RESUCITADOS POR LA GRACIA DEL DERBY

La magia de un derby es difícil de igualar porque, directamente, engaña a todos. Con la lógica de que es un partido especial, se convierte en una final cambiando la perspectiva de jugadores, entrenadores, directiva y, claro, afición. Esta mecánica suele ayudar al pequeño, consciente de que sin esa aura difícil tendría el poder ganar. Sin embargo, eso no pasó hoy ya que el resucitado fue un Fútbol Club Barcelona que se volvió a encontrar como antes de la crisis de juego que le costó un título y sudar sangre por otro.

El Barça salió confundido del parón de selecciones. Sin una táctica que pudiese sustentar el bajón físico y anímico, vio impasible como Real Madrid, Real Sociedad o Valencia le quitaban puntos en la Liga mientras el Atleti los borraba de la Champions. Una dinámica de la que ni las siguientes tres victorias consecutivas consiguieron sacarle. El motivo es que tal golpe al mentón lo dejó tan confundido que se olvidó de dos cosas, una general y la otra del momento. Empezando por la última, los culés eran de la tríada de la realeza, los que más fácil ganaron esos 3 partidos, gracias a lo que lo distingue de los demás: Messi. En cuanto a la general, el miedo a tener cualquier noticia negativa que pudiese deshacer al equipo como un azucarillo (una ocasión fallada, un ataque recibido, o algo relacionado con la mala suerte) achicó el vuelo del equipo que no intentaba absolutamente nada para no arriesgar el cuero. Y si no arriesgas no vas rápido, y si no vas rápido no mueves al rival.

Pero como empezamos diciendo, el derby todo lo transforma y en este caso dotó al líder y vigente campeón de la intensidad necesaria. Desde el primer momento cogió el balón pero para presentar una actitud valiente, individual y colectiva, al batir líneas de balón y buscar el área contraria. Esta disposición ya se hacía desde el primer momento, desde una salida de balón presionada por el Espanyol con más ahínco que fortuna, por lo que los periquitos, alternaban pressing con bloque bajo en 4-5-1 sin demasiados miramientos, hasta acabar más pronto que tarde, disponiéndose en ese bloque bajo.

Esta doble defensa, tan clásica ya en los últimos tiempos ante el vulnerable Barça, no terminó de salir nunca bien a los de Galca, ya que si bien la lectura del encuentro había sido propicia, la intensidad y preparación mental no lo fue. El Espanyol se lanzó a cada choque, a cada cruce, a cada balón dividido y a cada acción defensiva individual con una agresividad mal canalizada que los convertía en muñecos fácilmente eliminables. Al equipo de Luis Enrique, tan dotado en lo técnico, la mejor forma de quitarle el balón es contemporizando, flotando, ahogando líneas de pase y no metiendo el pie para no ser regateado. Es posible que el entrenador visitante calibrase que el estado anímico del Barça no iba a soportar tal intensidad, pero se equivocó. La realidad es que Messi y Neymar regatearon como ya parecía que se habían olvidado, y los jugadores contrarios, una vez superados, se quedaban sin ayudas debido a la distancia entre muñecos causada por el ímpetu inicial. Un equipo defendiendo bajo y estrecho que aún así presentaba innumerables fisuras.

Esto no fue suficiente para que el partido se rompiese, pero sí se abriese. De nuevo, tal intensidad derivó en otra situación anticompetitiva: 4 faltas en la frontal ante el mayor especialista en este curso. Así entró el 1-0 y de igual modo se abrió un camino que en la segunda parte se redondeó. Un segundo tiempo donde no hubo más novedad, ya que al Barça le bastó con disponerse igual, con tener a Messi y con aprovechar los regalos individuales que el Espanyol, a la postre salvado, iba presentando sin remendar la deriva del partido.

En lo tocante al Barça, la falta de un gol en el Bernabéu impidió que zanjase ya el asunto hoy. Todo sigue abierto y desde luego, todo aún puede pasar en la lucha por el título reducida ya a solo dos posibilidades. Pero hoy el equipo recobró el pulso, justo en el último momento, para poder luchar por el doblete con plenas garantías. Se pueden ganar los dos trofeos, uno, o ninguno, pero la sensación es que pasará lo que tenga que pasar a partir del fútbol. El bloqueo y el miedo a fallar han sido cosa del pasado, por gracia del derby. ¿Cómo se llegó vivo hasta ahí y como se ha llegado a depender de uno mismo para ganar la Liga tras un mes y medio de caída insostenible? La respuesta ya la sabéis: Leo Messi. Como ha sido durante todo el ciclo de Luis Enrique.