El bombo ha unido a dos equipos que aparentemente poco tienen en común. La apariencia nos dice que el Barcelona viene de ganar otro triplete, que cuenta con el mejor tridente atacante del mundo y que la Roma sueña con pasar de la liguilla como a punto estuvo de conseguirlo el pasado año y ante todo, por fin, con levantar el ansiado y soñado Scudetto. El Barça vive en la exigencia y la Roma convive con los sueños. Pero entre el romano y el barcelonés se comparten más cosas de las que se vislumbran a primera vista. El mediterráneo les une y ha sido el vertebrador ser inanimado sobre el que las ciudades de Barcelona y Roma han escrito su historia. En Cataluña el mar abraza, inunda, acoge. En la Ciudad Eterna llega de lejos el olor a salitre. El romano para hacer su foto de piecitos playeros en Instagram debe viajar a la cercana Ostia. Pero en ninguna ciudad se observa el carácter mediterráneo, esa forma de vivir latina, de noche, de comer, dormir y follar con ganas, como en Roma. Como en Barcelona. Un mar y un bombo de Champions unen en septiembre al Barça y a la Roma. Sus dos aficiones son de lo más exigente y orgulloso que se puede ver en Europa.

Si durante años el mantra culé fue el aquest any sí esperando con ansia que, venga, seguro que ahora sí, el Barça ganara y ganara y destronara el poder centralista de Madrid, y al final todos los mayos se sacaban pañuelos, se vivían desgracias casi cómicas -lo de Dukadam da para peli de Monty Phyton, dirán los lectores que no- y se volvía al patiment perpetuo, en Roma no le van a la zaga a los culés. Ya hace tiempo que el Barcelona domina el fútbol europeo y si no se ha quitado ese lastre de sufrir es porque en el fondo no está del todo mal el lamento calculado. A la Roma le queda todavía le falta tiempo y éxitos para poder tirar del drama por postureo y no por realidad.

Cada año la vida del romanista se repite constantemente, como Sísifo subiendo eternamente la montaña, como un loop de hip hop, todas las temporadas repitiéndose constantemente. Primero, cabreo y desconfianza porque no llegan los fichajes. Este año entrábamos en agosto, nos poníamos las chanclas y el sombrero de chiringuito y mientras la Juve ya tenía a Dybala o Mandzukic y el Milan a Luiz Adriano y a Bacca, el romanista se probaba el bañador a estrenar en Ostia sin ningún crack del que presumir. Pero claro, luego llegan, los fichajes siempre llegan. La Roma, en manos de inversores italoamericanos, es uno de los equipos que más gasta en fichajes de Italia en los últimos años. Gracias a los dólares de Thomas Di Benedetto, inversor americano de origen italiano que se hizo con el club en 2011, el equipo ha invertido, desde entonces, más de 360 millones en fichajes. Y este año las nuevas incorporaciones son de relumbrón. Dzeko y Salah encabezan una plantilla que ya está haciendo soñar a la apasionada afición romanista. Lo que ha pasado otras temporadas es que el equipo se acaba desinflando como la grave crisis que vivieron el pasado año tras la dura derrota contra el Bayern de Múnich. Y cuando llega mayo y el resto de equipos lucha por los títulos, en Roma se arma alguna, la afición silba, insulta y pide la venta del equipo. El romano es tan histriónico y teatral por lo que escenificar una tragedia estentórea ante un mal año del equipo es tan natural como respirar. Luego pedirá fichajes, se irá enfadando mientras no lleguen y con la primera presentación volverá a soñar con el ansiado título. La rueda, otra vez, a girar.

Pero quest`anno sì, quizá aquest any sí, quizá catorce años después de que la Roma de Capello consiguiera el Scudetto, esta plantilla de Rudi García puede hacerlo. Eso y complicar la vida al Barça. Talento, juventud, goles y desborde definen a este equipo acostumbrado a querer jugar bonito pero que está aprendiendo a competir.

En la portería este año el titular parece que será salvo lesión, el polaco Szczesny, cedido por el Arsenal donde vivió los últimos meses enfrascado en continuos enfrentamientos con Wenger. Entre otras cosas, fue pillado fumando en la ducha tras una derrota. El guardameta polaco peca de irregularidad y cierta improvisación mal resuelta que le ha provocado ser protagonista de varios fallos en la portería del Arsenal y no conseguir nunca la confianza del público del Emirates. En Roma, de momento, ha empezado muy bien la temporada.

Los laterales eran los puntos más flojos del equipo. El veterano Maicon ya no puede cabalgar majestuosamente la banda como ha hecho estos últimos años y lo de Ashley Cole fue todavía más sangrante. El inglés ha resultado, llanamente, un completo fracaso. Holebas tampoco dio la cara y Balzaretti ha tenido que retirarse tras un suplicio de lesiones. Para el lateral izquierdo se ha fichado a Lucas Digne. Para el lateral derecho podrán contar con Rudiger, central alemán que también puede situarse en esa zona. Gente joven y con talento para dar un aire nuevo a las bandas. Para el centro de la defensa el Catania ha cedido al joven Gyomber, más la polivalencia de Rüdiger y la posibilidad de que De Rossi baje al centro de la defensa. La zaga fue, sin duda, la parte más floja del año pasado. El mariscal, será otra vez, el griego Manolas que no ha alcanzado todavía su punto más álgido de forma en la capital.

Un poco coja en defensa, la Roma cuenta, no obstante, con un centro del campo de auténtico lujo. Desgraciadamente, Strootman sigue con su particular calvario y va a volver a ser operado de la rodilla pero la nómina de centrocampistas sigue siendo excelente. Nainggolan y Keita le dan el suficiente cemento y físico para que el equipo no se derrumbe, mientras el talento -y un disparo impresionante- corre a cargo del bosnio Pjanic. Continúa comandando este centro del campo Daniele de Rossi, futuro capitano y emblema vivo del romanismo. La delantera poco tiene que envidiar al brillo del centro del campo. Allí sigue la leyenda Totti, el mejor jugador de la historia de la Roma. Aunque ya se denota que el tiempo, que parecía no afectar a Francesco, hace mella en el genial jugador y es bastante difícil que sea titular. El joven Falqué o Iturbe lucharán por un puesto en el once titular mientras el espumoso y delicioso Salah y el goleador sin piedad, Dzeko, deberán liderar a esta Roma.

En las gradas del Olímpico que pronto se jubilará para dar paso a un nuevo y rutilante estadio, corre ahora el murmullo alegre, vivaz, el sonido de la ilusión. El romano está en un punto ascendente de euforia. Para Rudi García y sus chicos el reto será controlar esa pasión con frialdad e inteligencia. El Camp Nou será un test vital para ver hasta donde ha llegado la madurez de este proyecto.