POCAS HORAS, PERO OTRO DISCURSO

Echar la vista atrás no es un buen negocio para el aficionado de la Real Sociedad. Los últimos dos entrenadores que han intentado reconducir al equipo hacia una dinámica de alto vuelo han terminado desorientados por la misma falta de indefinición de sus equipos.

Desde el famoso rombo estrecho (4-4-2) de Jagoba Arrasate hasta el inocuo passing game de David Moyes, la grada realista ha contemplado una serie de (in)decisiones que ha batallado con la razón de ser del propio aficionado. Desanimado y sin demasiadas razones futbolísticas para mirar hacia adelante, hace tiempo que la distancia entre el equipo y el público de Anoeta es mayor que unas simples pistas de atletismo. Por este motivo, que Eusebio Sacristán haya caído con tan buen pie difumina todo lo demás.

La afición txuri-urdin está tan falta de energía que la opinión desencantada de los culés acerca del nuevo entrenador ni resta, ni suma. Ahora mismo la unión y ganar priman sobre el juego. Porque la victoria es tiempo. Claro que afición y jugadores quieren saber el cómo y el porqué de las cosas; con mejor o peor resultado, lo que suceda en el campo a corto plazo debe tener el sentido y la continuidad que no han aparecido en los últimos meses. Por eso ante el Sevilla, aunque no fuera un despliegue avasallador -de hecho, el equipo de Emery tuvo dominado el encuentro hasta el gol local-, a diferencia de otras ocasiones, se agradeció que hubiera un discurso, una intencionalidad marcada por la pizarra del técnico vallisoletano.

Agirretxe sobre Sacristán: «La forma de jugar ha cambiado. Estamos haciendo muchas charlas para que nos explique lo que quiere y lo que no quiere. El análisis lo está haciendo muy bien. Por lo menos, lo que nos explica se ve que él cree y verle tan convencido ayuda mucho«.

La confianza es como la sonrisa, se contagia si el de al lado hace lo propio. El líder, el técnico en este caso, ha dejado claro que los jugadores técnicos -Eusebio confió a Pardo e Illarra la gestación de las jugadas- son su preferencia -aunque también lo eran para Moyes, y los resultados acabaron convenciendo al escocés de que Markel entraba mejor en la ecuación-. Eusebio también ha puesto en valor los robos lejos de portería -presión alta-, y por último la salida de balón, si es aseada y contundente desde atrás, mejor. Más allá del resultado, ahora los jugadores saben lo que tienen que hacer. Otra lectura es que antes también conocían el juego que debían proyectar en el césped, pero la simpleza del estilo británico no estaba a la altura de la competición.

Evidentemente el Camp Nou es un escenario muy particular para un equipo lleno de intenciones, pero tácticamente mermado como es esta Real Sociedad. Además, teniendo a Suárez, Messi y Neymar llamando constantemente a la puerta del gol, sería atrevido pensar que Canales, Bruma -o Vela-, Prieto y laterales -Yuri, dueño de todo el carril izquierdo ante el Sevilla, es el más profundo- se proyectasen a semejante altura. Mismamente el sábado Iborra, Immobile y Vitolo encontraron varias situaciones de uno contra uno en contraataques que nacían a partir de los envíos en largo que la zaga sevillista ejecutaba para superar la primera línea de presión conformada de hasta 5 o 6 jugadores blanquiazules.

En esas situaciones Iñigo Martínez y Mikel González debían temporizar y corregir a tiempo. Si no lo hacían, quedaba el factor Rulli -el argentino no está cumpliendo con la progresión que anticipaba su enorme primer año, aunque sigue dejando destellos de enormes reflejos, como el pasado fin de semana-. Salvo que Eusebio se crezca ante la que fue su casa, en esta ocasión se prevé un pavor razonable. En cualquier caso, el Barça se encargará de arrinconarlos en la orilla, y ahí es donde las ayudas deberán sobresalir para salvar -o minimizar- el resultado.

Illarramendi provocó la quinta amarilla para poder contar con él en enfrentamientos de talla más ajustada. Así pues Sacristán se queda sin la pieza insustituible para conquistar un campo en el que acostumbra a caer goleado. Quién sabe, igual Agirretxe toca dos balones y mete tres -la dinámica goleadora del de Usurbil dicta tal cosa-. Tras una victoria balsámica ante el campeón de la Europa League, mirar a los ojos del campeón de todo no será sino una prueba más que sirva para que el conjunto donostiarra se encuentre a sí mismo. Un modo excepcional de cargar las piernas de un fútbol hasta ahora nada practicado, pero sí parece que asimilado.