Ya no sorprende la polémica que rodea a Paco Jémez los días previos, durante y después de los partidos frente al Barça. Comentarios que rozan la ofensa personal, justificándose en dudosos conceptos futbolísticos, tachando poco menos que de suicidas los planteamientos del entrenador canario, curiosamente siempre y solo siempre, frente al equipo culé. Si nos ceñimos a los números (vía @viejaeuropa1); cuarenta y cinco goles en contra, cuatro a favor y cero puntos conseguidos en los últimos diez enfrentamientos en Liga entre ambos. No parece cifras muy halagüeñas… pero ampliemos miras, relativicemos, contextualicemos estos números.

Comencemos diciendo que el Rayo tiene el penúltimo presupuesto de la Liga, lo cual nos da una idea sobre el mérito que es para este equipo continuar en Primera desde el 2011 y sin pasar grandes problemas, excepto precisamente en esa primera temporada, cuando todavía no era el sello de Paco Jémez el que se imprimía en el equipo de Vallecas.

Desde entonces la seña de identidad del equipo ha sido realizar un fútbol muy atractivo, siempre ofensivo, donde una de las máximas de su entrenador es que el empate no merece la pena y las matemáticas le dan la razón. La filosofía, porque en el caso del fútbol del Rayo, podemos hablar de Filosofía y no solo de estrategia puramente futbolística, es exactamente esa que conocemos todos; la de un equipo grande, la de ir a buscar al rival arriba con líneas de presión alta y defensa adelantada. Siempre insistir en salir con el balón jugado desde atrás con los menos pelotazos posibles. Gran protagonismo de un medio centro que permita dicho juego, pesonalizado en la figura de Trashorras. Y donde también llama la atención su capacidad para tener siempre delanteros que han marcado el ritmo o al menos han sido muy interesantes para la Liga: Bolo, Michu, Diego Costa, Baptistao, Larrivey, Alberto Bueno… y que esta temporada están representados por Guerrero y últimamente el revulsivo Manucho.

Partidos en los que siempre pasan cosas y que, por el hecho de que el rival se adelante en el marcador, no implica que el partido esté sentenciado, como se ha podido ver últimamente con rivales como el Sevilla o el Betis.

En definitiva, una actitud ante el fútbol y, porque no decirlo, ante la vida, que le permite mirar de frente al rival y que sean sus propios aciertos y errores los que le indiquen la consecución o no del objetivo. Un objetivo que no son los tres puntos el jueves ante el Barça, sino la victoria final en Junio que le permita, una temporada más, seguir jugando con los mejores y, lo que es más importante cuando del Rayo se trata, cómo los mejores. No nos confundamos, no es que mañana Jémez promueva un sacrificio al “Dios fútbol” como tributo para poder seguir en Primera, pero sí que él entiende que la actitud y también la aptitud no debe cambiar, sea el rival que sea el que se tiene enfrente. Por poner un ejemplo, es como cuando el barcelonismo reclama como medio para ejecutar su fútbol el juego de posesión; no es un tema de fundamentalismo futbolístico, ni siquiera de dogmatismo o pura cabezonería. No, es cuestión de que de esa manera y por los mimbres con los que está construido el equipo, hemos comprobado empíricamente que es la mejor forma de conseguir las metas propuestas. Pues con el Rayo Vallecano de Jémez ocurre exactamente lo mismo. Respeto, por favor.