Tras conocer el once de Lucho, la previsión futbolera de lo que podía ocurrir se convirtió en algo muy sencillo de adivinar, al nivel de un gran anticiclón situado en Las Azores. El Barça iba a sufrir en salida de balón, puesto que los de Valverde, con sus matices, iban a mantener las condiciones meteorológicas de los enfrentamientos previos: presión alta, hombre a hombre, forzando el error -o no acierto- de los blaugranas, y desde la recuperación, dañar el débil entramado defensivo local.

El análisis -o intento por mi parte- de lo ocurrido en la primera parte no es simple. Como todo en esta vida, cuando hay un colectivo de por medio, las aristas del asunto crecen de forma exponencial. Por mucho que queramos simplificar, los problemas no proceden por esto o aquello, son sumas, casi infinitas, de pequeños -o grandes- factores. Después de este intento -un tanto peregrino- de cubrirme las espaldas, vayamos a ello.

Sabemos que el Barça suele estar incómodo cuando el rival complica su salida de balón en campo propio. Lucho, en su temporada y media al frente del equipo, nunca ha considerado prioritario trabajar mecanismos de inicio de juego, más allá de la amplitud, utilización del portero como un hombre más y envíos diagonales a los costados que permitieran ganar decenas de metros al conjunto, con el único objetivo de hacer llegar el balón, cuanto antes, a Los Nucleares o zonas próximas a ellos. Nos gustará más o menos, pero no podemos negar que en cuanto a resultados y consecución de objetivos, la fórmula ha funcionado.

De la mano de estos principios colectivos básicos en la iniciación, el asturiano dejaba que la capacidad de lectura y calidad individual de sus hombres solventara cada una de las trampas rivales en campo propio: posicionamiento de Busi, caídas a banda de Iniesta, la lectura de Alba, el triángulo Alves, Rakitic, Leo… Y ayer, sobre el campo no estaban muchos de ellos. No, no he descubierto la fórmula de la Coca Cola, pero dejadme seguir.

Cuando el nivel individual baja -bien sea por nombres o que se tenga un mal día- , el equipo debe agarrarse a lo colectivo, y es en este apartado donde ayer hubo unas carencias impropias de un Barça llamado a pelear -de nuevo- por tres títulos. Porque que el Athletic presionara no buscando robar el balón sino eliminando líneas de pase era lo esperado, no fue una sorpresa. Y por parte de los culés, no existió respuesta desde la pizarra, no hubo un plan para contrarrestar el jaque vasco. Respirar consistía en balones largos -Piqué o ter Stegen hacia el costado izquierdo ofensivo- donde Neymar o Suárez debían buscarse las habichuelas, porque esos pelotazos no iban acompañados de movimientos del resto -rechace o apoyos- y ahí moría todo. El Barça no salía, colapsaba con balón, los tres de arriba no recibían para poder generar. Únicamente Sergi Roberto, en dos acciones de puro interior, permitió al Barça estirarse.

Este sinvivir llegó a su fin en el minuto 35, en el momento que Masche se ubica entre centrales. En zona central aparecen espacios, los laterales se adelantan 15 metros y Mathieu se convierte en el hombre libre receptor de casi todos los balones. Simple pero efectivo. Claro que a esto hemos de añadir que esa más de media hora bilbaina de esfuerzo les empezó a pasar factura, pero a partir de ese momento, estructuralmente el Barça logró igualar el partido. Las llegadas se sucedían, Leo atraía rivales y Neymar disponía ya de espacio para su desequilibrio.

¿Y que ocurría durante esos 45 minutos de martirio cuando el Barça debía defender? Pues que, sin posibilidad de ordenarse nunca con balón y con un Mascherano horroroso en la posición de MC, los de Valverde dañaban una y otra vez. Para muestra el gol de Williams que llevó a los vestuarios en ventaja a los visitantes. Golpeo en largo de Herrerín, con la defensa blaugrana adelantada en medio campo. Un 4 para 4 con Masche alejado 15 metros de Aduriz, el que debería haber sido su objetivo en el balón aéreo. Recepción de Aritz en el círculo central. Piqué recula, no quiere habilitar su espalda. Balenciaga asoma solo por banda izquierda, que sería la descarga natural. El 20 controla, con toda la línea de centrocampistas culés a su espalda. ¡Hay un 4 para 5 de un golpeo del meta rival! Nadie encima a Aduriz, Rakitic y Masche a 5 metros. La defensa culé retrocede e Iñaki Willians rompe entre Mathieu y Vermaelen. Y el pasador solo, con tiempo y espacio para ponerla entre centrales. Defensa vendida, mano a mano de Iñaki y gol.

