbio, el pivoteo de Adúriz en el juego aéreo no existió. El Barça no llegaba, apenas salía, pero el Athletic era romo en ataque. Para Lucho ya estaba bien, el partido se convertía en una carrera de resistencia.

Este combate de boxeo feo y con continuos parones duró hasta que Sergi Roberto ingresó en la cancha. Una lesión muscular de Alves obligo a Lucho a agarrarse al invento veraniego que tantas horas de debate tuitero nos regaló. Un interior de formación -con mucha llegada- al que se pretendía reconvertir en MC debía ocupar el carril del 2. ¿Tuvo tanta trascendencia la aparición del de Reus? Mucha, pero no solo por su actuación individual sino por dos situaciones que inclinaron la balanza del lado blaugrana.

La primera fue el cambio de peso de las bandas. Como el balón no llegaba en buenas condiciones a los tres de arriba, Leo pasó a ocupar la zona central del ataque catalán. Cuando esto ocurre, si el rival no está sometido, el Barça tiende a desordenarse y conceder salidas fáciles para la contra. Además, el juego suele espesarse sin que los espacios interiores aparezcan. Pero en estas apareció Iniesta en banda izquierda. No ordenó, porque no había nada que ordenar, pero sí pausó. Ese costado pasó a ser la zona fuerte de ataque. Sin profundidad, sin desequilibrio, pero sí se lograba girar al Athletic y variar los mecanismos de ayuda. Ahora la zona débil era la derecha y Sergi Roberto lo leyó a la perfección. No debía estar sino llegar y aprovechar metros y metros. Por fin lograban los culés crear peligro.

La segunda nos remite a la voluntad de minimizar riesgos. Los leones apretaban a los centrales con Adúriz y Eraso, en un hombre a hombre que dificultaba todas las líneas de pase. En estas Busquets pasa a sumarse a la línea defensiva, en el perfil del central izquierdo, quedando Vermaelen como líbero en la zona central. Los interiores, tan habituados a huir de la zona medular, bajan en paralelo a la zona del MC, incluso por detrás de la línea que forman ambos laterales. Sí, mecanismo de salida de balón creando zonas libres para recepción de los extremos y habilitando líneas de pase desde la zona defensiva. Esta situación se repitió un par de veces durante los primeros 45 minutos pero fue recurso habitual desde el arranque del segundo tiempo, hasta que al Athletic le duró el fuelle. ¿Qué se conseguía de esta manera? Quizá no una salida limpia ni generación de ventajas -los mecanismos necesitan tiempo-, pero sí ventajas posicionales y orden en la zona central en caso de pérdida.

En este contexto el FC Barcelona sí se sintió cómodo y dominador, logrando adelantarse en el marcador una de las pocas veces que Alba se descolgó para asistir a Suárez en el gol de la victoria. Y no es casualidad que fuera así. Es más, el que escribe cree que la idea que tiene Lucho en la cabeza sobre su Barça ideal es con laterales largos, carrileros de línea de fondo. Aquel que intentó en los inicios del curso pasado y que descartó a las pocas semanas. Veremos si algún día vuelve por esa senda.

A los pocos minutos del gol del uruguayo, la lesión de Busquets trastocó los planes del gijonés. La solidez defensiva en zona central era un hecho, y con la entrada de Bartra por el de Badía debía mover dos piezas. El catalán al central derecho y el jefecito en la zona medular. El cambio de escenario permitió a los locales ganar las bandas y jugarse sus últimas cartas a centros laterales. Ahí emergió la figura de Vermaelen, lector de juego imponente cuando dispone de tiempo. No será veloz, ni agresivo y tampoco transmite gran contundencia, pero sus decisiones a cada situación del juego son de central de galones. Ya sea un uno contra uno, un centro al área chica o un balón frontal a zona central, Thomas decide y ejecuta.

Tres puntos en el estreno liguero culé en un campo siempre difícil, y más si cabe con los precedentes de hace pocos días. Próximo rival el Málaga en el Camp Nou. Veremos qué sucede finalmente con Alves, Busquets y resto de lesionados. De todas maneras, la plantilla es de 22 jugadores y tenemos un filial para solventar estas situaciones. ¿Oportunidades? Ahí están.

LAS NOTAS

BRAVO (7): Cumplió en las pocas acciones que intervino. Bien dominando el juego aéreo en su área.

ALVES (5): Ni 20 minutos duró en el campo. No parecía que fuera partido para él.

MASCHERANO (7): Más cómodo en el perfil derecho. Como Vermaelen barría todo, vivió con comodidad.

VERMAELEN (9): Exhibición defensiva del belga a lo Piqué. Ojalá haya venido para quedarse.

ALBA (7): Buen nivel tras lesión, si bien estuvo tímido en ataque. A excepción de dos acciones, poca sintonía con Rafinha

RAKITIC (6): Como se dice vulgarmente, hizo el trabajo sucio en zona central. Hoy no tocaba ni compensar en derecha ni cargar el área.

BUSQUETS (7): No fue superado por Aduriz y guardó mucho más de lo habitual su posición.

INIESTA (8): Punto desde donde el Barça pudo crecer. Este año parece haber empezado enchufado.

LEO (7): Más pendiente en ayudar al centro del campo que en desequilibrar. Casi nunca recibió con ventaja, aunque se inventó su messianica del día.

SUÁREZ (8): El gol y todo el trabajo del mundo. Incansable

RAFINHA (6): Poca incidencia en el juego. Cuando el peso pasó a su banda, poco sumó.

SERGI ROBERTO (8): Lectura y timing perfectos desde la posición de lateral. Aunque dos errores defensivos estuvieron a punto de costar caros.

BARTRA (6): Sigue sin transmitir seguridad e inteligencia en sus acciones. Debe cambiar ya.

SANDRO (-): Otro partido más, ya estaba todo el pescado vendido.