Con Albert Moren siempre lo comentaba y coincidíamos al ciento por ciento: no a las cesiones, la formación siempre en casa. Dentro de un modelo tan especial y único, el club, desde todos sus estamentos, estaba obligado a formar y moldear a sus jugadores. Ser responsable de todo el proceso en la cadena de montaje futbolística. Luego, aquello que no tenías – ni preveías tener a corto plazo- en casa, debías buscarlo fuera. Tal era ese grado de singularidad que los foráneos siempre necesitaban un tiempo -una temporada mínimo- de aclimatación, de comprensión del juego. Tras ese curso de reciclaje, esas piezas importadas acababan encajando en la maquinaria azulgrana.

A fecha de hoy, mi opinión ha cambiado porque el club también ha cambiado. Eso ni debe ser malo ni bueno, es y se convierte en la realidad actual. Sí tiene un punto de pérdida de identidad, o mejor dicho, de abandono de un hecho diferencial, de algo que a veces hemos acabado pervirtiendo verbalmente a la hora de poner el sello a un estilo. En la actualidad el sistema, los roles y los automatismos que debe asimilar cada jugador son más terrenales, menos alejados de los convencionales. Buena prueba de ello es la facilidad con la que nuevas incorporaciones se adaptan al equipo. Sí, se sigue pidiendo unas ciertas características especiales, pero el proceso de aprendizaje, aquel que la Masia implementa en los niños año a año, no requiere de una comprensión alejada de aquello que han vivido en sus clubs de origen.

Hablemos de Samper, por ilustrar con un ejemplo. Mucho de lo que ha mamado Sergi en sus años en la Masía ahora mismo no tiene utilidad ninguna en el primer equipo. Lucho, a su MC, le pide unas cosas diferentes, como también lo hacía Pep respecto al clásico 4 de Don Johan. Ese 4 no es iniciador del juego -Guardiola-, ni es el arma de recuperación en campo rival -Busquets 2011-, ahora está obligado a ser un lector posicional, un corrector a todas las alturas del campo capaz de compensar al equipo y ser pieza clave en la transición defensiva blaugrana. ¿Será capaz de formarse Samper con Paco a los pies de Sierra Nevada? Para Sergi será un proceso a contrapié, estoy convencido, hiciera donde lo hiciera. Aprender a hacer aquello para lo que no fue diseñado.

Y este no es el único motivo, hay más. Lucho no es un entrenador formativo. Vuelvo al ni es malo ni es bueno. La referencia es Pep, un entrenador enamorado de la juventud, el talento y el poder transmitir y hacer entender su idea de juego. Agarrar a un jugador virgen y convertirlo -o intentarlo- en aquello que ha imaginado. Lucho no es así, y eso no quiere decir que no apueste por la juventud, sino que tanto por su trabajo como DT así como por las exigencias de títulos -no ganar el triplete lleva asociada para muchos la palabra fracaso-, el último o penúltimo paso para acabar de convertirse en jugador de la primera plantilla se debe hacer fuera del Barça. No hay espacio para el jugador número veintitantos de la plantilla, ese canterano que debía cumplir la siguiente etapa del think tank culé que durante años fue el libro de instrucciones a seguir. Ahora es cuestión de minutos, de experiencia, de aprender a vivir en un contexto externo para, dado el caso, volver al hogar.

Para finalizar no debemos olvidarnos del tercer lado del triángulo, el Barça B. Sea por los motivos que fuere, tanto Eusebio como Gerard López no han ejercido de formadores y sí de entrenadores al uso, más allá de los resultados, descensos y demás. Jugadores con potencial a los cuales, el paso por el filial no les ha servido para evolucionar. Ejemplos tenemos a patadas. A esto se le une la apuesta del club por una vuelta inmediata a la Segunda División, confeccionando una plantilla joven, bastante experimentada en la categoría, donde los jugadores provenientes del Juvenil A son minoría. Volviendo al si esto es bueno o malo, el tiempo dirá. A priori, lo que sí parece claro, es que aquella apuesta por la cantidad de canteranos salpicada con fichajes murió. El futuro pasará por apuestas individuales, llámense Aleñá, Kaptoum o Mujica, jugadores que ya no estarán arropados por sus compañeros del Juvenil.

Más allá de hornadas, calidad individual y exigencia del primer equipo, en el Barça, los últimos años, han cambiado muchas cosas. Como lo hicieron con la llegada de Pep, de Rijkaard, o de Don Johan. Momentos en que tanto entrenadores como directivas redefinieron el futuro del club. Ahora este futuro pasa por alejar a jóvenes del Camp Nou, y no me parece mal. Prefiero esta ruleta rusa como recurso al riesgo de acabar marchitados en la grada, sumando años esperando la finalización del contrato. Y como siempre ocurre, serán los resultados quienes dictarán sentencia sobre estas decisiones. Aunque claro, siempre quedaremos los cuatro románticos -o ilusos- que seguiremos soñando ganar la Champions con once canteranos sobre el césped. Que aquellos niños que correteaban por la Ciutat Esportiva levanten la orejona. Ni en mil vidas, me parece a mi.