A un mes del inicio de la temporada el Barcelona Lassa ya tiene completa su plantilla, un equipo imperfecto que aspira a mejorar el pobre papel del año pasado. Es difícil demandar títulos con este Real Madrid como rival directo, pero sí es exigible aumentar la competitividad para luchar por los trofeos. El año pasado no se fue competitivo, así que hay que localizar qué falló y analizar si este año se encontrarán soluciones. A grandes rasgos se podían destacar cinco grandes problemas en el conjunto 2014-2015:

– Defensa exterior: La temporada pasada el equipo hizo aguas en este aspecto. Los únicos jugadores con aptitudes para la defensa eran Satoransky y Oleson, por lo que el equipo sufría mucho en el perímetro, lo que provocaba altos porcentajes de acierto de triples en los rivales -sobre todo a domicilio- y también la fácil entrada en la zona culé, donde los interiores a menudo estaban “vendidos”. Es algo que ni Tomic -por mal defensor que sea- ni Serge Ibaka solucionan. Xavi Pascual trató de equilibrar la rotación exterior no juntando a Marcelinho y Navarro en pista, pero eran jugadores demasiados importantes como para que no coincidieran, por lo que la sangría defensiva era terrible. Tampoco Abrines y Thomas aportaban en este apartado. Este año se suma un hombre como Pau Ribas para añadir agresividad e intensidad en el perímetro, aunque con Carlos Arroyo la circunstancia de Marcelinho se vuelve a repetir porque el boricua es todo menos un buen defensor, así que nuevamente juntar en el quinteto al base y Navarro será casi suicida. Con Ribas, Satoransky y Oleson en el equipo se puede pensar en una defensa perimetral agresiva y correr, y así de paso los jugadores interiores -sobre todo los “4”- pueden acompañar y no sufrir tanto en la pintura.

– Lesiones: No se puede negar que la mala suerte en forma de problemas físicos se ha cebado con el Barcelona en los últimos años. La última temporada sin ir más lejos el equipo empieza a caerse cuando causan baja Oleson, Abrines y Navarro, sin olvidar el problema inicial de Satoransky, la grave lesión de Eriksson y la inoportuna baja de Doellman previa al enfrentamiento con Olimpiacos con el pase a la F4 en juego. Las lesiones de los tres escoltas supusieron un antes y un después en la temporada culé. Hasta entonces las sensaciones eran buenas y Xavi Pascual parecía haber encontrado un quinteto que parecía funcionar formado por Huertas, Oleson, Abrines, Doellman y Tomic, con un Satoransky al alza que iba a acabar imponiéndose al brasileño. A partir de estas ausencias el equipo comenzó a perder partidos y la rotación se desestabilizó hasta el caos de final de temporada. No se puede decir que se haya mejorado este aspecto con la nueva plantilla, pues los principales focos de preocupación siguen en el roster. El capitán no levanta cabeza año tras año y ha renunciado al Eurobasket -¿lo hubiera hecho de no ser por la intervención?-, Abrines se ha caído de este último torneo por la maldita fascitis plantar y Oleson es garantía de 1 o 2 lesiones musculares todos los años desde que está en el Barcelona. Se ha sumado al equipo un Arroyo con constantes problemas físicos en los últimos años. Una lesión del ex de Galatasaray sería un grave contratiempo para Pascual porque se quedaría sólo con Satoransky en la dirección, auxiliado quizá por Pau Ribas. El hecho de tener a 3 o 4 jugadores propensos a las lesiones te obliga a planificar con una plantilla larga, que es justo lo que han vuelto a hacer Creus y Pascual.

