El reto de la empresa es tan grande que mediatiza, incluso, a la madre de todas las competiciones. La aventura no está en ganar la Orejona sino en repetir la Orejona. Y no es un equipo cualquiera el que lo intenta, sino el Barça de Leo Messi que vive en la rutina de la eternidad en cada partido que disputa. Las Ligas se suman en un contador distinto, las Copas tienen una importancia que jamás han tenido, y la Champions League no es la culminación de la temporada sino un peldaño más hacia la eternidad. Los culés desfilan por Europa con el aura del que mira a la historia para derrotarla, y su rival lo mira a él con la intención de hacer historia, no de pasar de ronda. Cada eliminatoria no será una más, sino el detenimiento de todos los futbolistas actuales y vividos para presenciar si el status se reconfigura. Así, con este escenario, se presentó el partido en Londres.

Como la cosa va de cuentos hay que empezar diciendo que no hace tanto, tanto tiempo, en un reino bastante, bastante cercano había un hombre de ojos saltones y zurda de seda que causaba el furor de sus conciudadanos. En el equipo de Cristiano, Ramos, Alonso, Marcelo o Benzema, Mesut Özil era el favorito de muchos hasta tal punto de rozarse la revuelta cuando fue cambiado por todo un Gareth Bale. Desterrado de la élite, el príncipe alemán se reencontró consigo mismo en una temporada donde los gunners más cerca tienen ganar la glamurosa Premier League. Tal extensión de magia llegó al inicio del encuentro donde los monopolizó sin pudor. Los primeros 10 minutos fueron para los de Wenger, que visitaban la altura de la media luna a la par que el alemán se descolgaba por ahí. Llegando en oleadas, los ingleses ocupaban el ancho y a distintas alturas con cuatro hombres más: los atacantes más Ramsey. Los compases no pasaron de cierto agobio para los visitantes, pero sirvieron para mostrar de que iría el tema.

Pero el Barça está en la madurez, como el de 2006 o 2011. Se pasea por Europa con nervios de acero y disimulando las cicatrices que tuvo que sufrir a cambio de poder triunfar. Otro Barça, quizá el del año pasado, hubiese quedado tarumba tras estos primeros minutos, pero éste no. Balón al piso y a jugar. Y además contaron con las facilidades que entregaba el Arsenal que transitaba entre la presión y el bloque bajo según la calidad de la pérdida de su posesión: si esta era buena, se quedaban arriba, presionaban y atosigaban; si esta era mala o incluso inexistente, bloque bajo y que los de Luis Enrique tocasen. Como buen equipo inglés, al andar en el continente, se comportan tan europeos como ninguno, con el pragmatismo por bandera.

Esto permitía una salida fácil para el pivote y los centrales, e Iniesta, que se integraba unos metros más para abajo para dar fluidez y activar otras partes del campo con pases hacia delante o incluso cambios de orientación. Ante pase horizontal o lateral, aparecía Andrés. El problema era el consabido de la manta corta y sin el manchego por delante generando líneas de pase y además sin el ritmo adecuado, el balón apenas llegaba a la MSN. El equipo de Lucho tiene uno de sus principales puntos en el juego, apoyos y orientación por delante del balón, donde los tres ases sudamericanos condicionan desde antes de entrar en contacto con el balón. Sin estar esto presente, los ataques apenas aparecieron. El Arsenal, apostado en su defensa zonal, estrecha y de pocos metros, vivía tranquilo y con opciones de soltar alguna contra definitoria, que si no llegó a ser definitiva fue por la gran lectura -sí, lectura- de Mascherano. El Jefecito inteligente en el corte y utilísimo en su salto de posición hacia la espalda de Özil para taponar contras, cortó cualquier conato de sangría. Así acabaron los primeros 45 minutos con el balón y la calma para el actual campeón, y el dominio y el espacio para los londinenses.

La segunda parte sí presentó novedades. El reloj, la afición y la posibilidad de mover el marcador invitó al Arsenal a una presión adelanta que se convirtió en un doble filo. Los 4 hombres implicados molestaban, ensuciaban, pero no limitaban y además a su espalda dejaban espacios. Ahora a los centrales y al pivote se sumaba ter Stegen e Iniesta podía quedar liberado arriba. De repente se asomó a una suerte de todo o nada donde los culés se encontraron, casi sin esfuerzo, posibilidades para correr. Y ahí mandan los tres tenores.

Neymar, Suárez y Messi tuvieron ocasiones para mover el marcador, porque fueron el reflejo de la superioridad que mostraban al correr. Ni siquiera fue necesario el mejor partido de los tres, bastó con poder correr y mezclarse entre ellos, alimentados por el 8 y Alves -los más creativos por detrás del cuero-, para poder encarrilar la eliminatoria. El primer gol, marcó de la casa, supuso la victoria, redención y ruptura de la primera maldición, de Lío frente a Cech. El segundo también sirvió para destrozar cierta tendencia negativa desde los 11 metros. Y entre una y otra, eliminatoria encarrillada.

Tras visitar al Etihad, Parque de los Príncipes, al Emirates y recibir al Bayern de Munich de Pep, este Barça ha encarrilado su rondas sobrándoles el partido de vuelta. Lo dicho, la magnitud del reto está a la altura de la dimensión de una delantera histórica que quizá no tiene parangón. Milan está más cerca, y con ello la historia, no la Champions League.

LAS NOTAS

MAtS (8): Una parada fundamental e implicado en la salida de balón, siendo importante en los momentos de más presión del Arsenal.

Alves (7): Rival grande, partido grande: no falla. En el 2º tiempo fue muy vistoso generando juego en posiciones centrales.

Piqué (7): Impoluto.

Mascherano (8): Ningún fallo, dos acciones de mérito, y buena lectura para parar a Özil. Una gran noche.

Alba (6): Discreto en el plano ofensivo, pudo sumar más cuando el choque se rompió.

Busquets (6): Sufrió para leer a Mesut, pero siempre estuvo presente con balón.

Iniesta (9): Fantástico en la interpretación del juego, un partido a la altura de su temporada.

Rakitic (6): Implicado en defensa, otro que pudo lucir más cuando los goles estuvieron más cercanos.

Messi (9): Dos goles fuera de casa, contra su kryptonita particular bien valen un sobresaliente a pesar de estar desacertado hasta el 0-1.

Neymar (8): El agitador del primer tiempo, fluido en el regate y conectado con sus compañeros de ataque.

Suárez (7): Que Mertesacker no sucumbiese ante su juego es la mejor prueba de que hoy estuvo un poquito peor que sus compañeros, aún así estuvo en todas.