Tres fantasmas se le aparecieron al Barça ayer en el Camp Nou, como a Ebenezer Scrooge en A Christmas Carol, la novela de Charles Dickens. No era Nochebuena, ni el protagonista un avaro y tampoco las visitas de los espectros sirvieron para nada bueno. El cometido de los tres fantasmas fue minar la confianza blaugrana, llevando al equipo a un estado de bloqueo mental que desembocó en una nueva derrota. Esta vez el problema no fue futbolístico -no durante buena parte de los 90 minutos-, ni físico, ni de actitud, ni de plan B ni de mil cosas que le podemos achacar al Barça de Lucho. Ayer fue la cabeza, el tener la certeza que si algo puede salir mal, saldrá, y que si es posible que vaya a peor, así será.

EL FANTASMA DE LAS OCASIONES FALLADAS

Tras la eliminación en Champions, y con la Liga apretada, Lucho volvió a apostar por su once, con la novedad de la entrada de Sergi Roberto en el lateral derecho en lugar de Alves. En la cabeza de todos estaba la importancia de la puesta en escena de los culés, la mejor manera de disipar dudas, de volver a la senda de la confianza. Y fue buena, la mejor quizá en los dos últimos meses.

Los de Lucho se encontraban en un escenario favorable, nada que ver con las telarañas defensivas de los últimos partidos. Un Valencia que no replegaba bajo, con las dos líneas separadas, invitando a las recepciones en ¾. Una propuesta che que, a mi entender, únicamente acaba validando el resultado final, puesto que pocos problemas planteó a los locales.

Como decíamos el inicio fue bueno. Laterales bien arriba, buena ocupación de espacios y alturas entre interiores y extremos, velocidad de balón, verticalidad… Se llegaba al área, las ocasiones se sucedían pero el acierto brillaba por su ausencia. Y cuando no era así, Diego Alves aparecía. 20 minutos duró la fase positiva y alegre.

Cada no gol era un nuevo clavo en el ataúd. El fantasma de las ocasiones falladas iba sumando, una a una, muescas en su revólver. Y decidió acompañar a los azulgranas durante los 90 minutos.

EL FANTASMA DE LOS GOLES RECIBIDOS

El riesgo que asume el Barça mandando a sus laterales tan arriba es grande, quedando el equipo expuesto a las contras con una transición defensiva pobre y, sobretodo, escasa en hombres. Al estar los interiores tan arriba, tampoco son capaces de ayudar en esta fase. Durante estos dos años de Lucho en el Barça, el gijonés siempre ha buscado fórmulas para taparse. Desde un Alves interiorizado, un Rakitic vigilante e incluso con Jordi Alba “abidalizado” en el partido frente al Madrid. Por muy buenos que sean, exponer a Piqué, Masche y Busquets en un 60×60 metros ante rivales veloces que saben explotar y gestionar los espacios es conceder demasiado, como ocurrió en la segunda parte del Calderón.

Hay que destacar también que el Valencia fue inteligente. Nunca se precipitó, mezclo bien el parar y contemporizar con la verticalidad y correr. Y así llegó el gol, el 0-1. Contra valencianista por el costado derecho y un 5 para 3 corriendo hacia Bravo. Pausa, cambio de banda en el ataque valencianista y ruptura en un dos para dos. Centro de Siqueira que toca en Rakitic superando a Bravo por su palo.

El segundo fantasma se unía a la fiesta, de nuevo por debajo en el marcador y habiendo hecho las cosas meridianamente bien. El shock mental, el vértigo y la impotencia se apoderó de los culés. Las dudas, ya instaladas en ataque, llegaban también en defensa. Los minutos hasta el descanso fueron un quiero y no puedo. El orden se perdió, el gol era prioritario y, aunque se seguía generando, se hacía de una manera más burda y simple.

Y claro, las cosas podían empeorar, y así ocurrió. Ya en el 45, con un Barça loco por recuperar el balón, el Valencia se asoció, de nuevo, en el costado derecho, en un repetido 5 para 3. La excesiva basculación culé y el desorden permitieron el cambio de frente. Y otra vez un dos para dos con ruptura de Santi Mina. 0 a 2 y al vestuario.

EL FANTASMA DE LA PRECIPITACIÓN

Ya sacó la patita al final de la primera parte, pero en la segunda se convirtió en el mayor lastre del Barça. La precipitación apareció en todas las fases. En ataque abusando del pase en largo, cuando el Valencia permitía, sin grandes problemas, que los blaugranas llegaran a la frontal con el balón controlado. En presión tras pérdida y en defensa posicional con una locura irracional por recuperar el balón, defendiendo de manera individual y no grupal. Resultaba curioso ver hasta tres jugadores buscar la presión al poseedor del balón y nadie ocuparse de las líneas de pase. El Valencia, cuando quería, mantenía el balón en su poder.

Esta sensación y realidad se agigantó tras el gol de Leo. Quedando casi media hora de juego y habiendo logrado lo que parecía imposible, era el momento de pensar, de tener la mente fría, de leer qué necesitaba el equipo y cómo conseguirlo. Pero nadie fue capaz de hacerlo. Tomaron los mandos Piqué y Masche, protagonistas ambos de duelos épicos ante los atacantes ches, de unos cara a cara a campo descubierto donde se dejaron la piel. Ese liderazgo de ambos, ese empuje, esa garra, era lo último que necesitaba este Barça, no encaja con sus jugadores. No se les puede reprochar nada, está en sus genes. Es más, nadie reclamó las riendas del equipo. Leo bastante tenía con construir en ¾, Andrés está para acelerar y ordenar arriba, Rakitic no es eso. Era Busquets el hombre, el que debió de pensar y calmar, un tipo cerebral como pocos fue incapaz de hacerlo.

Los minutos caían. El Valencia perdonaba el tercero y el Barça daba sus últimos coletazos. Se pudo empatar, se pudo ganar, pero el fantasma de la precipitación dictó sentencia. Líderes, empatados a puntos con el Atleti y con uno de ventaja sobre el Madrid. El miércoles viaje a La Coruña, con la obligación, más que nunca, de ganar, sea como sea. Las sensaciones y tendencia no son buenas, pero son como las estadísticas, existen para romperlas. ¿Será en Riazor?

LAS NOTAS

Bravo (4): Sin culpa en el primero, por el rebote, pudo hacer más en el segundo. Tramo de temporada donde sus paradas no dan puntos.

Sergi Roberto (5): Buen inicio, con movilidad y dando soluciones en el costado derecho. Sufrió a su espalda y en las rupturas de su par.

Piqué (6): Su capacidad para sobrevivir en las situaciones más complicadas para él es épica.

Mascherano (6): En su salsa al filo de la navaja. Ahí, en ese contexto, no sé si hay mejor jugador defensivo.

Alba (4): Asistió a Leo y apareció con peligro en área rival, decidiendo bastante mal. Otro sufridor a sus espaldas.

Busquets (4): Alejado de la zona de influencia y de presión, fue incapaz de liderar.

Rakitic (5): Mucho más ofensivo, pisando área rival. En este rol, su aportación es pequeña, algo que no se puede permitir el equipo.

Iniesta (4): Desacertado, tanto técnicamente como en lectura y decisiones. De los más afectados por los tres fantasmas.

Leo (6): De nuevo constructor, añadiendo llegadas. Poco acertado en la definición.

Suárez (4): No cazó la que suele cazar. Con muy poco peso en los ataques posicionales.

Neymar (2): Mal técnicamente y peor en decisiones. Habrá que preguntarse cuál es su función en los ataques posicionales, porque cuando no existen espacios, suma muy poco.