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– Equilibrio interior: ¿Cuántas veces se escuchó el año pasado la frase “aquí falta un negro”? Y no sin razón porque faltaba, así que Creus se puso manos a la obra y ha traído tres, no uno. Ya en febrero se trató de intercambiar a Pleiss por Mbakwe -ahora en Maccabi-, pero la negociación no fructificó y se le ha puesto remedio este verano. Anteriormente ya se ha explicado que la mala defensa interior en muchos casos tenía su origen en la nefasta defensa exterior, pero es verdad que luego se echaba en falta un especialista capaz de intimidar a los rivales si lograban pasar dentro. Así que ha llegado Shane Lawal para hacer justamente eso, taponar, rebotear e intimidar. Le acompaña Moussa Diagne, que aterriza para aprender el oficio de cara al futuro. Los otros dos fichajes para poblar la pintura no son buenos defensores, pues ni Vezenkov va a mejorar en exceso a Nachbar -quizá sí por pura energía fruto de la edad- ni Samuels a Lampe por más oscura que tenga la piel.

– Gestión de finales de partido: Pocos partidos apretados acabó ganando el Barcelona, y es algo que casi nada tiene que ver con la suerte, así que es una asignatura muy a mejorar. ¿En quién recaía la responsabilidad la temporada pasada? Marcelinho y Navarro, principalmente. Al margen de triples milagrosos o esa semifinal que decide en La Fonteta el brasileño siempre ha arrastrado la fama de mal pensador y ejecutor de últimas posesiones. Navarro tampoco ha sido un gran especialista en ello, pero en los últimos años ha ido a peor y ha lastrado al equipo. ¿Lo hacía porque lo decidían sus galones, Xavi Pascual o porque nadie daba un paso adelante para relevarle? Es difícil responder a esta cuestión, pero está claro que algo debe cambiar dentro del equipo para que no se repitan estas situaciones. ¿Cómo? Carlos Arroyo es un buen argumento. De hecho es una de las características que le han traído con 36 años al Palau Blaugrana. Es un buen jugador de 1 contra 1 y 2 para 2, individualista en ocasiones -para bien y para mal- y un hombre con carácter para asumir responsabilidades, así que es muy probable verle en finales de partido porque es de los pocos jugadores capaces de generarse situaciones de anotación. Al margen de las individualidades es el juego colectivo lo que le puede rentar al equipo, pues ahí tiene jugadores de sobra para hacer circular el balón y asistir encontrando al hombre libre, donde Abrines, Perperoglou, Ribas, Navarro u Oleson son fiables, por no hablar de la pareja de ala-pívots. Son los momentos en los que las defensas más aprietan, los arbitrajes son más permisivos y cuando hay que estar más concentrados. Ninguno de los tres factores acompañaron al Barça la temporada pasada. Así que este año hay que ser muy intensos y tener mucha actividad en las dos canastas, para lo cual el físico tiene que respetar. Los arbitrajes deben ser justos, y lo digo sobre todo por la serie de cuartos de Euroliga ante Olympiacos, donde por una razón u otra el Barcelona no se hizo respetar -ni siquiera en el Palau-. Y desde luego no se pueden hacer concesiones como a Printezis en El Pireo o a Llull en la final de Copa de hace dos temporadas, errores de concentración en los que ha caído con demasiada frecuencia el Barcelona. Los nuevos jugadores pueden sumar en estos instantes finales, sobre todo hombres curtidos como Perperoglou o Arroyo.

– Mentalidad competitiva: El equipo del año pasado fue, ante todo, un conjunto muy poco competitivo. Esto se manifestó principalmente en tres aspectos. En primer lugar la bipolaridad del equipo de jugar en el Palau a hacerlo lejos de casa, pues eran dos equipos completamente distintos y, en la élite, esto no es admisible. En segundo lugar la falta de contundencia a la hora de cerrar algunos partidos terminados que acababan por complicarse, llegando los nervios, las dudad y los finales de partido mal gestionados. Y el tercer rasgo anticompetitivo que mostró el equipo fue la forma en que se iba del partido en el momento en el que el rival abría brecha. Es algo tremendamente preocupante porque denota una falta de espíritu y alma que no se puede tolerar, absolutamente incompatible con el éxito. Sólo hay que ver a los dos grandes dominadores del basket europeo en los últimos años, Olympiacos y Real Madrid, equipos que, entre otras muchas virtudes, nunca bajan los brazos. Es un defecto notorio en el Barcelona y acusado especialmente cuando el equipo que hay delante es el Real Madrid. A pesar de que ha demostrado en sobradas ocasiones que es capaz de competir con los de Laso, la sensación de inferioridad que transmiten ante ellos es algo a trabajar.

