Cuando uno repasa los fichajes del Barça en este mercado de verano lo más probable es que el de Denis Suárez sea el que menos llame la atención; no por dudas o precio, sino porque parece alguien que lleva desde niño jugando en el club. En un club tan exigente y específico con el puesto de interior, encontrar a alguien que encaje no suele ser fácil. Pero puede que estemos presenciando un caso en el que el periodo de adaptación esté siendo prácticamente inexistente.

En el caso de Denis, hablamos de un jugador que en el Barça puede ocupar los dos perfiles en el centro del campo, aunque su mejor posición –y también la que parece que le va a hacer ocupar Luis Enrique- es la izquierda, donde encaja en el mecanismo de salida de la banda y ayuda a construir por dentro. Pero ante el Athletic vimos la que puede ser su mejor cualidad, que es su inteligencia –sobre todo sin balón-.

La jugada del gol de Rakitic es un ejemplo paradigmático de esto: varios desmarques sin balón para crear espacios, culminando con un último desmarque que atrae a varios defensas vascos y que le deja vía libre al croata para rematar a placer. Por actuaciones como esa en el Nuevo San Mamés sorprende que, con lo complicado que desde hace años parece que es el puesto de interior, Denis lo haya asumido con tanta naturalidad.

Claro está que ahora mismo no pasa de un comodín estupendo para Iniesta o incluso Rakitic, y habrá que ir exigiéndole más, pero Denis Suárez no ha podido empezar con mejor pie en el club. En sus manos está el ser el primer recambio para el centro del campo o pelear por la titularidad.

Porque, seamos sinceros, lo normal habría sido algo como lo que le está pasando a André Gomes, que todavía va con una marcha distinta que el resto del equipo. Hay que tener en cuenta que es pronto para hacer juicios de valor, más allá de lo que hasta el momento parece que rinde sobre el campo cada jugador, pero que alguien recién llegado se entienda tan bien con sus compañeros es una bendición. Sobre todo para Luis Enrique.