Lo tenía hecho con el Barcelona”. Estas palabras de Sonny Weems atormentan a cualquier culé que vea los números del alero norteamericano en el año de su regreso a la NBA tras cuatro temporadas en Europa. Ha participado en 10 partidos con los Suns, promediando 8.5 minutos, 0.9 puntos y 23% en tiros de campo tras intentar anotar en 13 ocasiones. Desde la perspectiva europea hace daño a la vista, y desde la óptica culé duele especialmente porque era un hombre que hubiera dado un salto de calidad evidente a la plantilla.

Siempre hubo mucho escepticismo en torno a esta incorporación, pero lo cierto es que el propio protagonista se encargó de confirmar los rumores: él era el fichaje estrella, el extracomunitario, el alero sustituto de DeShaun Thomas. Diferencial físicamente a este lado del charco, intenso en las dos canastas, capaz de anotar desde fuera y también penetrar, de asumir responsabilidades, de crearse sus propios tiros. Sustituyan en la plantilla culé a Perperoglou por Weems y caigan en la cuenta de lo que este fichaje podría haber significado. No es que fuera a solucionar todos los problemas de este Barcelona, pero era un jugador que el equipo necesitaba como el comer. Y eso que el escudo Teodosic le ha librado de críticas merecidas por sus flojísimas F4, porque lo cierto es que el norteamericano no fue capaz de marcar diferencias en ninguna de las tres que jugó a las órdenes de CSKA.

Weems no es el primer gran fichaje que no fructifica en los últimos años, de hecho ha sido una constante que llega a desesperar. El primer nombre que viene a la cabeza es Vassilis Spanoulis. El griego acababa contrato en el verano de 2013 con Olympiacos y se planteaba muy seriamente salir del equipo de El Pireo. Dos Euroligas consecutivas le habían consolidado como el mejor jugador del continente, y su fichaje se percibía como el impulso que necesitaba la sección para devolver la ilusión al Palau, y él estaba por la labor. Lo había ganado todo en Atenas, al parecer su familia quería nuevos aires o la posibilidad de firmar su último gran contrato hacía pensar que estaba más fuera que dentro de Olympiacos, y CSKA y Barcelona fueron los más interesados en el “7”. Ambas ofertas eran superiores a la de los griegos, pero una última intentona de la directiva de El Pireo acabó por convencer a Spanoulis para continuar en Atenas. Es difícil saber cuánto de cierto hubo en la negociación culé con su díscolo representante Misko Raznatovic y cómo de cerca estuvo de recalar en la Ciudad Condal, pero está claro que hubiera sido un fichaje que hubiera cambiado el rumbo del equipo. En cambio llegó Pullen en ese perfil de “1-2”, y ya se sabe cómo resultó. Ahora que vuelve a terminar contrato nuevamente surgen rumores de fichaje por el Barcelona, y aunque mejoraría muchísimo la actual plantilla su llegada siempre se produciría tres años tarde.

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Spanoulis sólo era el comienzo de la pesadilla del verano de 2013, porque semanas más tarde se confirmaba el fichaje de Nemanja Bjelica por Fenerbahce. Creus había alcanzado un acuerdo con Baskonia y con el propio jugador para que se convirtiera en el “4” del Barça, confiando en que todo su indudable talento se pusiera al servicio del equipo y se transformara en un jugador constante. Pero entonces Obradovic lo cambió todo. El mítico preparador balcánico aterrizó en Estambul para asumir el ambicioso proyecto de Fenerbahce, y una de sus primeras gestiones fue llamar a su compatriota para convencerle de que firmar por su equipo y estar a su tutela era lo mejor para su carrera. Y el tiempo le ha dado la razón. A base de mucho trabajo Bjelica se convirtió en el mejor jugador del continente en su posición, logrando el MVP de la pasada Euroliga y ganándose un lugar en la mejor liga del mundo, donde promedia 26 minutos por partido con los Wolves. Allí ha llegado tras transformarse en un jugador mucho más duro, dominador de la pintura y el rebote, mejorando sus prestaciones defensivas y manteniendo su talento y elegancia. No es casualidad que haya llegado a este punto de su carrera bajo las enseñanzas de Zeljko Obradovic y Sasha Djordjevic. Nuevamente el Barça tuvo que recurrir a otro plan y Bostjan Nachbar fue el elegido.

Pero ahí no acababa todo. El club se había hecho con los derechos del mexicano Gustavo Ayón, y esperaba que ninguna franquicia NBA reclamara el contrato del pívot para hacer uso de ese privilegio y que formara parte de la plantilla como un hombre importante, complementando a Tomic o incluso compartiendo minutos con él. Sin embargo Atlanta Hawks le dio el disgusto a Creus sobre la bocina y se llevó al azteca para acompañar a Horford en la pintura, pero las lesiones no le permitieron demostrar apenas nada. El verano siguiente era la gran oportunidad, pero por motivos difusos el Barcelona deshecho la opción. Puestos a especular se podría argumentar que el estado de su hombro era sospechoso, que no había mostrado interés alguno en recalar en el Barcelona o que económicamente era demasiado costoso para ser suplente, pero lo cierto es que Creus se apresuró a firmar a Pleiss y mantuvo la apuesta de Lampe tras su famoso triple, aunque el resultado es de sobra conocido. El polaco no estuvo mal mientras que el alemán no cuajó pese a su talento, pero lo peor de todo fue que Ayón acabó en el Real Madrid ganando absolutamente todo con un papel relevante. La peor de las pesadillas.

Aquel verano del 2013 el Barcelona podría haber reunido un quinteto inicial formado por Spanoulis-Navarro-Papanikolaou-Bjelica-Tomic, con complementos como Oleson, Dorsey, Sada o Lorbek. Bien es cierto que Olympiacos financió la renovación de Spanoulis con el traspaso de Papanikolaou, por lo que se hace difícil pensar que se hubieran podido llevar a cabo ambas operaciones. En cualquier caso era un plantilla que hubiera reunido a tres jugadores que fueron los mejores de Europa en su posición el año pasado, un salto de calidad que a buen seguro hubiera cambiado las cosas en el pasado culé más reciente.