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¿Cómo subsanar estos tres déficits? Pues tiene mucho que ver con el aspecto mental, aunque no es todo. El Barça se siente inferior al Real Madrid porque realmente es inferior, no hay razón para no reconocerlo. Tienen mejores jugadores, más desequilibrantes y un estilo de juego más reconocible -no digo mejor-, pero el Barça no ha hecho nada este verano en los despachos para revertir la situación, ni siquiera para igualarla. Así que partiendo de esa base sigue sin haber excusa para no competir y poder ganar, y el ejemplo de Olympiacos vuelve a servir aquí. Todos estos años han tenido peor equipo que 4 o 5 grandes europeos, pero ha acabado imponiéndose a todos. Curiosamente cuando mejor plantilla han tenido ha sido cuando han fracasado -recordar final de París 2010-. Y es que a veces menos es más. La diferenciación en estos casos reside en el carácter, sangre, alma o espíritu o como se quiera definir, pero son rasgos que a este Barcelona le han faltado y no parece que con la nueva temporada esto vaya a cambiar. Se puede hablar de la competitividad probada de Perperoglou, de los años de experiencia de Arroyo o el crecimiento paulatino de Pau Ribas, pero está por ver si esto va a influir en el grupo. Hubo tres jugadores que se rebelaron ante la desidia y apatía del equipo la temporada pasada. Tomic lo hizo desde el propio basket, sabedor de que era y es el jugador franquicia, el arma principal del equipo. Satoransky dio un paso al frente mostrando garra y personalidad, pero estuvo muy solo en tal empresa. Y por último y más preocupante, Mario Hezonja. Digo preocupante porque fue un chico de 20 años el único que levantó la voz y denunció la falta de carácter del equipo cuando los partidos se torcían un poco. Las palabras del croata definían al Barça de hace un año, probablemente sus propios problemas con Pascual y también su personalidad, esa que le va a hacer tan grande, ese plus que sólo tienen unos pocos elegidos de este deporte.

Así pues se podría concluir que algo sí ha mejorado el equipo con las nuevas incorporaciones, pero probablemente no lo suficiente para alcanzar a los rivales directos. El crecimiento tendrá que ver con aspectos tácticos y técnicos tanto como mentales. El equipo es el que es, sin grandes individualidades, así que la fuerza tiene que residir más que nunca en el colectivo. Y aquí entra Xavi Pascual. Si se solventan los problemas mencionados quizá no baste para ganar, pero sí para competir. Este Barça ha dejado de ser reconocible, ha perdido química en el eje pista-banquillo-grada y muchos jugadores no suman lo que deberían, lo cual se traduce en derrotas, pérdida de confianza y se ve un equipo peor que lo que es en realidad. Esta situación hay que revertirla, y todo debería nacer de la labor del técnico de Gavà. Debe recuperar el grupo, hacer que vuelva a parecer algo y competir como casi siempre lo ha hecho con él a los mandos. Pese al caos en el que se sumió el equipo el año pasado tampoco estuvo tan, tan lejos de los objetivos. Compitió hasta el último segundo la Copa y nunca debió escaparse la F4 de Madrid porque se pudo llevar cualquiera de los dos partidos en El Pireo. La excepción fue un final de Liga donde arribó tocado y hundido. La brecha seguirá existiendo, pero el Barça está en disposición de reducirla.