El cambio de escenario en la segunda parte fue total. El gas rojiblanco estaba en reserva y el Barça había solucionado su salida de balón. Ahora lograba asentarse en campo rival y era el momento en que los genios debían aparecer. Neymar acudió raudo y veloz a la cita. Ayer no quiso pausa, casi no vimos ese Ney que soba el balón, que se recrea en el tempo, sino el ejecutor, el talador compulsivo de árboles que atraviesa cualquier bosque. Desde el costado izquierdo iba por fuera o por dentro, pero siempre vertical, juntando rivales. Y Leo lo vio, y allá que fue. Minutos de conexión por banda izquierda que permitieron el empate de Suárez.

La entrada de Busquets por Vermaelen mejoró todavía más el balance tanto defensivo como ofensivo blaugrana. Se lograba recuperar arriba y la zona central defensiva era más contundente, menos expuesta a los pocas andanadas rojiblancas que pisaron la meta de MAtS.

El dominio culé lograba desarbolar al Athletic, preocupado más en mantenerse a un gol de la prórroga que de lograrla. Y emergió Piqué para anotar el segundo, el jugador que sostuvo moralmente al equipo en el primer acto. Su actuación no fue de las épicas que todos recordamos, ni mucho menos, pero sí logró sostener algo insostenible, y permitir que la segunda parte resultara decisiva.

Para rubricar su gran actuación, Neymar, en el descuento, nos regaló una pincelada “leosiana”, de jugador que sigue creciendo. Lo “leosiano” no fue el control, ni la conducción, sino la finalización con la zurda, su pierna mala. Ojalá sea Messi el espejo futbolístico de Ney.

Pase a semis en un enero donde los resultados obtenidos fueron superiores al juego desplegado por el equipo. En una temporada siempre existen altos y bajos y esperemos que actualmente nos encontremos en el valle, cargando pilas para ascender la montaña que la temporada pasada conquistamos del tirón.

LAS NOTAS

MAtS (7): Poco pudo hacer en el gol. Cumplió bajo palos y como líbero.

ALVES (5): Desde hace tiempo, Dani ya no es solución sino complemento directo. Con Leo cada vez más centrado, lucen más sus carencias que virtudes.

PIQUÉ (8): La pared maestra que aguanta todo.

VERMAELEN (4): Las dos últimas titularidades del belga dan para película de terror. Tremendamente errático, impreciso e inseguro.

MATHIEU (5): Le queda grande el puesto de lateral, más si no dispone de espacio para sus controles y orientaciones. Cuando debe actuar de carrilero mejora notablemente.

MASCHERANO (4): No es un constructor en el MC, nunca lo ha sido. Si ha de participar en la creación, el equipo se resiente. Lo preocupante ayer es que , defensivamente, no supo leer qué necesitaba el equipo.

RAKITIC (6): Con Leo centrado, su aportación queda reducida a las llegadas en segunda línea y a abarcar metros defensivos.

SERGI ROBERTO (7): Ante quizá el peor escenario posible, aguantó el chaparrón de la primera parte y se soltó en la segunda. El hombre de los mil trajes.

LEO (7): Su sector de partida estaba sembrado de minas. Tuvo que emigrar a la izquierda para encontrar a su socio.

SUÁREZ (6): El juego se alejó de él. Ante la mudanza de Leo tuvo que compensar por el sector derecho.

NEYMAR (9): Que recuerde, la actuación más Messi de un jugador que no fuera Leo.

BUSQUETS (7): Actualmente es imprescindible para este Barça.